Ciudadanos espiados por los ojos de las cerraduras
Protecci¨®n de Datos alerta del crecimiento de la videovigilancia privada - Las im¨¢genes acaban a veces ilegalmente en Internet
Si entra usted en el hotel Les Dunes, en Benidorm, y quiere tomar algo en la cafeter¨ªa, tenga cuidado: no s¨®lo va a ser grabado sino que el mundo entero podr¨¢ ver, a trav¨¦s de Internet, qu¨¦ se toma, con qui¨¦n lo hace y si le quedan bien las bermudas que se compr¨® en las rebajas. Si le contratan en la empresa Assist Card, en Madrid, y le asignan un asiento en un pupitre circular con sillas rojas y seis ordenadores, tambi¨¦n deber¨¢ estar atento. Absolutamente todo lo que haga durante su jornada laboral -si fuma cuando se queda a solas, liga con sus compa?eros, lee el ?Hola! o la revista de los mormones, habla por tel¨¦fono m¨¢s de la cuenta, juega al solitario, hace la quiniela o se levanta 15 veces en una tarde para ir al ba?o- lo podr¨¢ ver su madre desde el sal¨®n de su casa y tambi¨¦n ese amigo que vive desde hace a?os en Sebastopol. Podr¨¢ comentar con ambos la foto de George Clooney pegada junto a su ordenador y preguntarles si ese d¨ªa le ven buena o mala cara. Si todav¨ªa no tiene claro si quiere trabajar en esa empresa, esta misma tarde puede echar un vistazo cibern¨¦tico y ver el aspecto de la concienzuda compa?era de pelo casta?o liso y melena que teclea sin parar junto a unas columnas blancas. Camera caf¨¦ en vivo y en directo.
La mayor¨ªa de los locales comerciales no informan de que est¨¢n filmando
En la p¨¢gina 'web' Opentopia se ven decenas de 'webcams' espa?olas
La Ley de Protecci¨®n de Datos proh¨ªbe la cesi¨®n de las im¨¢genes a terceros
Tiendas, bares o piscinas emiten sin que las personas grabadas lo sepan
Las sanciones pueden llegar hasta los 600.000 euros en algunos casos
Una empresa de Madrid es, sin saberlo, un aut¨¦ntico 'Camera caf¨¦'
Las c¨¢maras deben estar a cargo de una empresa de seguridad privada
En el ¨¢mbito laboral rige el Estatuto de los Trabajadores
Los empleados deben saber d¨®nde se les est¨¢ grabando y con qu¨¦ fin
Informe de la Agencia de Protecci¨®n de Datos sobre videovigilancia |
Todo aparece en Opentopia (www.opentopia.com), una p¨¢gina de Internet que capta y cuelga webcams de todo el mundo. El viernes hab¨ªa 29 procedentes de Espa?a. Aparte de las dos citadas, se pod¨ªa ver tambi¨¦n, en tiempo real, qui¨¦n estaba paseando por la plaza del Pilar en Zaragoza, la tortilla de patatas que com¨ªa con ganas una pareja de jubilados en el restaurante Cabanas, en Los Cristianos (Tenerife), qui¨¦n se ba?aba en la piscina del hotel Perla, en la misma isla, y a las surferas en biquini que paseaban por delante de la Azul Kiteboarding Shop en la playa de El M¨¦dano, tambi¨¦n en Tenerife.
La circulaci¨®n de todas estas im¨¢genes es ilegal seg¨²n la Ley de Protecci¨®n de Datos, porque la imagen es un dato de car¨¢cter personal que no se puede ceder a terceros sin su consentimiento. La sanci¨®n puede ser de hasta 600.000 euros. Pero el problema no es s¨®lo de Opentopia, sino, sobre todo, de quien no est¨¢ custodiando de forma correcta sus grabaciones. La gerente de Assist Card en Madrid indica que no sabe c¨®mo ni por qu¨¦ sus empleados aparecen en Opentopia -tambi¨¦n salen las webcams de otras sucursales de la empresa en otros pa¨ªses- y asegura que se va a abrir una investigaci¨®n.
En algunos casos las personas o empresas tendr¨¢n derecho a filmar; en otros, no. Pero, desde luego, no pueden permitir su distribuci¨®n universal. Quiz¨¢ no era su prop¨®sito aparecer en Opentopia, pero la p¨¢gina s¨®lo capta im¨¢genes que ya estaban en la Red, as¨ª que la pregunta es: ?c¨®mo es posible que acaben all¨ª las grabaciones de una empresa, un restaurante o una universidad? ?D¨®nde est¨¢n los controles, internos y externos? ?Informan en el restaurante Cabanas a los clientes de que el mundo entero puede ver c¨®mo se toman cinco gin-tonics? La respuesta es no. El encargado indica que las c¨¢maras est¨¢n a la vista, y que algunos clientes preguntan, pero no hay ning¨²n cartel avisando de que todos sus movimientos pueden ser vistos a tiempo real por Internet. En el caso de la piscina del hotel Perla, en Tenerife, un empleado asegura que los ba?istas saben que se les est¨¢ grabando. Pero, ?hay carteles indicando que las im¨¢genes no son s¨®lo de uso interno? No.
El s¨¢bado ya no estaban en Opentopia ni la webcam del hotel Perla ni la del restaurante Cabanas. Desaparecieron justo un d¨ªa despu¨¦s de que este peri¨®dico se pusiera en contacto con ellos. Y lo mismo ocurri¨® con la del hotel Les Dunes (Benidorm).
El ojo que todo lo ve no est¨¢ s¨®lo promovido por los poderes p¨²blicos. Colegios e institutos, taxis, urbanizaciones, hoteles, piscinas, aparcamientos, garajes privados, supermercados, bancos, el metro, el tren, el autob¨²s, la empresa en la que trabaja... cada vez son m¨¢s los lugares en los que su imagen queda grabada. Para prevenir el acoso escolar, para controlar que nadie le raye el coche, para ver qui¨¦n entra en su urbanizaci¨®n... los motivos para vigilar son inagotables. Como el rastro de informaci¨®n personal que deja el vigilado. Y con Internet, todo puede acabar despu¨¦s en cualquier ordenador. Lo que fue grabado con fines de seguridad sirve, finalmente, para satisfacer la curiosidad y el gusto por ver lo que hace el vecino a trav¨¦s del ojo de la cerradura.
El director de la Agencia de Protecci¨®n de Datos espa?ola, Artemi Rallo, habl¨® la semana pasada en el Congreso de la existencia de un "desarrollo imparable" de la videovigilancia privada. Los sistemas instalados y comunicados a la Agencia han pasado de 10 en 2003 a 3.500 en 2007. Algunos de ellos, como el del metro de Madrid, suponen m¨¢s de 3.000 c¨¢maras instaladas. Y hay muchos m¨¢s sistemas de los que se notifican a las autoridades. En cualquier gran avenida del centro de una ciudad se pueden contar por centenares. Todo parece indicar, en palabras de Rallo, "que somos los propios ciudadanos los que estamos dispuestos a convertirnos en nuestro propio Gran Hermano". No hacen falta grandes discursos de las autoridades sobre seguridad y terrorismo para convencer a la poblaci¨®n de la utilidad de las c¨¢maras en las calles. Al parecer, los ciudadanos ya hemos decidido, y queremos grabarlo todo.
No hay ley que regule la videovigilancia privada, lo que no significa de que no haya l¨ªmites ni orden en esta materia. Se aplican la Ley de Derecho al Honor, Intimidad y Propia Imagen, la Ley de Protecci¨®n de Datos, la Ley de Seguridad Privada y, sobre todo, una instrucci¨®n de diciembre de 2006 de la Agencia de Protecci¨®n de Datos espec¨ªfica sobre el tema. Con esta normativa en la mano, ?qui¨¦n y c¨®mo puede tomar estas im¨¢genes? ?Para qu¨¦? ?C¨®mo debe usarlas? ?Por cu¨¢nto tiempo puede guardarlas? ?Puede cederlas? Algunas de estas cuestiones est¨¢n claras. Otras, se van configurando con cada caso concreto.
Cuando las c¨¢maras captan im¨¢genes pero no las guardan, las cuestiones que suscitan son menores, aunque en todo caso la persona tiene derecho a saber que le est¨¢n grabando. El problema surge cuando quedan almacenadas, porque constituyen ficheros de datos de car¨¢cter personal que, de forma obligatoria, deben notificarse a Protecci¨®n de Datos.
Las c¨¢maras pueden instalarse s¨®lo cuando la vigilancia "no se pueda obtener por medios menos intrusivos para la intimidad de las personas". Este primer requisito es poco restrictivo, ya que casi en cualquier situaci¨®n se puede argumentar que la mejor forma de control es a trav¨¦s de la videovigilancia.
En segundo lugar, debe haber un distintivo, suficientemente visible, que informe a los ciudadanos de modo "expreso, preciso e inequ¨ªvoco", seg¨²n la normativa, de que van a ser grabados. El cartel tiene que indicar tambi¨¦n qui¨¦n es el responsable de la grabaci¨®n y cu¨¢les son los derechos de los observados. Esta norma se incumple de forma sistem¨¢tica. En el centro de Madrid la mayor¨ªa de las tiendas tienen c¨¢maras y apenas ninguna avisa de que se est¨¢ grabando a los clientes. Hay alguna que aunque tiene el distintivo, lo ha puesto -y peque?o- junto a las cajas, en el fondo del local. Y son muy escasos los carteles que indican qui¨¦n es el responsable del fichero y los derechos que asisten a los ciudadanos.
Tercer requisito. En ning¨²n caso se puede grabar el espacio p¨²blico. Es decir, si un banco controla un cajero autom¨¢tico o una comunidad de vecinos la entrada de su urbanizaci¨®n, tendr¨¢n que conseguir, aunque sea tapando parte de la c¨¢mara, que no se grabe nada de lo que pasa fuera de sus dominios.
Adem¨¢s, los particulares, o empresas, no pueden ponerse a grabar donde les parezca oportuno. Deben contratar a una empresa de seguridad privada autorizada por el Ministerio del Interior para que gestione el sistema. Los taxis, por ejemplo, deben hacerlo as¨ª si quieren colocar c¨¢maras para evitar agresiones. Un ciudadano que ve¨ªa que su coche aparec¨ªa muchas ma?anas da?ado decidi¨® colocar por su cuenta una c¨¢mara en el garaje. La propia polic¨ªa se lo aconsej¨®, pero fue multado con 1.200 euros por la Agencia de Protecci¨®n de Datos. Tambi¨¦n se abri¨® un expediente cuando los vecinos de la calle de la Montera, en Madrid, decidieron grabar a las prostitutas y a sus clientes en la zona y colgar las im¨¢genes en YouTube. El caso est¨¢ pendiente de resoluci¨®n.
Las im¨¢genes tienen que ser borradas en el plazo de un mes. No pueden almacenarse para siempre. Y, desde luego, cederlas a terceros o colgarlas en Internet est¨¢ absolutamente prohibido. Volviendo al caso de Opentopia, abogados y Protecci¨®n de Datos coinciden en que se trata de una aut¨¦ntica aberraci¨®n contra la intimidad de los ciudadanos. "Es brutal y completamente ilegal", opina el abogado experto en esta materia Alonso Hurtado, del despacho X-Novo. "Las personas que aparecen aqu¨ª son absolutamente identificables. Esta cesi¨®n de im¨¢genes vulnera todas las normas sobre protecci¨®n de datos". Artemi Rallo, director de la Agencia, coincide: "Internet lo admite todo, pero no todo es admisible. Se trata de supuestos en los que se ve la dimensi¨®n dram¨¢tica que pueden tener las nuevas tecnolog¨ªas en relaci¨®n con el derecho a la intimidad. Aqu¨ª las responsabilidades son muchas. Han fallado las medidas de control de quien tiene que custodiar las im¨¢genes. Y, si las han difundido de forma voluntaria, peor a¨²n". Aparte de la cesi¨®n de im¨¢genes, la normativa no se est¨¢ cumpliendo ni en sus principios b¨¢sicos. "La instrucci¨®n sobre videovigilancia es todav¨ªa reciente", se?ala Rallo. "Estamos en la fase de difusi¨®n y concienciaci¨®n. Pero llegar¨¢ un momento en el que tengamos que hacer inspecciones de car¨¢cter general y tambi¨¦n sectoriales para asegurarnos de que efectivamente la instrucci¨®n es efectiva".
A la videovigilancia en el ¨¢mbito laboral se le aplica el Estatuto de los Trabajadores. El empresario puede instalar c¨¢maras para controlar que los empleados cumplen con sus obligaciones y por razones de seguridad laboral, pero tiene que velar por garantizar la intimidad. Los trabajadores tienen que saber d¨®nde est¨¢n las c¨¢maras, la finalidad de las im¨¢genes tiene que estar tasada y no se pueden ceder a terceros salvo que as¨ª lo recoja la ley -como en los casos de colaboraci¨®n con la polic¨ªa y Guardia Civil-.
?Cu¨¢les son sus derechos como ciudadano permanentemente observado? Puede, en todo caso, denunciar ante Protecci¨®n de Datos cualquier incumplimiento. Si no hay cartel que indique que le est¨¢n grabando, o no es completo, lo puede poner en conocimiento de las autoridades. Las sanciones van desde los 600 a los 60.000 euros. Y si aparece en un sitio web, puede acudir al propietario del sitio, al buscador o incluso a los tribunales.
El brit¨¢nico Jeremy Bentham cre¨® en 1791 un sistema de vigilancia carcelaria: el pan¨®ptico. La idea era que los presos nunca supieran si les estaban vigilando o no en ese momento, para que siempre se comportaran bien. La falta de informaci¨®n a los ciudadanos sobre la vigilancia a la que est¨¢n siendo sometidos est¨¢ creando un pan¨®ptico universal e incontrolado en el que centenares de miles de c¨¢maras vigilan, unas veces avisando y otras no, todo lo que sucede. Un mundo de paredes de cristal. Porque adem¨¢s de las c¨¢maras privadas, los Estados observan por su cuenta. Y la sofisticaci¨®n imparable de los sistemas de captaci¨®n y difusi¨®n de im¨¢genes hacen cada vez m¨¢s dif¨ªcil el control. La intimidad est¨¢, finalmente, perdiendo la batalla que libra desde hace a?os contra la seguridad. Quiz¨¢ incluso ahora mismo aparezca usted en Internet mientras lee este reportaje en el bar de la esquina de su casa.
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