Los zombies muerden a la tele

Ignoro si todav¨ªa existen espectadores que se acercan al cine sin poseer referencias de lo que van a ver, gui¨¢ndose por su instinto, su capricho o su indiferencia, sin estar condicionados por la publicidad, el consejo de gente que consideran fiable, la cr¨ªtica o la informaci¨®n, por ese ritual, tradici¨®n o escape consistente en "meterse en el cine" o por ese anhelo que parece trivial pero cuyo enunciado a m¨ª siempre me ha fascinado por su aroma entre nihilista y metaf¨ªsico, denominado "matar el tiempo".

Si pertenecen a esa conformista tribu y se tropiezan con REC pueden pensar con gesto estupefacto y mosqueo creciente durante la media hora inicial que han pagado una entrada para ver lo que la televisi¨®n les ofrece abundantemente y gratis en los programas de telerrealidad. En ella, una presentadora tan moderna como hiperactiva, locuaz y desinhibida, acompa?ada de un c¨¢mara que intenta registrar hasta el menor detalle, nos muestra la vida cotidiana en un parque de bomberos. Todo es amabilidad y colegueo entre la periodista empe?ada en captar la pintoresca realidad y esos hombres encargados de enfrentarse a los temibles desastres dom¨¦sticos que amenazan a la comunidad.

Y estamos encantados ante la placidez y los tiempos muertos de los heroicos guerreros que se exponen a que el siempre terror¨ªfico fuego les devore, pero, al igual que la conductora de ese programa, estamos deseando que comience la acci¨®n pura y dura, que reciban una llamada pidi¨¦ndoles auxilio, que se disparen las alarmas.

Cuando eso ocurre y los campechanos bomberos asumen que tienen trabajo nocturno en una comunidad vecinal, alarmada por el incansable e insoportable griter¨ªo que est¨¢ montando una de sus habitantes, los espectadores desinformados pueden pensar que s¨®lo es una prolongaci¨®n del docudrama, que van a seguir siendo testigos de la profesionalidad de esta gente en un incidente sin consecuencias graves, pero los que conocemos el curr¨ªculum art¨ªstico de los aparentes documentalistas Jaume Balaguer¨® y Paco Plaza sabemos que los gritos de la vieja abren las puertas del infierno, que los zombies se van a poner las botas, que los viciosos del gore van a recibir su ansiada dosis, que el p¨¢nico y la enloquecida supervivencia van a tomar el absoluto protagonismo en lo que queda de agobiante metraje.

Y el firmante, que no alberga demasiada querencia hacia este sanguinolento g¨¦nero, reconoce que esa tensi¨®n se le contagia un poco, que me llevo alg¨²n susto, que hay talento en sus creadores y que consiguen lo que se proponen.

El aquelarre funciona aunque resulte previsible y todo te suene a d¨¦j¨¤ vu. Lo que m¨¢s me atrae de REC es su original planteamiento, la sensaci¨®n de veracidad que desprende esa falsa telerrealidad, la mordaz descripci¨®n de los vecinos. Lo ¨²nico que mi cobard¨ªa no entiende es el sentido del deber de ese c¨¢mara que sigue filmando a los que se lo van a zampar. Lo normal es que saliera corriendo. Pero si lo hiciera no existir¨ªa REC.