Joni Mitchell al cuadrado
Nunca antes hab¨ªa pensado en los textos de las canciones, nunca", afirma Herbie Hancock al hablar de su ¨²ltimo disco. "Quer¨ªa que las letras fueran la base del proyecto, que todo surgiera de las letras y de su significado". Con esa idea en la cabeza, nada mejor que girar la mirada hacia el cancionero de la canadiense Joni Mitchell -nacida Roberta Joan Anderson en 1943-, indiscutiblemente uno de los m¨¢s s¨®lidos, profundos y po¨¦ticos de la canci¨®n de los ¨²ltimos cuarenta a?os.
River: The Joni letters (Verve) es el t¨ªtulo del acercamiento del pianista de Chicago a las canciones de la poeta y cantante canadiense. Un acercamiento realizado con un grupo de puro ensue?o: el saxofonista Wayne Shorter, el contrabajista Dave Holland, el bater¨ªa Vinnie Colaiuta, el guitarrista Lionel Loueke y las voces, seg¨²n los temas, de Norah Jones, Tina Turner (s¨ª: Tina Turner), Luciana Sousa y Corinne Bailey Rae.
La propia Joni Mitchell y, sobre todo, un estremecedor Leonard Cohen, compatriota, en el papel de rapsoda, ponen el ¨¦nfasis po¨¦tico en un proyecto eminentemente jazz¨ªstico (el Nefertiti instrumental incluido puede entrar directamente en el olimpo de la especialidad).
Las casualidades nunca suelen serlo: el disco de Hancock ha coincidido en el mercado con el ¨²ltimo trabajo de Mitchell: Shine (Hear Music). "El m¨¢s serio que nunca he realizado", explica Mitchell, y algo de raz¨®n lleva porque algunos de los temas merecen alcanzar el estatus de cl¨¢sicos de su repertorio. Como lo es Big yellow taxi, revisado aqu¨ª con altas dosis de intimidad e introspecci¨®n. El resto de canciones son todas nuevas (las primeras en casi una d¨¦cada) e interpretadas con una cercan¨ªa reconfortante. Balance¨¢ndose siempre de un extremo a otro, Mitchell ha dejado de lado los deliciosos arreglos orquestales de sus ¨²ltimos discos para reducirlo todo a lo m¨ªnimo necesario: pocos m¨²sicos (a destacar el saxo de Bob Sheppard) e interpretando ella misma la mayor¨ªa de instrumentos.
Shine es la punta del iceberg de un alud de creatividad inusual en la canadiense, que act¨²a poco y graba a¨²n menos. A primeros de a?o, estren¨® en Calgary The fiddle and the drum, un ballet creado y dirigido por ella sobre sus propias composiciones, y hace pocos d¨ªas, el 29 de octubre, particip¨® en Los ?ngeles en el concierto de homenaje a Herbie Hancock, en el que cant¨® dos temas, uno de ellos, Tea leaf prophecy, que tambi¨¦n borda en el disco del pianista rezumando sensualidad y belleza.
Shine y River no marcan el primer encuentro entre Hancock y Mitchell. A mediados de la d¨¦cada de 1970, el bajista Jaco Pastorius fue el puente que les acerc¨®, y en 1979 Hancock puso sus teclados al servicio de Mitchell en el recordado Mingus, una obra incomprendida en su momento que ser¨ªa necesario revisar de inmediato. M¨¢s recientemente, Hancock volvi¨® a poner su piano en los monumentales Both sides now (2000) y Travelogue (2002). La canadiense le devolvi¨® la visita en 1998 cantando (y ?c¨®mo!) dos canciones en el proyecto Gershwin del pianista. -
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