La doble naturaleza del proyecto chino
Desarrollar y modernizar el pa¨ªs, convirti¨¦ndolo en una gran potencia industrial, comercial y tecnol¨®gica para facilitar una elevaci¨®n sustancial y duradera del nivel de vida de su inmensa poblaci¨®n constituye la esencia del proyecto chino. Siendo esto cierto, habitualmente prestamos atenci¨®n preferente a la dimensi¨®n econ¨®mica de su reforma, a sabiendas de que, en lo pol¨ªtico, por activa y por pasiva, los dirigentes chinos han dado a entender la existencia de claros l¨ªmites en su proyecto. ?Pero es solo econom¨ªa o pol¨ªtica lo que est¨¢ en juego?
Si nos quedamos instalados en esa dimensi¨®n superficial y evidente de lo pol¨ªtico y lo econ¨®mico, y en las innumerables contradicciones que esa asim¨¦trica evoluci¨®n suscita en lo ideol¨®gico cuando es un partido autodenominado comunista quien dirige tan complejo proceso, probablemente no alcanzamos a comprender la motivaci¨®n de fondo que anima la actual senda. Esa visi¨®n quedar¨¢ siempre incompleta si no integra otros dos factores, cada d¨ªa m¨¢s presentes y visibles en el comportamiento chino: el civilizatorio y el hist¨®rico. Ambos nos pueden ayudar a entender mejor las claves y el sentido futuro de su emergencia. Prescindiendo de la cultura o de la historia, y queriendo reducirlo todo a un debate "occidental" acerca del modelo de sociedad que pueda surgir de la reforma (la omnipresente discusi¨®n acerca de si China es o no socialista, sobre la que ellos pasan de puntillas remiti¨¦ndonos a esa verdad ambigua que dice estar en los hechos), no llegaremos a comprender la verdadera identidad del cambio chino.
Nacionalismo y confucianismo, claves para comprender la nueva China
En efecto, el confucianismo vuelve por sus fueros en la cotidianeidad pol¨ªtica y social de China. No se trata de volver atr¨¢s, pero s¨ª de no renunciar a todo cuanto del pasado pueda servir en el presente para asegurar la estabilidad y la armon¨ªa social cuando las claves ideol¨®gicas que en su d¨ªa propiciaron el ascenso al poder del PCCh manifiestan serias quiebras f¨¢cticas, cuando el fracaso de las soflamas mao¨ªstas anticonfucianas es m¨¢s evidente que nunca y cuando la nueva complejidad social originada por la reforma promueve transformaciones tan singulares cuyo funcionamiento solo es concebible si se analiza desde la ¨®ptica civilizatoria. Es el caso, por ejemplo, del impulso al interclasismo en el PCCh, que recuerda la necesidad de evitar el surgimiento de poderes alternativos al mandarinato; o la cruzada moral impulsada por Hu Jintao, que toma buena nota de que todas las dinast¨ªas empezaron a decaer cuando sus gobernantes se volvieron m¨¢s y m¨¢s corruptos. Ese repunte de tantos factores presentes en la milenaria tradici¨®n china (no solo confuciana, tambi¨¦n legalista), refuerza la singularidad de su proceso y contribuye a remarcar su nacionalismo, propuesta subyacente y cada vez m¨¢s expl¨ªcita, que puede facilitarle la perpetuaci¨®n presente y futura.
El otro factor es la historia. Esa es la segunda clave de fondo de la reforma. Lo que parece intentar la "dinast¨ªa" del PCCh es poner fin a un ciclo de decadencia que se inici¨® cuando en el siglo XVIII el emperador Qianlong, conquistador de Xingjiang, T¨ªbet o Mongolia, dijera en 1793 al rey Jorge III de Inglaterra queten¨ªa de todo en abundancia y que no le faltaba nada, rechazando la instalaci¨®n de una embajada en Beijing o mejores t¨¦rminos para desarrollar el comercio (las importaciones de t¨¦ eran seis veces mayores que las ventas brit¨¢nicas a China).
La Inglaterra de Jorge III, que hab¨ªa puesto fin a milenios de predominio de la agricultura como fundamento material de las sociedades modernas, decidi¨® entonces preparar el asalto. Aquel aislamiento le cost¨® a China pasar del centro a la periferia del universo. Por eso, la significaci¨®n de la apertura al exterior promovida por Deng Xiaoping con su reforma, es de un alcance muy superior a la propia ruptura con el autosostenimiento mao¨ªsta.
Los s¨ªmbolos de la decadencia del pasado son hoy baluartes irrenunciables del proceso chino. Al aislamiento, apertura; a la negativa a comerciar con el exterior, producci¨®n orientada a la exportaci¨®n. Pero hay m¨¢s: al atraso cient¨ªfico, innovaci¨®n tecnol¨®gica; y a la inferioridad defensiva, un considerable esfuerzo militar. En ambos casos, cabe esperar una tenaz insistencia por parte de los l¨ªderes chinos, ya que dichas flaquezas le desarmaron ante el empuje de los "b¨¢rbaros" llegados de Occidente. Y, por ¨²ltimo, esta gigantesca operaci¨®n hist¨®rica explica la obsesi¨®n con Taiw¨¢n, expresi¨®n de un tiempo de debilidad que le impidi¨® preservar su integridad territorial.
Todo ello tiene trascendencia no solo en el orden interno, para comprender el funcionamiento del sistema y la sociedad, sino que tambi¨¦n contribuye a definir qu¨¦ podemos esperar de su comportamiento en el sistema internacional. El ¨¦nfasis en la singularidad civilizatoria hace dif¨ªcilmente atractivo el modelo chino m¨¢s all¨¢ del limitado escenario asi¨¢tico. Carece de sentido imaginar cualquier forma de mesianismo pequin¨¦s. Por otra parte, aunque se han registrado hist¨®ricamente episodios de conquista de Corea (tres veces fracasadas en tiempos de la dinast¨ªa Sui), o Jap¨®n (dos veces fracasadas en tiempos de la dinast¨ªa Yuan), o tambi¨¦n los viajes de Zheng He (dinast¨ªa Ming), lo cierto es que los chinos raramente se han sentido atra¨ªdos por el extranjero. No obstante, hoy sus necesidades son otras, pero cabe imaginar que para afrontarlas tender¨¢n a priorizar el modus operandi de su civilizaci¨®n, buscando antes la ganancia com¨²n que la agresi¨®n.
Es verdad que China no entiende su emergencia si ello implica renuncia a su soberan¨ªa. Se trata de reencontrarse consigo misma y con el mundo en un tiempo totalmente nuevo, pero poniendo al d¨ªa su identidad m¨¢s caracter¨ªstica. Muchos asuntos internos ser¨¢n prioritarios en su agenda, aunque deber¨¢ hacer frente a los retos que plantea una presencia exterior que podr¨ªa llegar a ser cuestionada por otras potencias con las que mantiene una competencia estrat¨¦gica.
No cabe esperar del PCCh que renuncie formalmente a nada, ni al marxismo ni a ese confucianismo ad hoc hoy en boga. Intentar¨¢ resistir cualquier presi¨®n y no arrancar¨¢ hoja alguna de sus libros. En ello tampoco ver¨¢n contradicci¨®n, sino diversidad y hasta armon¨ªa. Por esa misma raz¨®n, a sus ojos, las sucesivas etapas hist¨®ricas vividas, incluidas las contempor¨¢neas, no se niegan unas a otras sino que se suman y, llegado el caso, se valoran aplicando porcentajes -tanto bueno y tanto malo-, rechazando de plano tirarlo todo por la borda. Historia y cultura, pues, y no solo econom¨ªa y pol¨ªtica, hunden sus ra¨ªces en el origen y objetivos del cambio chino. Son sus pilares m¨¢s profundos y pudieran llegar a ser los factores m¨¢s determinantes del actual proceso.
Xulio R¨ªos es director del Observatorio de la Pol¨ªtica China (Casa Asia-IGADI).
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