La ciencia experimental como una empresa
El exceso de notoriedad que se est¨¢ dando al mundo cient¨ªfico experimental, unido al desconocimiento sobre qu¨¦ es lo que realmente ocurre en ese mundo, podr¨ªa perjudicar seriamente a quienes nos dedicamos a la investigaci¨®n experimental. Hablar de la ciencia y de sus triunfos, sin contraponer sus carencias, hace que la sociedad imagine la ciencia como algo esencialmente dulz¨®n y f¨¢cil de realizar, como si de cualquier otro trabajo se tratase. Y esto no es as¨ª en absoluto.
El trabajo cient¨ªfico deber¨ªa encuadrarse dentro de la categor¨ªa de trabajos liberales, entendiendo por tales aquellos exentos de ordenaci¨®n utilitaria. Nos lo dice Antonio Mill¨¢n Puelles en su libro La funci¨®n social de los saberes liberales. Adem¨¢s, precisa, el "saber liberal" no significa lo mismo que la "profesi¨®n liberal". Esta ¨²ltima sigue formando parte del mundo del trabajo, mientras que aqu¨¦l es en s¨ª mismo ajeno a dicho mundo.
Hoy se pretende empresarializar la ciencia. Es decir, convertirla en un trabajo no liberal. Es todo un experimento. Porque desde sus inicios la investigaci¨®n se ha caracterizado por ser para pocos, un poco aislados, un poco cortos de dinero, pero gente llena de voluntad y de creatividad. Se van creando en los ¨²ltimos a?os suntuosos centros tecnol¨®gicos con la idea de comercializar la ciencia, poniendo l¨ªmite, en ocasiones, a la libertad que el propio cient¨ªfico deber¨ªa tener para desarrollar su trabajo. Tal vez sea una forma de esclavitud cient¨ªfica. Habr¨¢ que analizarlo con el paso del tiempo. Lo cierto es que esta cultura que hoy se extiende a pasos agigantados por nuestro pa¨ªs ya ejerce su influencia incluso en las agencias de evaluaci¨®n cient¨ªfica, las que conceden el dinero p¨²blico para que un investigador haga frente a los gastos propios de su proyecto de investigaci¨®n. Estas agencias tienden a ver con buenos ojos las macrocolaboraciones, y penalizan m¨¢s que nunca el quehacer de los grupos cient¨ªficos tradicionales.
En Estados Unidos, sin embargo, sigue imperando el grupo peque?o de investigaci¨®n. Se fomenta as¨ª la creatividad. Gracias a ello se realizan descubrimientos en ciencia b¨¢sica que posteriormente pueden convertirse en ciencia aplicada. Incluso se patenta m¨¢s que en Europa, sin perseguir exclusivamente la idea de la patente por s¨ª misma. Eso s¨ª, dentro de un mercado que garantiza la libertad de investigaci¨®n y que paga bien a quien consigue resultados.
Espa?a y Europa van por otro camino. Lejos de liberalizar la investigaci¨®n financiando grupos peque?os (y grandes tambi¨¦n) que funcionen, tienden uniformemente a la idea lanzada desde la Comisi¨®n Europea, de financiar m¨¢s y mejor a grupos grandes, o, m¨¢s a¨²n, muy grandes. Nuestro pa¨ªs, copiando a los de su entorno, acomplejados todos por no patentar tanto como en Estados Unidos, pretende que el cient¨ªfico investigue, desarrolle y patente. Todo a la vez, y dentro de un macrogrupo que dirige y controla el quehacer del cient¨ªfico.
Los investigadores experimentales han comenzado a abandonar su "saber liberal" derivando hacia una estrategia que implanta un estilo empresarial en el quehacer cient¨ªfico. Seg¨²n esta tendencia, considero que s¨®lo los investigadores de las ciencias humanas est¨¢n a salvo. El resto, por exceso de prensa, de pol¨ªtica y de gente que habla de ciencia, est¨¢ condenado a perder su identidad. Quienes luchen por no perderla, continuando con el puro estilo cient¨ªfico como "saber liberal", deber¨¢n trabajar m¨¢s y mejor que los dem¨¢s, cuidando la creatividad m¨¢s que la productividad. Tendr¨¢n muy dif¨ªcil la financiaci¨®n de su peque?o grupo en los a?os venideros.
Prep¨¢rense algunos a sufrir de verdad por exceso de vocaci¨®n y buen celo cient¨ªfico. Sepan, no obstante, que Cajal, en su obra Reglas y consejos sobre investigaci¨®n cient¨ªfica: los t¨®nicos de la voluntad, les anima a seguir empecinados en su labor, aun reconociendo que trabajar as¨ª (en grupo peque?o, mal financiado, casi a espaldas de la t¨®nica general), es propio de h¨¦roes. Sirvan a algunos de consuelo sus consejos: "Para la obra cient¨ªfica, los medios son casi nada y el hombre lo es casi todo", y "m¨¢s que escasez de medios, hay miseria de voluntad".
Javier S¨¢ez Castresana es doctor en Medicina y director de la Unidad de Biolog¨ªa de Tumores Cerebrales en la Universidad de Navarra.
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