Sin salir del c¨ªrculo
La escenograf¨ªa era la misma de ediciones anteriores. El invitado est¨¢ sobre un semic¨ªrculo negro y los ciudadanos invitados, en gradas azules. Montilla apenas cruz¨® su territorio, no se acerc¨® a los pupitres. Mantuvo las distancias y gesticul¨® poco. Recib¨ªa las preguntas con una sonrisa de estricta gentileza.
Cuando las c¨¢maras volaban sobre el gran plat¨®, todos quedaban igual de peque?itos, lejanos. En cambio, cuando se ofrec¨ªan simult¨¢neamente los primeros planos de quien preguntaba y de quien respond¨ªa, mejoraba la sensaci¨®n de cercan¨ªa, de di¨¢logo.
No fue una rueda de prensa cortesana. Las preguntas m¨¢s dif¨ªciles fueron las que sal¨ªan de circunstancias personales ("cobro 350 euros de pensi¨®n", "tengo una hija discapacitada") y las m¨¢s inc¨®modas, las que trataban del salario de los pol¨ªticos y del dinero de los partidos.
Montilla habl¨® lentamente, como un profesor que quiere que sus alumnos puedan tomar apuntes tranquilamente y entiendan lo que se les dice. Se sab¨ªa casi todo el temario. Empez¨® hablando como si estuviera en una comisi¨®n parlamentaria y a medida que avanzaba el programa, gan¨® en cordialidad y tono coloquial, pero sin dar la sensaci¨®n de comodidad. Las preguntas se hicieron en catal¨¢n y en castellano. Montilla permaneci¨® en el catal¨¢n salvo con una pregunta muy directa sobre pr¨¦stamos condonados al PSC, la que peor esquiv¨®. El catal¨¢n de Montilla va mejorando. Administra mejor la ese sonora, pero patina todav¨ªa con la o ¨¢tona y la y, que pronuncia en castellano. Dice "aleccionar" en lugar de "alli?onar", "alrededor"... pero habla del "rerapa¨ªs".
Ya es sabido que Montilla no tiene habilidades dial¨¦cticas, cosa que le perjudica en el debate pero, al mismo tiempo, da a su relato la misma incertidumbre, normalidad, que tienen los relatos de los otros ciudadanos. Es un pol¨ªtico que no ha aprendido artima?as oratorias y eso, al final, resulta higi¨¦nico.
Algunos invitados acudieron a la repregunta demostrando su escaso convencimiento con la respuesta. "No me est¨¢ contestando, se?or Montilla", le replic¨® una invitada. "No me ha dicho nada de la N-II", le reproch¨® otro. Pero Montilla tampoco se ahorr¨® sus propias preguntas, para saber m¨¢s del problema personal del que le hablaban -ah¨ª es donde estaba mejor, interes¨¢ndose por lo particular- o precisar la intenci¨®n de la pregunta.
La muestra de ciudadanos fue bastante pol¨ªcroma en edades, procedencias y preocupaciones.
Montilla no dio sorpresas. Prefiri¨® defender la gesti¨®n que acudir a cultivar ning¨²n imaginario. Ah¨ª est¨¢ el reto que le plante¨® un invitado: si su lema electoral fue "hechos y no palabras", no vale la palabrer¨ªa.
Mariano Rajoy, en su d¨ªa, invit¨® a una persona para acabar de hablar de un tema, el Estatuto, en su despacho. Anoche, el prograna termin¨® con la invitaci¨®n de Montilla a quienes no pudieron hacer su pregunta a hac¨¦rselas en el Palau de la Generalitat. Seguro que la aprovechar¨¢n.
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