Hijas de autor adoptivo
Resulta parad¨®jico que la comedia escogida por la Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico para celebrar el cuarto centenario de Francisco de Rojas Zorrilla sea Del rey abajo, ninguno, cuya paternidad est¨¢ por esclarecer. Hacia 1650 se public¨® a nombre de Calder¨®n, pero veinte a?os despu¨¦s el autor de La vida es sue?o la incluy¨® en una lista de obras ap¨®crifas. Para venderlas mejor, varios impresores las hab¨ªan editado con su firma. El caso es frecuente entre los autores ¨¢ureos con m¨¢s tir¨®n. A Lope le adjudicaron m¨¢s de cien comedias ajenas, y a Rojas Zorrilla, veintitantas, a las que habr¨¢ que sumar probablemente Del rey abajo, ninguno, que se public¨® a su nombre cuando ya hab¨ªa fallecido, con otro t¨ªtulo: El labrador m¨¢s honrado, Garc¨ªa del Casta?ar. El autor toledano no la incluy¨® en ninguna de las dos partes de sus comedias. Hace medio siglo, el hispanista estadounidense Raymond R. MacCurdy, uno de los mayores expertos en Rojas Zorrilla, afirm¨® que Del rey abajo, ninguno no le parec¨ªa obra suya, y, para corroborarlo, compar¨® su versificaci¨®n con la de sus comedias aut¨®grafas. Los resultados son concluyentes: en ¨¦stas, en torno al 64% del verso es romance; en aquella, s¨®lo el 26%. En ninguna de las comedias que dio a la imprenta hay liras, en la que nos ocupa hay 42 versos. Y as¨ª sucesivamente. Pero entonces, ?de qui¨¦n es Del rey abajo, ninguno? MacCurdy sugiere que de tres autores: Antonio de Sol¨ªs, el propio Rojas Zorrilla y Calder¨®n, que el 2 de junio de 1640 estrenaron ante Felipe IV en el estanque del Buen Retiro una comedia, de la que nos ha llegado el dato, pero no el t¨ªtulo.
La autor¨ªa colectiva era moneda frecuente en el siglo XVII. Rojas tiene quince comedias compuestas a tres manos, cuatro de ellas con Calder¨®n y con, sucesivamente, Antonio Coello, Juan P¨¦rez de Montalb¨¢n, Luis de Belmonte y el mencionado Sol¨ªs. Uno escrib¨ªa la primera jornada, se la pasaba al siguiente, que redactaba la segunda, y el tercero remataba la faena. Los dramaturgos ¨¢ureos hicieron cad¨¢veres exquisitos avant-la-lettre. En su edici¨®n de Del rey abajo, ninguno, la hispanista Brigitte Wittmann ofrece un dato que l¨ªa a¨²n m¨¢s la madeja, o que ayuda a desenhebrarla, seg¨²n se mire: en el libro 42 de Comedias de diferentes autores (1650), donde Del rey abajo, ninguno figura a nombre de Calder¨®n, hay otra obra titulada El labrador m¨¢s honrado (como la edici¨®n suelta que luego aparece a nombre de Rojas Zorrilla, vaya coincidencia), firmada por "tres ingenios" an¨®nimos. ?Ser¨¢n ¨¦stos los autores de aqu¨¦lla?
La Compa?¨ªa Nacional de Teatro Cl¨¢sico (CNTC) ha pasado sobre este tema casi de puntillas: Eduardo Vasco, su director, lo alude al final del texto de presentaci¨®n del programa de mano de Del rey abajo, ninguno, y el bolet¨ªn de la CNTC publica, en un fald¨®n de atr¨¢s, un art¨ªculo estupendo donde el profesor Germ¨¢n Vega cuenta las cosas como son. Pero Rojas Zorrilla figura como autor en el programa, el libro, el cartel y la publicidad. En estos asuntos, la inercia se impone a la evidencia. Con todo, es un paso adelante respecto a la etapa anterior de la CNTC, cuando se mont¨® y se edit¨® El burlador de Sevilla sin mencionar en parte alguna que la autor¨ªa de Tirso de Molina est¨¢ en cuesti¨®n desde hace mucho, ni tampoco la hip¨®tesis, detectivescamente elaborada por Alfredo Rodr¨ªguez L¨®pez-V¨¢zquez, de que su verdadero autor es Andr¨¦s de Claramonte.
El montaje de Del rey abajo, ninguno, dirigido por Laila Ripoll, est¨¢ en la l¨ªnea que caracteriza a la CNTC desde que Vasco la dirige. La escenograf¨ªa de Juan Sanz y de Miguel ?ngel Coso remeda la arquitectura de los corrales de comedias, y la zarabanda y los bailes (piezas humor¨ªsticas cantadas) a?adidos al principio, en el entreacto y al final, con m¨²sica en vivo seleccionada por Alicia L¨¢zaro, evocan, de manera estilizada, el ambiente festivo que reinaba en las representaciones barrocas. La comedia cl¨¢sica se serv¨ªa con guarnici¨®n y entremeses, no hay que olvidarlo. Existe en la CNTC de hoy una voluntad de recrear la manera de la ¨¦poca. Esta compa?¨ªa empieza a tener un aire seiscentista.
Del rey abajo, ninguno est¨¢ ambientada hacia 1340, en el reinado de Alfonso XI de Castilla, pero tal ¨¦poca es un pretexto que oculta apenas la contemporaneidad ¨¢urea del tema y de sus protagonistas, subrayada en este montaje por el vestuario velazque?o de Almudena Huertas: el rey (Miguel Cubero) es un Austria bufo a m¨¢s no poder, como hecho de encargo por un republicano, y su esposa (Ione Iraz¨¢bal), una prima hermana espa?ola de la Isabel I de Judi Dench en Shakespeare in love.
La primera jornada, un gran fresco del mundo rural, visto con ojos idealizadores, est¨¢ muy bien movida: su autor, quien quiera que sea, canta a pleno pulm¨®n la llaneza de la vida en el campo, simbolizada por Garc¨ªa del Casta?ar (Joaqu¨ªn Notario), Blanca (Pepa Pedroche) y su gente, frente a la doblez de la Corte. Los problemas de montaje aparecen m¨¢s adelante, cuando la cosa se pone seria: la transici¨®n entre el soborno de Bras y la cacer¨ªa resulta morosa, al encontronazo entre Garc¨ªa y Don Mendo (Jos¨¦ Luis Santos) en el corredor del primer piso le falta un hervor de sangre y el mon¨®logo del protagonista all¨¢ en lo alto est¨¢ pidiendo a gritos que lo bajen a la corbata. No tiene sentido situar tan lejos del p¨²blico momentos tan importantes. Subrayo lo que desmerece del tono medio. En la escena donde Garc¨ªa, a punto de asesinar a su esposa, se arrepiente, y ella le arrebata el acero para suicidarse, Rojas pone a sus int¨¦rpretes al borde de lo inveros¨ªmil, y ambos est¨¢n a punto de caerse dentro. En cambio, son c¨®mplices de verdad cuando Garc¨ªa entra en la escena donde Don Mendo intenta seducir a su esposa, y ella, con una breve mirada y sin mediar palabra, le da a entender lo que ha sucedido.
Laila Ripoll hace saborear los momentos festivos, pero no consigue que se masque la tragedia, y comete un error de composici¨®n en la escena culminante: al alinear a varios actores en la izquierda de la corbata, impide que los espectadores de ese lado veamos c¨®mo Garc¨ªa acuchilla a Mendo. Compren localidades del otro lado. No resisto mencionar a Montse D¨ªez, que con un papel secundario se lleva cada una de sus escenas: la ex don Gil de las Calzas Verdes es una mattatrice.
A la salida, observaba ?lex Rigola que el montaje ganar¨ªa con el p¨²blico en gradas. Desde luego. Tambi¨¦n ganar¨ªa en un corral. La platea de los teatros a la italiana se da de bofetadas con la comedia ¨¢urea. Ya Adolfo Marsillach pidi¨® un corral para la CNTC. Lanzo una idea. El front¨®n decimon¨®nico protegido Beti Jai, en la calle del Marqu¨¦s de Riscal, a tres pasos de Col¨®n, con su cancha, grader¨ªos, tribunas y cuatro pisos de balconadas primorosamente ornamentadas es, en potencia, un corral del siglo XXI. S¨®lo hay que saber verlo. Lo edific¨® Joaqu¨ªn Rucoba, arquitecto del Teatro Arriaga de Bilbao. El abandono que sufre tiene mal pron¨®stico: hace falta un proyecto que lo salve de la especulaci¨®n. -
Del rey abajo, ninguno. Madrid. Teatro Pav¨®n. Hasta el 9 de diciembre.
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