El desenga?o catal¨¢n
Argentina es un pa¨ªs pol¨ªticamente sorprendente: su clase media tiene un alto nivel cultural, sus universidades producen cient¨ªficos de talla mundial, al igual que la tienen sus artistas y escritores, y sin embargo sus votantes se han equivocado tantas veces, sus pol¨ªticos han dado tales muestras de venalidad e incompetencia sin por eso perder popularidad, que uno queda pasmado. Lo mismo, o parecido, se podr¨ªa decir de Catalu?a. Buscando un denominador com¨²n que explique tal desfase entre la esfera intelectual y la pol¨ªtica de ambas sociedades s¨®lo encuentro uno: el nacionalismo. En ambas est¨¢ arraigado ese sentimiento victimista que busca en el exterior la causa de los problemas propios, tendencia muy humana pero muy peligrosa, contra la que Casio advierte en el Julio C¨¦sar de Shakespeare: "La culpa de nuestra subordinaci¨®n, querido Bruto, no est¨¢ en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos".
Tres libros recientes expresan un creciente desapego respecto al victimismo nacionalista
El humor es la n¨¦mesis de los que expiden certificados de catalanidad
El inconveniente de buscar en el exterior la causa de nuestros problemas, de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio, estriba en que, las m¨¢s de las veces, nos equivocamos, y eso nos impide darles soluci¨®n. Si un pa¨ªs se empe?a en atribuir sus dificultades al Fondo Monetario Internacional o al imperialismo norteamericano, mal podr¨¢ resolverlas, por dos razones: la primera, porque no est¨¢ en su poder modificar los estatutos del FMI ni la pol¨ªtica exterior de Estados Unidos; la segunda, porque con toda probabilidad sus verdaderos problemas se deben a unos gobernantes ineptos y rapaces y a un electorado desorientado.
Esos gobernantes indignos, adem¨¢s, con toda seguridad utilizar¨¢n el se?uelo exterior para distraer al p¨²blico de su inepcia y latrocinio. Y una vez tragado el anzuelo nacionalista es muy dif¨ªcil librarse de ¨¦l: como al pez que pic¨®, los esfuerzos por librarse lo clavan m¨¢s en la carne. Cuanto peor vayan las cosas (que se venga abajo el sistema de transportes, por ejemplo, o se cuarteen los edificios, o se hagan evidentes el fracaso educativo, la corrupci¨®n y el soborno) m¨¢s se atribuir¨¢ el fracaso a la perfidia exterior y el ciudadano medio, ya convencido de que pertenece a una colectividad sojuzgada, se indignar¨¢ m¨¢s con el enemigo externo: en Argentina, el imperialismo yanki (o el espa?ol, si a mano viene); en la Alemania de Hitler, los jud¨ªos; en la Italia de Mussolini, las naciones plutocr¨¢ticas; en la Espa?a de Franco, el comunismo y la conspiraci¨®n judeo-mas¨®nica; en la Catalu?a de hoy, Madrid.
Se entra as¨ª en una espiral de razonamiento enfermo que puede conducir a proposiciones delirantes. Pocos recuerdan hoy que cuando Rusia lanz¨® el primer sputnik; el anticomunista general Franco ech¨® el agua a su molino diciendo en un discurso que eso demostraba la eficacia de los reg¨ªmenes autoritarios. En Catalu?a se lleva a?os pidiendo la publicaci¨®n de las famosas "balanzas fiscales", que demostrar¨ªan que Madrid explotaba a Catalu?a. Ya el concepto de "balanza fiscal" es dudoso; pero cuando una entidad seria como el Servicio de Estudios de BBVA publica unas balanzas confeccionadas por un grupo de economistas de prestigio y se demuestra que Madrid es la comunidad m¨¢s "explotada", los nacionalistas siguen impert¨¦rritos; una de dos, dicen: o seguimos pagando demasiado o, si no pagamos demasiado, es gracias a los nacionalistas.
En otras palabras, cualquier causa y su contraria tienen id¨¦ntico efecto: si nos explotan, necesitamos nacionalismo; y si no, tambi¨¦n. El caso es parecido al del alcoh¨®lico que achacaba sus males a la soda.
Por incre¨ªble que parezca, tal c¨²mulo de disparates es aceptado por mucha gente. Pero, seg¨²n el aforismo que se atribuye a Lincoln, "no puedes enga?ar a todo el mundo todo el tiempo". Hay muchos catalanes desenga?ados de tanta falacia nacionalista y tres libros recientes lo demuestran. Uno de ellos, quiz¨¢ el que m¨¢s eco haya tenido, es el de Albert Boadella, Adi¨®s, Catalu?a, cuyo t¨ªtulo ya dice mucho, adem¨¢s de que est¨¢ en castellano; los otros dos est¨¢n en catal¨¢n: Diari d'una esc¨¨ptica, de Teresa Gim¨¦nez Barbat, y Filologia catalana, de Xavier Pericay.
Los tres tienen mucho en com¨²n, entre otras cosas que sus autores son fundadores del partido Ciutadans y ya no militan en ¨¦l; son adem¨¢s autobiogr¨¢ficos, est¨¢n escritos en primera persona, y son cr¨®nicas del desenga?o, aunque no de la desesperaci¨®n. Adem¨¢s, los tres est¨¢n llenos de humor, la n¨¦mesis del nacionalismo. El de Boadella es proverbial, y le ha concitado el odio implacable de las mentes embotadas por el provincianismo localista. El de Gim¨¦nez Barbat y Pericay es m¨¢s ir¨®nico, pero tambi¨¦n demoledor para las certidumbres de serie. Aparte de retratar a sus autores, los libros retratan a la sociedad en que se mueven, y describen, cada cual a su manera, su decepci¨®n ante la deriva nacionalista de una Catalu?a que durante la transici¨®n parec¨ªa encaminada a convertirse en una sociedad libre y vibrante (en gran parte ya lo era) y a la que el nacionalismo est¨¢ reduciendo a una versi¨®n mediterr¨¢nea del Mundo feliz de Aldous Huxley.
El libro de Pericay se subtitula Mem¨°ries d'un dissident, y narra la gradual ca¨ªda de las escamas de los ojos de una persona que estudi¨® filolog¨ªa catalana porque quer¨ªa defender su lengua, alguien que siempre habl¨® y escribi¨® en catal¨¢n y que trabaj¨® en diversos departamentos del Ayuntamiento de Barcelona en ¨¢reas de filolog¨ªa y periodismo, que comenz¨® muy cerca de un nacionalismo de las letras (en un cap¨ªtulo se define "nacionalista y de izquierda") y que acab¨® harto y asqueado precisamente por conocer tan desde dentro aquel ambiente con sus hipocres¨ªas, sus mezquindades y sus arribismos, "aquella amalgama de instituciones, asociaciones y capillitas
que repart¨ªa certificados de catalanidad".
Gim¨¦nez Barbat escribe un diario desde octubre de 2003 hasta junio de 2005. Nos abre su coraz¨®n, su cerebro, su blog, y su cocina, nos presenta a sus amigos y comenta la actualidad; utiliza el m¨¦todo plat¨®nico-socr¨¢tico, con di¨¢logos pol¨ªtico-filos¨®ficos, en particular los que mantiene con su amiga del alma, que es separatista, y de la que jam¨¢s consigue que le explique qu¨¦ beneficios obtendr¨ªa el catal¨¢n medio con la independencia. En filosof¨ªa profesa el escepticismo agn¨®stico, que tambi¨¦n se aplica a los mitos pol¨ªticos: "Despu¨¦s de a?os y a?os de dar la matraca, adoctrin¨¢ndonos en la escuela o a trav¨¦s de la tele, la radio, los peri¨®dicos, el teatro, etc¨¦tera, ahora la gente cree que la vida es imposible sin que la naci¨®n sea la cuesti¨®n n¨²mero uno.
Somos el ¨²nico pa¨ªs del mundo occidental con estas obsesiones".
El libro de Boadella, subtitulado Cr¨®nica de amor y guerra, nos cuenta su amor por Dolors y su aversi¨®n por el nacionalismo. Es muy divertido; recomiendo especialmente la narraci¨®n de sus contactos con Jordi Pujol: su entrevista por mor de una letra de cambio, donde el entonces banquero exhibe su "sonrisita diferencial" y sus expedientes de empresa; tambi¨¦n el uso que se hizo de un cabezudo con efigie del honorable. Impresiona la ristra de insultos que se han dirigido al autor en los medios, y que ¨¦l coloca al comienzo del libro: las sabandijas que durante el franquismo viv¨ªan bajo las piedras con la democracia se permiten llamar "fascista" a Boadella.
Los tres libros podr¨ªan tener un t¨ªtulo com¨²n: Al Taxidermista, igual que Edmund Wilson titul¨® A la estaci¨®n de Finlandia su libro sobre los or¨ªgenes de la revoluci¨®n rusa. Los tres autores nos cuentan el camino que les llev¨® a fundar, en el restaurante de ese nombre, el partido antinacionalista que cosech¨® nada menos que 90.000 votos en las pasadas elecciones. Afortunadamente, no todos los catalanes gritan viscan las caenas.
Gabriel Tortella es catedr¨¢tico em¨¦rito en la Universidad de Alcal¨¢.
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