"Estudi¨¦ psiquiatr¨ªa porque mi padre era paranoico"
Lydie Salvayre, licenciada en Letras y en Medicina, psiquiatra de j¨®venes "de cero a 20 a?os" y escritora de prestigio en Francia, saborea con gusto las mollejas de ternera y da su aprobaci¨®n, pero no acaba de entender qu¨¦ significan esas palabras en un idioma que no domina, qu¨¦ parte del animal come.
La escritora, finalista del Premio Goncourt, es hija de republicanos
Lydie Salvayre, licenciada en Letras y en Medicina, psiquiatra de j¨®venes "de cero a 20 a?os" y escritora de prestigio en Francia, saborea con gusto las mollejas de ternera y da su aprobaci¨®n, pero no acaba de entender qu¨¦ significan esas palabras en un idioma que no domina, qu¨¦ parte del animal come. Y explica que se entristece cuando trata a un joven en su consulta del extrarradio parisiense y ¨¦ste no llega a poder explicar por qu¨¦ sufre. "Lo que m¨¢s me conmueve de los j¨®venes es que no tienen palabras, es terrible; no saben poner palabras a su desamparo", cuenta. Ella, que persigui¨® el idioma franc¨¦s "como una loca", se ha resignado a que ninguno de sus pacientes lea. "La literatura no existe para los j¨®venes".
Elegante y din¨¢mica, Salvayre aprovecha la b¨²squeda de un estanco para profesar su fascinaci¨®n por Valencia. "Las mujeres usamos una violencia en el lenguaje que los hombres no se atreven; no somos m¨¢s sensibles o delicadas", afirma en la mesa, ya con su cigarrillo en la mano. El vino lo prefiere en las cenas; quiere estar despejada en la mesa redonda que ofrece esta tarde. Y caf¨¦ no bebe. Sus novelas son duras, c¨¢usticas, realistas. Su ¨²ltimo libro, Portrait de l'¨¦crivain en animal domestique, finalista del Premio Goncourt -ya lo fue en 1997 con su ¨²nica novela traducida, La Compa?¨ªa de los espectros (Tusquets)-, narra la inmersi¨®n de una escritora en el mundo de un millonario, un rey de la restauraci¨®n r¨¢pida al que tiene que loar en una biograf¨ªa.
La escritora est¨¢ quiz¨¢ m¨¢s acostumbrada a escuchar, a interrogar con la mirada, que a hablar. Hija de republicanos, Salvayre (1946), cuyo verdadero apellido es Arjona, se cri¨® en Auterive, cerca de Toulouse, "un pueblo espa?ol en Francia". Pero ella quiso ser una "aut¨¦ntica francesa". "Sin padres extranjeros, sin guerras, sin nada que me hiciera singular", explica con pasi¨®n tras apurar el plato de arroz. Ah¨ª fue cuando empez¨® a olvidar; se forz¨® a olvidar el espa?ol.
Se declara de izquierdas, y vot¨® a S¨¦gol¨¨ne Royal, aunque "la izquierda francesa es catastr¨®fica". Pero es que abomina de Sarkozy. "Es nefasto, su pol¨ªtica cultural, su pol¨ªtica fiscal con los ricos, con los inmigrantes...".
Puesta al tanto de la Ley de Memoria Hist¨®rica, afirma que a Francia le cost¨®, pero se libr¨® del fantasma del colaboracionismo de P¨¦tain. Por eso no entiende c¨®mo miles de personas siguen en las cunetas ni que su exhumaci¨®n pueda ser cuestionada. "Es horrible". La Guerra Civil marc¨® su infancia. "Seguramente estudi¨¦ psiquiatr¨ªa porque mi padre era paranoico. Dorm¨ªa con un fusil bajo la cama, cre¨ªa que todo el mundo quer¨ªa matarle". Jienense de familia burguesa en Higuera de Calatrava, conoci¨® a su mujer, de La Fatarella (Tarragona), cuando los brigadistas del general L¨ªster escoltaban a los refugiados en su huida. "Vivi¨® amargado; toda su vida fue infeliz". Ese rigor y esa dureza que, matiza, no llegaron a la violencia dom¨¦stica, marcaron su escritura con "unos personajes masculinos terribles". "?Por qu¨¦ las figuras masculinas son tan terribles?, me preguntaban. Pero lo eran s¨®lo en las primeras novelas; luego me apacig¨¹¨¦," afirma.
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