No soy "coraz¨®n"
Haciendo tiempo para ver el telediario me encuentro a esa se?ora tan esforzadamente natural y sexy llamada Anne Igartiburu, la maestra de ceremonias en las habilidades danzarinas de tanto ex famoso en horas p¨¢lidas (aunque casi siempre ignoro las razones de esa fama) y la desinhibida se?ora que se permite el intolerable lujo de llamarnos coquetonamente a los espectadores "corazones", lo cual me provoca m¨¢s estupor y urticaria que si me denominara "capullo", pidiendo a los mirones que llamen a un tel¨¦fono desvelando la identidad de uno de los personajes de Coraz¨®n de oto?o que muri¨® la semana pasada. Si aciertan, participar¨¢n en la rifa de una consola y de un televisor. Lo han adivinado ustedes. Se trata de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez. Y dices: "Un respeto, madame". No quiero imaginar los incendiarios insultos que saldr¨ªan de la ¨¢cida boca del ilustre finado al constatar c¨®mo el vertedero trata de incluirlo entre su fauna habitual.
Hay fuego y odio en el arranque de las noticias del mundo. Los chavales de la periferia de Par¨ªs, carne de lumpen y nacidos para perder, hijos de inmigrantes con futuro gris¨¢ceo o sombr¨ªo, nihilistas forzosos, est¨¢n desafiando al pragm¨¢tico sheriff Sarzoky, enfrent¨¢ndose con sa?a a la madera. Cuentan que la primera haza?a de la kaleborroka parisiense ha consistido en quemar una biblioteca y una escuela infantil. Mal negocio una revoluci¨®n que comienza abrasando libros, con la de bancos (de pasta, no de sentarse) que hay en Par¨ªs.
Tambi¨¦n se refieren a dos familiares de gente asesinada por ETA que cuentan su intolerable experiencia a los cr¨ªos de un colegio. A la pregunta de una ni?a sobre cu¨¢l ser¨ªa su reacci¨®n si un d¨ªa se encontrara en la calle con el asesino de su hermano, la v¨ªctima responde: "Le dir¨ªa, tranquilo, que yo no te voy a matar". Y sigo flipando con la renuncia a la muy humana venganza y la consecuente tranquilidad de los matarifes que destrozaron tu vida.
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