La locura en plata del Rey Sol
El lujoso mobiliario que encarg¨® Luis XIV vuelve a Versalles - Cuadros y tapices recuerdan las joyas que el monarca fundi¨® para pagar sus guerras
Los enviados del rey Phra Narai, monarca de Siam, quedaron deslumbrados. Literalmente. Ven¨ªan de atravesar, a la luz de centenares de velas, aturdidos por la trompeter¨ªa y fascinados por el colorido del ropaje de la corte, ocho salones del gigantesco palacio de Versalles y ahora se encontraban en la interminable galer¨ªa de los espejos. Al fondo, sentado en un trono plateado que coronaba nueve escalones no menos plateados, estaba Luis XIV.
Corr¨ªa el a?o 1686. La mayor parte del mobiliario -mesas, espejos, butacas, candelabros, jarrones- de los salones reales era de plata. Y de plata maciza. La mesa pesaba 350 kilogramos; los espejos, 450; la balaustrada que proteg¨ªa el lecho real, m¨¢s de una tonelada. Pero nada parec¨ªa pesado, pues los orfebres de la ciudad alemana de Ausburgo hab¨ªan trabajado el metal con gran delicadeza, siguiendo en muchos casos los bocetos realizados por del pintor Le Brun.
El joven monarca sent¨ªa la necesidad de impresionar a otros soberanos
Vendi¨® por dos millones de libras los muebles para comprar ca?ones
Luis XIV hab¨ªa instalado la corte en Versalles en 1682. Era el mayor palacio de Europa y el rey se exhib¨ªa all¨ª en todo su esplendor. Y nada de lo que le rodeaba pod¨ªa desentonar. Si ¨¦l era el Rey Sol, sus muebles tambi¨¦n deb¨ªan refulgir. Gracias a la reforma fiscal propiciada por el ministro Colbert, las arcas del Estado se desbordaban y el joven rey ten¨ªa la necesidad de impresionar a otros soberanos y satisfacer su inagotable vanidad. Para ello, nada mejor que una gama completa de mobiliario de plata.
Muchos siguieron su ejemplo. La reina Cristina de Suecia tambi¨¦n quiso sentarse en un trono de plata. El pr¨ªncipe electo de Sajonia y futuro rey de Polonia, tras visitar Versalles, puso plata bajo sus augustas posaderas. Y los zares de Rusia. Y la monarqu¨ªa danesa, los pr¨ªncipes de Hannover, la reina de Inglaterra, la princesa Esterhazy... y seguido, otras grandes familias aristocr¨¢ticas europeas se dejaron seducir por el brillo de la plata.
M¨¢s de tres siglos despu¨¦s, y con la colaboraci¨®n del decorador Jacques Garc¨ªa, estrella en el mundillo del interiorismo de hoteles de lujo, el palacio de Versalles vuelve a presentar tanto lujo en plata. No es el mobiliario original de Luis XIV porque tal cosa no existe. El rey franc¨¦s, tras gastarse 10 millones de libras durante 20 a?os en decorar sus salones, necesit¨® dinero. Su gloria, su poder¨ªo, se hab¨ªan vuelto en su contra. La mayor¨ªa de casas reales europeas se coalig¨® contra el vanidoso y declar¨® la guerra. Y el rey, para financiarla, otra vez quiso ser ejemplar: orden¨® fundir jofainas, sillas, jarrones, balaustradas y todo lo que poco antes simbolizaba su poder, para transformarlo en otra forma de poder, menos simb¨®lico y m¨¢s efectivo: el de los ca?ones.
Pero ya se sabe que las obras de arte son hijas del deseo y ¨¦ste s¨®lo tiene precio para quien lo siente. Cuando Luis XIV quiso vender no encontr¨® a nadie dispuesto a pagar lo que ¨¦l hab¨ªa desembolsado por los objetos. El monarca confiaba en recuperar seis millones, pero al final tuvo que conformarse con dos millones de libras. ?El resultado? Que sus soldados no tuvieron suficientes ca?ones.
Lo que se muestra en Versalles ahora y hasta el 9 de marzo, son muebles de plata conservados por otras monarqu¨ªas menos delirantes. La mejor colecci¨®n sigue siendo la danesa, que es la principal prestataria de la exposici¨®n. En muchos casos, los muebles son de madera, y fueron recubiertos de una fina capa de plata. En otros pocos, son tan macizos como los preferidos de Luis XIV.
Pero los mejores testigos de ese momento, de esos pocos a?os de sublime y descontrolado esplendor, son las pinturas, grabados o tapices en los que Luis XIV aparece en medio de su ins¨®lito mobiliario.
En varios casos, las obras de arte fueron realizadas de memoria, despu¨¦s de la fundici¨®n del tesoro. En algunos, incluso, evocan episodios reales ocurridos tras la venta de los tesoros, que los artistas decidieron incluir en los tapices. Si se trataba de una inversi¨®n en imagen, hab¨ªa que amortizarla hasta el fin.
Un pintor, Hall¨¦, inmortaliz¨® todo ese capricho en plata al crear una obra destinada a recordar los momentos de m¨¢xima gloria de Luis XIV. Y, muy especialmente, una recepci¨®n que brind¨® el rey sol al duque de G¨¦nova. El d¨ªa de 1685 en que esto sucedi¨®, el visitante necesit¨® m¨¢s de media hora para abrirse paso hasta el majestuoso trono real.
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