Hagan juego, pelotaris
La pelota vasca pervive por las apuestas, un potente negocio con pujas por encima de la ley
Domingo de partido. El centenario front¨®n Astelena en Eibar (Guip¨²zcoa), catedral de la pelota a mano, se va llenando poco a poco. Los primeros en llegar son los corredores de apuestas, con su camisa azul tipo guayabera con el logo de Aspe, una de las dos empresas que controlan la modalidad m¨¢s popular de la pelota vasca. La otra es Asegarce. Su empresario, el televisivo cocinero Karlos Argui?ano, observa el partido en la ¨²ltima fila de la grada. Los corredores no son biso?os, superan todos los 50 a?os, llevan muchos a?os ligados al front¨®n y muchas veces son viejos apostadores que han cambiado de bando. Se juegan su dinero y reconocen que la apuesta es "el perejil" de la pelota; lo que la mantiene viva. "Sin apuestas no ir¨ªa nadie al front¨®n", confirman empresarios y apostadores.
El front¨®n es lo m¨¢s parecido a un lonja de pescado, una subasta en la que no se ve el dinero, pero se oye
En Eibar, un apostador dej¨® una deuda de 158.000 euros en una tarde. La mitad la pag¨® en vino; el resto, a plazos
Por mucho que uno mire no se ve ni un euro. S¨®lo papeles. El corredor tiene plena libertad para aceptar o no
Durante la semana, los corredores se ponen el traje del 'cobrador del frac' para intentar recuperar la deuda
De entrada nadie quiere hablar de dinero o se hace a la baja. La suspicacia es l¨®gica porque la pelota a mano es un mundo que vive en cierta forma de espaldas a la ley. Es dif¨ªcil disfrutar "a gusto" de un buen partido sin un buen puro. Es un recinto deportivo cerrado pero no pasa nada. Y un buen puro tiene que ir inevitablemente acompa?ado de un trago largo. El bar est¨¢ abierto desde mucho antes de comenzar los partidos. Con las apuestas pasa igual. El Gobierno vasco tiene un reglamento de mayo de 2005 que fija la m¨¢xima traviesa (t¨¦rmino que define cada apuesta en la jerga de la pelota) en 600 euros. Tampoco se cumple. Este domingo, un corredor ya ha ofrecido apuestas por 1.000 euros. Es conocido en el mundillo que el pasado agosto en el Galarreta de San Sebasti¨¢n un solo apostador perdi¨® 100.000 euros en una tarde. Tambi¨¦n, hace ahora un a?o, otro se jug¨® 150.000 euros en una funci¨®n en el front¨®n Jai Alai de Gernika y gan¨®. A principios de esta d¨¦cada, cuando todav¨ªa no se hab¨ªa implantado el euro, un corredor cant¨®, a instancias de un jugador, una sola traviesa de tres millones de pesetas a cinco millones.
El Astelena tiene algo m¨¢s de media entrada. Contin¨²a el goteo de p¨²blico. El programa ofrece tres partidos. El primero enfrenta a Capell¨¢n y Laskurain contra Olaz¨¢bal y Barriola. Los protagonistas saltan a la cancha y prueban las pelotas, los corredores se colocan entre la grada y la pista. La niebla del tabaco cubre el aire. Empiezan a cantar las apuestas. Cualquiera que entrara por vez primera en un front¨®n no entender¨ªa nada. Es lo m¨¢s parecido a una lonja de pescado, una subasta en la que no se ve dinero, pero se oye.
"En el Pa¨ªs Vasco siempre ha existido la palabra. Impera la palabra". Si en alg¨²n sitio perdura en Euskadi el viejo t¨®pico del vasco como un hombre de honor es en el front¨®n. Benjam¨ªn Lazkano es un hombre grande con una media sonrisa de desconfianza. Una hora antes de comenzar la funci¨®n, se sienta en la ¨²ltima fila del front¨®n, abre los brazos y te hace sentir peque?o. Es un corredor y no quiere hablar de dinero. Tras mucho preguntar, dice que una apuesta de 10.000 euros es excepcional. Le hace poca gracia reconocer que se mueven importantes cantidades de dinero. Pero, en los grandes partidos, algunos apostadores llegan a jugar en una tarde 40.000 ¨® 50.000 euros. Los m¨¢s, no pasan de 1.000 o 2.000 euros. Aceptar una peque?a o grande depende exclusivamente de la voluntad del corredor. "Con el tema de los euros, las apuestas se han disparado. Antes 5.000 duros era mucho y ahora 500 euros se juega muy f¨¢cil", asegura Manuel Proenza, una apostador habitual.
"100 colorado". "100 azul". "100 a 80 colorado". Empieza el partido y los corredores cantan sus apuestas. Lo primero que llama la atenci¨®n es que, en la ¨¦poca de las nuevas tecnolog¨ªas, van armados con un talonario, un bol¨ªgrafo y una pelota de tenis, con un agujero donde introducen la papeleta con la cantidad apostada. Las bolas amarillas realizan viajes de ida y vuelta entre la grada y los corredores. La m¨¢xima naturalidad para un mecanismo complejo. El corredor se lleva la mano a la cabeza, baja la barbilla en signo afirmativo, apunta y lanza la bola rellena de papel con una precisi¨®n envidiable. Al poco la pelota vuelve a sus manos. "Cuando apuestas al azul te tocas el brazo y si es al colorado la cabeza. Es una tradici¨®n que viene de la ¨¦poca del Jai Alai de San Sebasti¨¢n cuando los corredores llevaban chaqueta azul y boina roja", asegura Lazkano. Anta?o, los jugadores iban de blanco con una faja azul o roja que les diferenciaba. Ahora s¨®lo el pantal¨®n es blanco y el color va en la camiseta acompa?ado por la publicidad.
Por mucho que se mire no se ve un solo euro. S¨®lo papeles. El corredor tiene plena libertad para aceptar o no. El n¨²cleo duro de apostadores, los que m¨¢s juegan, son siempre los mismos. Van de un front¨®n a otro. Los mejores del circuito est¨¢n en Eibar, Tolosa, Logro?o, San Sebasti¨¢n o Vitoria. "No vienes con el dinero constante. Conoces y apuestas. Cuando te dan para jugar es porque existe la confianza", dice Proenza, un asiduo del Astelena, que reside en Durango, a diez kil¨®metros. Como todo jugador, sabe, y lo admite, que a largo plazo siempre se pierde.
"El corredor hace de intermediario entre apostantes. Es cosa suya coger o no una apuesta. Nosotros no nos metemos. S¨®lo cobramos un porcentaje", asegura el responsable de Aspe, Fernando Vidarte. Los corredores son aut¨®nomos que trabajan en el front¨®n con permiso y bajo la tutela de la empresa que organiza el evento, Aspe o Asegarce, las dos compa?¨ªas que pr¨¢cticamente acaparan la pelota a mano profesional. De todas las traviesas que corren, la empresa se queda un 9% y los corredores un 7%. Y ¨¦stos, cobren o no de los que han perdido, tienen que hacer frente a su deuda con los apostantes ganadores y con la empresa. "Tenemos que tener un fondo de negocio. Siempre tienes deudas. Un viejo corredor de Azpeitia sol¨ªa decir: Si se cobrase y se pagase todo, no estar¨ªamos nosotros. Estar¨ªan los jesuitas", se?ala Benjam¨ªn.
Seg¨²n va pasando la tarde el ambiente en el Astelena est¨¢ cada vez m¨¢s cargado. Los corredores solamente se dan la vuelta y miran a la pista cuando el p¨²blico rompe a aplaudir un buen tanto, pero ni lo ven. "Ah¨ª no hay apuestas", apostilla Lazkano. Muchas veces son viejos apostadores que han hecho de su afici¨®n un complemento a su trabajo o un oficio. Siempre arrastran deudas, morosos a los que perseguir, o impagos definitivos. "Muchos j¨®venes que apuestan poco se van en las fiestas sin pagar o se ponen en dos puntos diferentes del front¨®n y la mitad apuesta a un color y la otra mitad a otro. El que gana cobra y el que pierde se escapa", apostilla Javier Uriona, otro corredor de Aspe.
"Damos espect¨¢culo. Somos el perejil de la salsa. La idiosincrasia del pueblo es ¨¦sta. No hay que adelantar dinero y puedes cambiar de color durante el partido", se?ala Lazkano. La mec¨¢nica de las apuestas es compleja. A la par, a la baja. Uno tiene que acudir varias veces al front¨®n y tener un buen asesor para enterarse. Si el corredor canta 100 colorado, significa que ya tiene un apostador que quiere jugar esa cantidad (100 euros) a favor de los pelotaris colorados y que busca otro para los azules tambi¨¦n por 100 euros. El tema se complica cuando hay una pareja favorita para los apostadores o existen diferencias en el marcador y se cantan 100 a 80 ¨® 100 a 60. Es cuando el experto debe esmerarse en explicarlo al aficionado novel: la cantidad que se canta primero es la que el apostante va a perder si su pareja sale derrotada. O sea, 100 a 80 colorado, significa que puedes ganar 80 euros (menos el 16% de la empresa y el corredor) y perder 100 euros (esta cantidad s¨ª integra) y, en la otra parte, 80 a 100 azul se traduce en ganar los 100 euros y perder 80.
Uno puede hacer tantas traviesas como quieran admitirle los corredores. Incluso puede apostar primero por los colorados y luego por los azules. As¨ª, se cubre y puede suavizar la p¨¦rdida si ve que el partido juega en su contra. Las apuestas est¨¢n abiertas todo el tiempo. Hoy no es el caso pero en partidos igualados, los propios pelotaris suelen tener que esperar unos minutos en disputar los ¨²ltimos tantos para que los corredores tramiten el sinf¨ªn de apuestas. Entonces s¨ª que el aficionado novel no comprende nada.
Cobrar para los corredores no siempre es f¨¢cil. Tienen que perseguir al moroso. Muchas veces, para recuperar deudas, los corredores tienen que volver a "dar traviesas" a gente que les debe dinero. Si el moroso gana, cobran; si pierden, aumenta la deuda. Hay corredores que tienen pendiente de cobro cerca de 300.000 euros, pero siguen. A la larga les compensa. Hace un par de a?os en Eibar un solo apostador dej¨® a varios corredores una deuda de 158.000 euros en una tarde. La mitad la pag¨® en especie (en cajas de vinos) y el resto como pudo, a plazos. Los hay tambi¨¦n que han tenido que vender su segunda vivienda para hacer frente a una deuda y los que ocultan el resultado de sus apuestas a las familias.
"La papeleta no tiene ning¨²n valor", reconoce F¨¦lix Urrutia, un peque?o apostador que se juega entre 300 y 500 euros por tarde. "Es un vicio como cualquier otro. Si no lo controlas, se te va de las manos". El papelito que intercambian corredor y apostador no puede ser utilizado como garant¨ªa de una deuda. Otra vez entra en juego la confianza.
El Gobierno vasco, que define como "tradicional" este sistema de apuestas, s¨®lo permite cruzar apuestas "entre los asistentes al evento". De nuevo, papel mojado. La tecnolog¨ªa ha llegado a la pelota y entre el escaso instrumental de los corredores destaca el tel¨¦fono m¨®vil. "Siempre con aficionados de confianza" algunos corredores cruzan apuestas de espectadores en el front¨®n con otros que siguen el partido por la televisi¨®n. Hay intermediarios que de forma regular contestan llamadas de sus m¨®viles y casan traviesas.
"Si no estuvi¨¦ramos nosotros vendr¨ªa el 10% de p¨²blico", dice Lazkano. En el Astelena hay siete corredores que se mueven con naturalidad en el caos. El front¨®n no ha logrado un lleno absoluto, pero hay movimiento en la barra del bar y en la grada. Conocer los ingresos en un partido es una inc¨®gnita. Lo que queda de cada traviesa s¨®lo lo saben los empresarios y los corredores. El precio de un partido puede oscilar, en funci¨®n de su relevancia de 20 a 120 euros. Las grandes finales son las que dejan una taquilla de lujo y mueven m¨¢s apuestas.
Empresarios y corredores cierran filas a la hora de revelar sus cuentas. A los intermediarios no les gusta hablar de dinero porque como aut¨®nomos declaran a Hacienda en m¨®dulos y no quieren que nadie piense que ganan m¨¢s de lo que se les supone. La empresa tambi¨¦n es herm¨¦tica. Vidarte insiste en que la taquilla es el primer ingreso y las apuestas, el segundo, aunque reconoce que sin ¨¦stas los frontones estar¨ªan vac¨ªos. "No es oro todo lo que reluce", asegura con cierto nerviosismo. Aspe cuenta con 40 personas en n¨®mina y "a fin de a?o queda algo". Los pelotaris cobran un tanto por ficha y otro partido. Uno de primera cobra unos 180.000 euros al a?o, seg¨²n Vidarte. El mejor pagado es un riojano, Augusto Ib¨¢nez, Tit¨ªn, que percibe 3.000 euros por partido.
Terminan los partidos y se cierran las apuestas. Los corredores pagan, cobran parte y otra la aplazan. Llegan a casa con menos dinero del que salieron, pero entre semana esperan recuperarse. "Los apostadores no salen sin cobrar, pero sin pagar salen muchos", asegura Uriona. Muchas veces han pensado que cobraban y no lo han hecho. Les han dado cheques sin fondos. Durante la semana los corredores se quitan la guayabera y se ponen el traje del cobrador del frac. Visitan pueblos, hacen llamadas e intentan recuperar lo que les deben. A la larga, les sale rentable. Debe ser as¨ª porque en caso contrario no seguir¨ªan en el oficio. -
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