Solidaridad en la diferencia
En una famosa charla pronunciada ante los dominicos en Par¨ªs, el escritor y fil¨®sofo franc¨¦s Albert Camus dijo: "El di¨¢logo s¨®lo es posible entre personas que permanecen fieles a lo que son y que dicen la verdad. El di¨¢logo no tiene sentido si no hay verdad. La ¨²nica base sobre la que puedo construir una comuni¨®n con los creyentes de otras religiones es la b¨²squeda com¨²n de la verdad".
Estas palabras de Camus resuenan hoy en un mundo de sociedades y culturas en r¨¢pida transformaci¨®n. Sin embargo, cuando Camus habla de una "b¨²squeda com¨²n de la verdad", est¨¢ subrayando el hecho de que no tiene sentido entablar el di¨¢logo si los interlocutores no dicen la verdad. Y tambi¨¦n afirma que la ¨²nica base sobre la que podemos construir un di¨¢logo compartido con los representantes de otras tradiciones y culturas es la b¨²squeda com¨²n de la verdad. En un mundo que ha perdido confianza en el poder de la verdad, creer que, juntos, podemos vivir en la verdad, puede servir para curar intolerancias y confrontaciones violentas.
Ninguna cultura es humanista si se encierra en s¨ª misma y vive sin las dem¨¢s
Ninguna cultura puede representar toda la verdad de la vida humana
En palabras de Havel, "la verdad prevalece para quienes viven en la verdad". Pero aunque muchos aplaudieron esa idea en su momento, a la hora de la verdad carecen de ese s¨®lido concepto de verdad que les permita hacer frente hoy a problemas como la violencia, la corrupci¨®n y el fundamentalismo.
La gente cre¨ªa que el final de la Guerra Fr¨ªa iba a permitir un nuevo mundo de felicidad y responsabilidad moral, pero de pronto est¨¢ d¨¢ndose cuenta de que ¨¦ste es un mundo muy manipulador y peligroso. Y cuando uno ve los peligros, ve la enorme importancia que tiene el hecho de liberar la verdad sin ninguna responsabilidad. "Vivir en la verdad", como nos propone Havel, es un concepto admirable y necesario. Aunque no puede concretarse en ninguna actividad, la mejor forma de definirlo es como una revuelta contra la manipulaci¨®n que lleva a cabo el sistema actual. Por consiguiente, aunque vivir en la verdad no es un acto pol¨ªtico, s¨ª es el punto de partida para todos los actos pol¨ªticos en la sociedad. Y la verdadera esfera de di¨¢logo es el campo en el que se libra la batalla moral entre vivir en la verdad y vivir una mentira.
Vivir en la verdad refuerza una actitud moral respecto a la cuesti¨®n mundial de la diversidad y el respeto a las diferencias. Es el acto de negarse a participar en las mentiras cotidianas que constituyen la base de las intolerencias y los fundamentalismos, tanto los laicos como los religiosos. Vivir en la verdad es, por tanto, una estrategia que requiere un di¨¢logo entre individuos y culturas dirigido a romper el c¨ªrculo vicioso de odio e indiferencia y a evitar el efecto destructivo de las acciones violentas.
La necesidad de oponernos a la indiferencia y la violencia nos lleva a la pregunta de c¨®mo identificar el espacio de la diversidad cultural incluyendo el reconocimiento del papel desempe?ado por la sociedad civil en la lucha por el pluralismo social y pol¨ªtico. La reflexi¨®n sobre el pluralismo de valores y la reacci¨®n ante las diferencias culturales forman el centro del espacio que ha logrado labrarse la pol¨ªtica de la diversidad.
Lo que la pol¨ªtica de la diversidad pide no es el mero hecho de tolerar las diferencias, sino de afirmarlas por s¨ª mismas y como forma de facilitar un sentimiento de solidaridad y comunidad. Es m¨¢s que una filosof¨ªa de "vive y deja vivir". La pol¨ªtica de la diversidad parte de la premisa de que la afirmaci¨®n del car¨¢cter ¨²nico de la humanidad va de la mano del derecho al pluralismo cultural y a las diferencias culturales. La idea fundamental es que el sentimiento de pertenencia a una cultura mundial sugiere la idea de di¨¢logo intercultural y una disposici¨®n a acoger y administrar las diferencias culturales, religiosas y ¨¦tnicas. En otras palabras, cada cultura y tradici¨®n puede mantener su identidad s¨®lo en un contexto en el que exista inter¨¦s por la cultura humana en su conjunto. Es decir, la diversidad s¨®lo puede florecer en un espacio en el que se reconozca su valor.
La diversidad cultural presupone distintas formas de vivir juntos y participar en la vida cultural que uno quiera. La idea del pluralismo cultural o la interculturalidad est¨¢ unida a la de las diferencias en el mundo. Incluso parece que el propio concepto de cultura se ha extendido e influye en el de identidad. Como consecuencia, la interculturalidad no empieza simplemente donde acaban las fronteras de un Estado, y el respeto a la identidad cultural puede incluir los derechos de los grupos y de los individuos. Hoy en d¨ªa, hay una visi¨®n caleidosc¨®pica del mundo que ha sustituido al discurso monol¨ªtico lineal y ha generado cambios constantes en el pensamiento relacional que inspira nuestro legado cultural com¨²n. Este legado cultural com¨²n se presenta como una vasta red de interconexiones que se unen en un caso de coexistencia.
El car¨¢cter mutuo de las diferencias hace que el di¨¢logo sea una necesidad en nuestro mundo, porque est¨¢ presente en los intercambios de todo tipo: en el plano cultural en forma de multiculturalismo; en el plano de la identidad como identidades fronterizas, y en el plano del conocimiento como un espectro de interpretaciones. Si estamos de acuerdo en que el di¨¢logo implica cierto tipo de intercambio de opiniones, seguramente podemos centrar nuestra atenci¨®n en el aspecto dial¨®gico de la diversidad. La diversidad, desde luego, no puede nunca ser objeto de celebraci¨®n sin un di¨¢logo ¨¦tico y hermen¨¦utico en el que los interlocutores traten de aprender de la otra cultura.
Para manejar una pol¨ªtica de la diversidad, la sociedad necesita desarrollar y gestionar las distintas identidades culturales mediante el descubrimiento de una l¨®gica de la unidad que sirva de compromiso creativo entre las diferentes comunidades. Es decir, en vez de acentuar las virtudes de una libertad atomizadora, la pol¨ªtica de la diversidad hace hincapi¨¦ en c¨®mo pueden tener los ciudadanos de una sociedad un papel m¨¢s importante en la esfera p¨²blica, a base de abrir las fronteras mentales entre los representantes de distintas culturas. En el coraz¨®n de esta pol¨ªtica de la diversidad podemos hallar una ¨¦tica de mutua comprensi¨®n que fomente el cultivo de valores compartidos por todos los ciudadanos. M¨¢s a¨²n, esa ¨¦tica de mutua comprensi¨®n alimenta un sentimiento com¨²n de pertenencia a una cultura com¨²n de base intercultural, que une distintas identidades culturales y religiosas y, al mismo tiempo, respeta sus diferencias. Dado que las culturas diferentes representan distintas concepciones de la buena vida y no captan m¨¢s que una parte de todo el destino humano, se necesitan entre s¨ª para comprender el significado de la vida. Ninguna cultura puede representar toda la verdad de la vida humana. Eso no quiere decir que todas respeten la libertad humana y los derechos individuales de la misma forma ni que merezcan el mismo respeto, pero s¨ª que ninguna cultura es tan humanista como parece si est¨¢ encerrada en s¨ª misma y es capaz de vivir sin las dem¨¢s.
Ramin Jahanbegloo, fil¨®sofo iran¨ª, es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Toronto. Traducci¨®n de M. L. Rodr¨ªguez Tapia
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