Gran guerra
Detener las taladradoras que perforan el t¨²nel para que duerman tranquilos unos murci¨¦lagos hibernados, enarbolar una bandera blanca con la garra de un lince, he aqu¨ª la misi¨®n de los nuevos soldados. ?ste es ya un combate a dos, una guerra a muerte entre la humanidad y el planeta. Ning¨²n terremoto resiste tres telediarios si no ha causado al menos 10.000 muertos. El mar entra en tierra y en una hora se engulle a medio mill¨®n de personas. Los r¨ªos se salen de madre y anegan con furia todo lo que encuentran a su paso, campos, enseres y animales. Estos desastres han sucedido siempre, pero los zarpazos que da la naturaleza son cada vez m¨¢s violentos y parece que los realiza ya en defensa propia, ag¨®nicamente. El planeta tiene conciencia, memoria y sentidos. Sabe que la humanidad posee las armas para destruirlo y que est¨¢ dispuesta a llevar esta guerra hasta el mutuo exterminio. Desde el d¨ªa en que el mono cay¨® del ¨¢rbol, se puso a dos patas, cambi¨® las nueces por la carne y gener¨® la propia inteligencia rasc¨¢ndose las axilas, este ser no ha dejado de arramblar con todo, sin que haya encontrado la forma de estarse quieto un solo instante. Encima, cuando la divinidad entr¨® en la historia, lejos de aplacar esta ansiedad corrosiva, insufl¨® en el cerebro del primate la gloria y la destrucci¨®n en un mismo concepto con el fin de que lograra la haza?a de llegar hasta el fondo desconocido de todas las cosas. Este designio se ha cumplido y ahora mismo la humanidad parece tambi¨¦n un mar desbordado. Vayas donde vayas, monta?as, valles, ciudades, litorales, carreteras, aeropuertos, todo est¨¢ lleno de gente deglutiendo y echando ponzo?a al firmamento. Las playas apelmazadas de carne sonrosada son el s¨ªmbolo del terror que viene. Se trata del tsunami humano. La multitud desborda todos los espacios con inmensas colas est¨¢ticas en museos, espect¨¢culos, estadios, hospitales, hasta el punto que el vac¨ªo ha llegado a convertirse en la suprema aspiraci¨®n de serenidad y de belleza. La naturaleza y la humanidad ocupan dos frentes ideol¨®gicos irreconciliables. La naturaleza es de izquierdas. La humanidad es de extrema derecha. Ser progresista consiste hoy en ponerse de parte del planeta en esta guerra a muerte.
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