Poeta de la oscuridad
Al ser Bu?uel el creador de cine, junto a Chaplin y Welles, que ha generado m¨¢s bibliograf¨ªa, ensayos, memorias, citas literarias, estudios y referencias impresas, la justificada mitolog¨ªa que acaparaba consegu¨ªa que los adolescentes cin¨¦filos y con afici¨®n a la lectura en la Espa?a de la d¨¦cada de los sesenta tuvieran toneladas de informaci¨®n sobre su legendario cine y su compleja personalidad antes de haber visto sus pel¨ªculas, ya que las m¨¢s problem¨¢ticas estaban anatemizadas por la censura y el resto sufr¨ªan el desd¨¦n de los perspicaces y arriesgados distribuidores. Parad¨®jicamente, la obra del artista espa?ol del siglo XX m¨¢s reconocido y venerado internacionalmente, junto a Picasso, era una ilustre desconocida en la desagradecida tierra que le pari¨®.
El s¨®lido rostro de este hombre tambi¨¦n nos resultaba identificable a trav¨¦s de las fotograf¨ªas a los que anhel¨¢bamos descubrir su arte. Lo cual no evit¨® a mis mit¨®manos 15 a?os ver paseando en soledad por una calle de Toledo a un se?or con apariencia de campesino taciturno que ten¨ªa la misma jeta que el blasfemo y ap¨¢trida Bu?uel. Superando el temblor de piernas y la turbadora sensaci¨®n de que acababa de ver a Dios en carne y hueso, fui siguiendo como un fan enloquecido al mitol¨®gico. Subi¨® a la torre de una iglesia y miraba ensimismado un campanario (a?os m¨¢s tarde descubr¨ª que ¨¦se era el escenario en el que Tristana so?aba con la cabeza de Don Lope colgando de un badajo), me atrev¨ª a pedirle un terrenal aut¨®grafo a alguien que mi imaginaci¨®n consideraba celestial, inabordable y hosco, fue educado, c¨¢lido, comunicativo y generoso con un cr¨ªo que podr¨ªa importunarle o distraerle. Nunca he vuelto a pedir un aut¨®grafo, pero guardo aqu¨¦l como un tesoro.
Poco despu¨¦s comprob¨¦ a trav¨¦s de los benditos cineclubes y posteriormente en puntuales y ¨¦picos viajes en autostop a los atracones de cine prohibido en Espa?a que te ofrec¨ªan en Biarritz y en pueblos del sur de Francia, que todo lo que hab¨ªa le¨ªdo o me hab¨ªan contado sobre la excepcionalidad del cine de este hombre era cierto, que lo suyo no era eso tan probable o frecuente del talento sino algo tan escaso, maravilloso y gen¨¦tico llamado genialidad, un universo tan personal como intransferible expresado a lo largo de los cincuenta fecundos a?os que transcurren entre El perro andaluz y Ese oscuro objeto del deseo.
No descubr¨ª ese mundo en orden cronol¨®gico sino an¨¢rquicamente, pero aunque no existieran los acreditativos t¨ªtulos de cr¨¦dito cualquier espectador con un m¨ªnimo de receptividad tiene claro que desde el plano de esa navaja de afeitar seccionando un ojo abierto a lo Fernando Rey con un inexplicable fardo al hombro, im¨¢genes que abren y cierran su obra, s¨®lo las puede haber concebido la misma persona. Da igual la ¨¦poca, el lugar y el idioma en el que haya rodado sus obsesiones, con presupuesto de lujo o con el posibilismo que le imponen los medios paup¨¦rrimos, con estrellas o con actores infames. El resultado no es cine franc¨¦s, mexicano o espa?ol. Es cine de Bu?uel.
Admitiendo que su personalidad es ancestral e inmediatamente reconocible en cada una de sus pel¨ªculas, yo siento racional adicci¨®n y renovada hipnosis por su larga y extraordinaria ¨¦poca mexicana. Tambi¨¦n por dos obras maestras tituladas Viridiana y Tristana. De sus or¨ªgenes y sus variados retornos a Francia, lo que m¨¢s me gusta, adem¨¢s de su bautizo en las inmarchitables explosiones surrealistas de El perro andaluz y La edad de oro -no est¨¢ clara la responsabilidad que le corresponde a Dal¨ª, cual fue la aportaci¨®n en esas bombas con efectos perdurables del brillante "avida dollars"- son la corrosiva y fetichista Diario de una camarera y la siempre misteriosa historia de la mod¨¦lica se?ora burguesa que ejerce de puta diurna en Belle de jour. No me apasionan sus muy profesionales pero tambi¨¦n contenidas As¨ª es la aurora, La muerte en este jard¨ªn, Los ambiciosos o las tan bien vestidas como fr¨ªas La V¨ªa L¨¢ctea, El discreto encanto de la burgues¨ªa y El fantasma de la libertad, pel¨ªculas masivamente frecuentadas y comentadas por un p¨²blico ansioso de obtener el diploma cultural y el "ponga el Bu?uel m¨¢s sofisticado en su mesa". ?l segu¨ªa a lo suyo, a pesar del oscar, del reconocimiento de todas las academias, de la admiraci¨®n de la plana mayor del gran cine norteamericano (Ford, Hitchcock, Wilder, Mamoulian, Wyler y Cukor, entre otras luminarias, le rinden tributo al guerrillero que nunca perdi¨® su pureza art¨ªstica, su perturbadora visi¨®n de las personas y las cosas), de que la transgresora marca Bu?uel se cotice inmejorablemente en el mercado de los mitos culturales.
El Bu?uel que m¨¢s amo, el que puedo revisar todos los a?os sin temor al desgaste, est¨¢ ambientado en M¨¦xico, hablado en espa?ol, fotografiado en blanco y negro y posee inconfundible y adictivo olor y sabor. Son los perdidos y acorralados ni?os del lumpen de Los olvidados, el irrecuperable y autodestructivo paranoico de ?l, el psicoanalizable y divertido matador de hembras Archibaldo de la Cruz en Ensayo de un crimen, las quijotescas desventuras a trav¨¦s de caminos polvorientos y rodeado de friquis del conmovedor padre Nazario en Nazar¨ªn, el tragic¨®mico enclaustramiento de los n¨¢ufragos urbanos en El ¨¢ngel exterminador, la amenazada soledad y las tentaciones que padece el eremita en Sim¨®n del desierto, la pulsi¨®n er¨®tica de La joven, la gozosa subversi¨®n del melodrama en las perversas Susana, demonio y carne y Abismos de pasi¨®n.
S¨®lo pudo o quiso rodar en Espa?a en tres ocasiones y los resultados siguen provocando escalofr¨ªos, incluido ese revolucionario documental titulado Las Hurdes, tierra sin pan. Que tuviera que permanecer f¨ªsicamente la mayor parte de su existencia fuera de sus ra¨ªces, no consigui¨® que perdiera sus se?as de identidad. Las geniales y raciales Viridiana y Tristana son el impagable regalo al cine espa?ol de un artista con memoria sentimental y privilegiada. Todo es turbador y memorable en la historia de esa mujer empe?ada en arreglar el mundo de los desheredados y convencida de que la caridad puede ser efectiva, en su desolado fracaso, en su integraci¨®n final en la vida real aceptando el tri¨¢ngulo carnal con su l¨²brico primo y su realista amante. Y es transparente que en el simult¨¢neamente admirable y detestable Don Lope de Tristana, Bu?uel ajust¨® cuentas consigo mismo, con los fantasmas, obsesiones y contradicciones de un personaje complejo al que conoc¨ªa demasiado bien.
Todo resulta inquietante en las im¨¢genes con las que este creador irrepetible expres¨® su visi¨®n del mundo. Dan miedo, intrigan y fascinan. Domina el lenguaje de los sue?os, es imprevisible, es el poeta de la oscuridad. -
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