Dos noches de 1927
La iniciativa parti¨® del sevillano Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas, el espada m¨¢s temerario de los ruedos espa?oles (y ya algo mayor para tal manera de torear), talentoso autor dram¨¢tico y fiel compa?ero de escritores, artistas y cantaores. ?No corr¨ªa a su final el a?o de gracia de 1927, tercentenario de la muerte del genial, andaluc¨ªsimo e injustamente postergado don Luis de G¨®ngora, a quien llevaban meses homenajeando los 'nov¨ªsimos' poetas espa?oles, algunos de ellos ¨ªntimos del diestro? ?No convendr¨ªa culminar los actos gongorinos con una gran fiesta po¨¦tica en la capital del sur? ?No ten¨ªa Ignacio en las afueras de la ciudad una hermosa finca, Pino Montano, muy apta para juergas? ?Y no era amigo del presidente del Ateneo, de quien podr¨ªa salir la invitaci¨®n formal?
Reivindicar a G¨®ngora conllevaba un aspecto l¨²dico, deportivo, tambi¨¦n propio de la generaci¨®n: permit¨ªa atacar la los "putrefactos" de la Academia
"En la generaci¨®n del 27 habr¨ªa que incluir a otros creadores: pintores, m¨²sicos, arquitectos, cineastas (?Bu?uel!)..."
As¨ª fue como, a mediados de aquel diciembre, llegaron en tren desde Madrid a orillas del Betis, en alegre peregrinaje juvenil y l¨ªrico, los siete astros residentes en la Villa y Corte denominados "brillante pl¨¦yade" por un diario sevillano: Federico Garc¨ªa Lorca, Rafael Alberti, Jos¨¦ Bergam¨ªn, Juan Chab¨¢s, Jorge Guill¨¦n, D¨¢maso Alonso y Gerardo Diego. Eran -con los ausentes Vicente Aleixandre y Pedro Salinas- las cabezas ya m¨¢s visibles de la hoy llamada generaci¨®n del 27, sin duda una de las m¨¢s sorprendentes y enjundiosas de toda la literatura espa?ola.
La noche del 16 de diciembre tuvo lugar la primera actuaci¨®n p¨²blica del grupo. Bergam¨ªn explic¨® el prop¨®sito de la visita: la proclamaci¨®n, bajo la tutela de G¨®ngora, de los nuevos valores art¨ªsticos. D¨¢maso Alonso discurri¨® sobre La altitud po¨¦tica de la literatura espa?ola. Le sigui¨® Chab¨¢s, con un an¨¢lisis de la actual narrativa patria. Lorca y Alberti cerraron la velada recitando los coros amebeos de la Soledad primera del maestro cordob¨¦s. En La arboleda perdida Alberti recordar¨ªa que la intervenci¨®n fue repetidamente interrumpida por los aplausos del aforo.
La noche siguiente result¨® a¨²n m¨¢s memorable. Gerardo Diego ley¨® una apasionada Defensa de la poes¨ªa, D¨¢maso Alonso un texto de Bergam¨ªn sobre las tendencias de la l¨ªrica espa?ola actual (el autor se hab¨ªa quedado af¨®nico por sus esfuerzos de la velada anterior). Despu¨¦s los poetas excursionistas y los de Sevilla compitieron, recitando cada uno composiciones propias, por los favores de una afici¨®n cada vez m¨¢s enfervorizada. Contendiendo con "la brillante pl¨¦yade" hab¨ªa poetas, eso s¨ª, de la talla de Luis Cernuda, Fernando Villal¨®n, Adriano del Valle y Joaqu¨ªn Romero Murube, colaboradores de la revista Mediod¨ªa, fundada en Sevilla el a?o anterior. Seg¨²n Rafael Alberti, si bien fueron jaleadas las d¨¦cimas de Guill¨¦n con estrepitosos ol¨¦s taurinos, el entusiasmo lleg¨® a su paroxismo cuando Lorca recit¨® una selecci¨®n de sus romances gitanos (s¨®lo publicados en libro al a?o siguiente).
Habr¨ªa que se?alar que exist¨ªa entre Madrid y Sevilla una conexi¨®n po¨¦tica ya para entonces casi m¨ªtica y que tal vez explica en parte la raz¨®n y el ¨¦xito de la visita de 1927. Se trata de la revista Grecia, fundada en 1918 por Isaac del Vando Villar, Adriano del Valle y otros, y que en 1920 se hab¨ªa trasladado a Madrid en busca de m¨¢s amplios horizontes. Grecia -que hoy, como otras muchas revistas de la ¨¦poca, se puede disfrutar en edici¨®n facsimilar- empez¨® a andar bajo el signo de Rub¨¦n Dar¨ªo y termin¨® resueltamente, ya rebasado el modernismo, en el ruidoso campo ultra¨ªsta, con importantes aportaciones extranjeras, sobre todo francesas (Huidobro, Apollinaire, Cocteau, Reverdy, Marinetti, Jacob, Picabia, Aragon, Cendrars...). Vando Villar declar¨®, a ra¨ªz del traslado a la capital, que ¨¦l y sus compa?eros estaban "arrepentidos y avergonzados" de su labor pret¨¦rita (lo cual era cargar demasiado las tintas). Tocaba ahora ponerse al d¨ªa, desprovistos de todo sentimentalismo. Bastaba de cisnes moribundos y de p¨¢lidas princesas. Pero la revista se extingui¨® pocos meses despu¨¦s de la mudanza. En Grecia publicaron tempranas colaboraciones Juan Larrea, Gerardo Diego, Pedro Garfias, Eugenio Montes y Guillermo de Torre, autor en 1925 de la asombrosa Literaturas europeas de vanguardia. Sevilla y Madrid formaban ya, pues, un eje po¨¦tico nada despreciable, fortalecido luego al fundarse Mediod¨ªa en 1926.
Las etiquetas crean su propia tiran¨ªa: limitan, excluyen, exageran, imponen. No conviene tomarlas demasiado al pie de la letra. La de generaci¨®n del 27 no se puede circunscribir en puridad a la poes¨ªa, ni a la literatura. Habr¨ªa que incluir a otros creadores: pintores, m¨²sicos, arquitectos, cineastas (?Bu?uel!)... Fue un aut¨¦ntico hormigueo art¨ªstico e intelectual producto de m¨²ltiples iniciativas y circunstancias anteriores. La represent¨® y expres¨® mejor que ninguna otra revista La Gaceta Literaria, fundada en Madrid a principios de 1927 por el incombustible Ernesto Gim¨¦nez Caballero y abierta a todas las corrientes del momento, nacionales e internacionales. La fecha de nacimiento media de la generaci¨®n, computando los casi quince a?os que van desde el de Salinas y S¨¢nchez Mej¨ªas (ambos de 1891) hasta 1905 (Manuel Altolaguirre), era de 1897. Todos ellos vivieron, j¨®venes, la resaca del "desastre" de 1898.
Flotaba en el ambiente de su adolescencia el recuerdo de la "Gloriosa Revoluci¨®n" de 1868, del sexenio progresista, de la ef¨ªmera Rep¨²blica que no pudo ser. Se quer¨ªa creer en la posibilidad de "una futura Espa?a m¨¢s abierta" (Guill¨¦n), m¨¢s libre y m¨¢s culta, de vuelta a Europa. ?Pero d¨®nde empezar? Para ayudar, all¨ª estaban, a la cabeza de los anteriores, Miguel de Unamuno, Jos¨¦ Ortega y Gasset y Antonio Machado, cuyas reflexiones sobre la situaci¨®n del pa¨ªs no cayeron en saco roto. All¨ª estaba el incalculable peso de Francisco Giner de los R¨ªos y sus compa?eros de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, con su mensaje de porvenir y su llamada al trabajo ilusionado. All¨ª la Residencia de Estudiantes, hijuelo de la ILE y muy pronto foco excepcional de cultura universal. All¨ª el acicate del gran europeo que fue Ram¨®n G¨®mez de la Serna, con su tertulia de Pombo, sus greguer¨ªas y sus ocurrencias. Y, tambi¨¦n, en la l¨ªrica, todav¨ªa, la tremenda influencia liberadora de Rub¨¦n Dar¨ªo, reconocida por todos, o casi todos, los ep¨ªgonos de 1927 (tanto Salinas como Bergam¨ªn pod¨ªan presumir de haber conocido personalmente al nicarag¨¹ense poco antes de su muerte en 1916). Elementos positivos no faltaban, y para 1927, en plena dictablanda de Primo de Rivera, soplaba ya fuerte la esperanza de un pr¨®ximo cambio en las fortunas del pa¨ªs. Casi todos creyeron llegado el momento cuando se inaugur¨® la Segunda Rep¨²blica.
En cuanto a G¨®ngora, el entusiasmo que suscitaba entre los de la generaci¨®n radicaba sobre todo en su cultivo original¨ªsimo de la imagen po¨¦tica, que ven¨ªa a coincidir, pese a la distancia de tres siglos, con una tendencia en esas fechas muy extendida en la l¨ªrica europea y norteamericana. El apego a la met¨¢fora, dir¨ªa despu¨¦s Jorge Guill¨¦n, fue punto de uni¨®n de todos los poetas del grupo. Y pieza te¨®rica clave la conferencia de Garc¨ªa Lorca, La imagen po¨¦tica en don Luis de G¨®ngora, donde el granadino se maravillaba ante la capacidad para la imagen del "padre de la l¨ªrica moderna" (?aquel reloj, "las horas ya, de n¨²meros vestidas"!, ?aquel viento del sur "de alas nunca enjutas"!, ?aquella gruta experimentada como "bostezo melanc¨®lico de la tierra"!).
Reivindicar a G¨®ngora conllevaba tambi¨¦n un aspecto l¨²dico, deportivo, tambi¨¦n propio de la generaci¨®n: permit¨ªa atacar a los "putrefactos" de la Academia, que segu¨ªan insistiendo, torpemente, sobre la deliberada "oscuridad" del poeta cordob¨¦s.
La visita a Sevilla de 1927 fue pr¨®diga en recuerdos y an¨¦cdotas: Fernando Villal¨®n, cuya ambici¨®n era criar un toro con ojos verdes, conduciendo alocadamente su coche por las estrechas calles del barrio de Santa Cruz; la fiesta por todo lo alto en Pino Montano, estremecida en las altas horas de la madrugada por el escalofriante cante jondo de Manuel Torres; Lorca p¨¢lido de terror en el fondo de la barca durante una turbulenta traves¨ªa nocturna del Guadalquivir... D¨¢maso Alonso, reflexionando sobre los a?os 1920-1936 en un famoso ensayo, se congratulaba de haber vivido "en un periodo ¨¢ureo de la literatura en Espa?a". No era para menos. La tragedia para Espa?a y el mundo es que todo aquello qued¨® truncado despu¨¦s por la Guerra Civil y el inmisericorde r¨¦gimen que le sigui¨®. -
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.