Opulencia e indiferencia
Un dato me ha llamado especialmente la atenci¨®n de la ¨²ltima edici¨®n del Observatorio Pol¨ªtico Auton¨®mico (2007), donde se recogen los resultados de los sondeos de opini¨®n, que anualmente realizan la Universidad de Granada, la Universidad Aut¨®noma de Barcelona (a trav¨¦s del Institut de Ci¨¨ncies Pol¨ªtiques i Socials), la Universidad del Pa¨ªs Vasco y la Universidad de Santiago de Compostela para cuatro comunidades aut¨®nomas: Andaluc¨ªa, Catalu?a, Euskadi y Galicia. Ante la pregunta sobre qu¨¦ sentimientos le inspira la pol¨ªtica, se contesta mayoritariamente desconfianza en Galicia y Andaluc¨ªa con un 41,9% y un 34,6%, respectivamente. En Euskadi la respuesta con mayor porcentaje es inter¨¦s (26,4%). En Catalu?a, el sentimiento mayoritario que inspira la pol¨ªtica es indiferencia (30,2%). No se pueden inferir verdades en la interpretaci¨®n de estos datos, pero s¨ª se pueden plantear hip¨®tesis o descubrir posibles tendencias. En todo caso, los sondeos sirven m¨¢s para prevenir que para predecir.
No hay libertad para todos mientras no acabemos con la indiferencia ante el mal y la opresi¨®n sobre el otro
As¨ª, y con toda la prudencia necesaria, el dato est¨¢ ah¨ª: el sentimiento relativamente mayoritario que inspira la pol¨ªtica entre los ciudadanos de Catalu?a es la indiferencia. No hay menosprecio mayor para la pol¨ªtica. La desconfianza indica, como m¨ªnimo, una actitud cr¨ªtica ante la pol¨ªtica oficial de quien no se f¨ªa de los pol¨ªticos y de los poderes p¨²blicos. La indiferencia expresa el divorcio total entre ciudadan¨ªa y poderes p¨²blicos. Da igual qui¨¦n est¨¦ en el Gobierno. La pol¨ªtica no interesa. Los ciudadanos que as¨ª piensan est¨¢n convencidos de que sus vidas no dependen de los vaivenes de la pol¨ªtica y, por esto, les da igual.
A su vez, en Euskadi es donde quedan m¨¢s creyentes en la pol¨ªtica, lo que expresa mayor compromiso pol¨ªtico y, probablemente tambi¨¦n, mayor conflicto pol¨ªtico. En el Pa¨ªs Vasco la pol¨ªtica se vive mucho m¨¢s que en el resto de Espa?a, fruto de la divisi¨®n nacionalista presente en la sociedad vasca. El nacionalismo marca la diferencia donde todas las dem¨¢s distinciones ideol¨®gicas se han esfumado o casi. La distinci¨®n izquierda-derecha es cada vez menos presente, va desvaneci¨¦ndose y los hay que proclaman incluso que ya carece de sentido. No ser¨¢ porque todas las estad¨ªsticas no repitan y subrayen las crecientes desigualdades sociales, la abismal distancia entre ricos y pobres. Pero es verdad que un n¨²mero muy elevado de ciudadanos viven en la opulencia, que es como una sociedad de consumo con exponencial. En la sociedad opulenta se vive la frustraci¨®n del consumo, porque uno no puede consumir todo lo que desea y puede comprar. A mejor vida material, m¨¢s conservadores, aunque guste m¨¢s la etiqueta progresista. La mayor¨ªa de ciudadanos se sit¨²a pol¨ªticamente en el centroizquierda, pero vive en el centroderecha. En el Pa¨ªs Vasco, el nada despreciable porcentaje del 88% de los ciudadanos consultados contesta que las cosas les fueron personalmente muy bien o bien en el a?o 2006. En Catalu?a, el 63,6%. En Andaluc¨ªa, el 66,2%. En Galicia, el 53,4%. ?Qui¨¦n fuera vasco en lo econ¨®mico! Y... ?tendr¨¢n raz¨®n los ciudadanos gallegos en ser los m¨¢s desconfiados?
En las sociedades opulentas los ciudadanos pueden permitirse el lujo de ser indiferentes ante la pol¨ªtica. Las mejores condiciones de vida no suponen una mayor implicaci¨®n directa en los asuntos p¨²blicos. Para esto est¨¢n los intendentes o apoderados, tal como escribi¨® el perspicaz Benjam¨ªn Constant en De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos. Dec¨ªa: "Los individuos pobres se ocupan ellos mismos de sus asuntos; los hombres ricos se valen de intendentes". Como observa agudamente Andr¨¦s de Francisco en su libro Ciudadan¨ªa y democracia (2007), los pobres son "individuos", mientras que los ricos son "hombres" que aseguran sus intereses mediante el control y la vigilancia de sus intendentes, es decir, de sus representantes en el parlamento. Los pobres no tienen m¨¢s tiempo vital que cuidar de sus asuntos, es decir, de su subsistencia. Todav¨ªa la sociedad civil est¨¢ esencialmente dividida en dos: los individuos y los ciudadanos, aunque ciertamente son m¨¢s los que viven c¨®modamente bien en las llamadas sociedades desarrolladas y modernas. Cuando se habla de sociedad civil, nos estamos refiriendo a estos dos tercios de ciudadanos que responden estar satisfechos de c¨®mo les van las cosas, y nos olvidamos del resto. ?ste es un escenario adecuado para afirmar el fin de las ideolog¨ªas, para promover un nuevo tipo de pol¨ªtico: el pol¨ªtico gestor. No se trata ya de cambiar el mundo, sino de gestionarlo. El capitalismo ha alcanzado la felicidad y este mundo, que da lecciones de democracia desde Washington a Berl¨ªn, huele m¨¢s a dinero que a libertad.
Es as¨ª como los ciudadanos libres exigen a sus poderes p¨²blicos que garanticen la seguridad de sus bienes y adopten medidas ante los peligros de un mundo tan desigual, en el que se necesitan inmigrantes para el trabajo esclavo y un intercambio ventajista en las relaciones econ¨®micas. Los valores ceden ante los intereses, y los pol¨ªticos que triunfan venden populismo y espect¨¢culo medi¨¢tico, como Sarkozy, el zorro. Incluso a Zapatero y a sus asesores se les va la mano en esta direcci¨®n, con sus cheques y sus campa?as populistas, mal escritas con Z de Zapatero. El problema es general y no hay soluci¨®n en un solo pa¨ªs. La indiferencia ante la pol¨ªtica, que muestran una parte importante de los catalanes, es un fen¨®meno propio de una comunidad que est¨¢ m¨¢s cerca de la Europa democr¨¢tica y que ya bebe de esta indiferencia, que tambi¨¦n forma parte de la cultura pol¨ªtica de nuestros, en otro tiempo, admirados vecinos europeos. A m¨¢s opulencia, m¨¢s indiferencia. Y ante el riesgo de perder bienestar, m¨¢s intransigencia. Al final, el pol¨ªtico zorro dar¨¢ paso al pol¨ªtico le¨®n, el rey de la selva. Vivimos bien pero vamos mal. Una paradoja que s¨®lo se supera siendo menos indiferentes y asumiendo la obligaci¨®n moral de implicarnos en la defensa de lo ajeno y no s¨®lo de lo propio. No hay libertad para todos mientras no acabemos con nuestra indiferencia ante el mal del otro, ante la opresi¨®n sobre el otro.
Miquel Caminal es profesor de Ciencia Pol¨ªtica de la UB
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