Irresistible siempre
Cuando la Orquesta Filarm¨®nica de Viena design¨® al franc¨¦s Georges Pr¨ºtre como director del Concierto de A?o Nuevo de este 2008 una cierta sorpresa recorri¨® el mundo de la m¨²sica.
La sabidur¨ªa de Georges Pr¨ºtre corre paralela con su profesionalidad
Tras recurrir en las dos ¨²ltimas convocatorias a nombres como los de Mariss Jansons o Zubin Mehta, los vieneses optaban por regalarle esta especie de definitiva consagraci¨®n medi¨¢tica a un anciano maestro -83 a?os- con el que mantienen una relaci¨®n de admiraci¨®n mutua desde que se encontraran por vez primera en 1962. Un m¨²sico que les ha dirigido muchas veces en el foso de la Opera del Estado de Viena y cuya sabidur¨ªa corre paralela con una forma de ser que combina la profesionalidad y la modestia. Quiz¨¢ porque desde el principio de su carrera se le asociara con una diva como Maria Callas -era uno de sus directores favoritos-, tal vez porque admir¨® a Karajan tanto como para saber que las distancias o se guardan o te las hacen guardar, el caso es que Pr¨ºtre ha debido esperar a que le llegara el momento cuando otros deciden dejarlo.
No creo que queden dudas, despu¨¦s de ver el concierto, de que el maestro de la sonrisa perpetua merec¨ªa dirigirlo. Ni de que sus credenciales fueran tan de recibo como las de algunos de sus predecesores. Claro que no tiene la brillantez del mejor Maazel ni la genialidad centelleante de Carlos Kleiber pero posee un sentido del rubato -esa forma tan vienesa de acelerar y ralentizar el ritmo- del que muy pocos pueden presumir y sin cuyo dominio estas m¨²sicas de los Strauss, de Lanner o de Hellmesberger no ser¨ªan lo que son. Y el logro de esa expresividad tan idiom¨¢tica llega de una forma de dirigir perfectamente natural, la que viene de la sugerencia y no de la orden, del gesto tan expresivo como cuidadoso, de la batuta unas veces, de las manos sin ella otras, hasta de un leve movimiento de cabeza. Y eso, hacerse entender por la Filarm¨®nica de Viena hasta -literalmente- con los ojos cerrados, es privilegio s¨®lo de unos pocos.
Fueron 21 piezas dirigidas de memoria -la mitad de ellas nuevas para Pr¨ºtre-, muchas con el pretexto franc¨¦s en su t¨ªtulo -fabulosa la Orpheus Quadrille de Johann Strauss sobre temas de Orfeo en los infiernos de Offenbach-, otras cl¨¢sicas de estos conciertos de A?o Nuevo -a destacar aqu¨ª un El bello Danubio Azul de muy personal factura- y de ellas lo mejor dicho fue lo que ten¨ªa que ver con una cierta expresi¨®n dram¨¢tica en fragmentos tomados casi como si fueran intermedios oper¨ªsticos, es decir, llevados al terreno en el que este maestro se ha sentido siempre mejor.
Si para algunos habr¨¢ sido un descubrimiento la formidable actuaci¨®n de este gran veterano para nadie la incidencia del Concierto de A?o Nuevo en sus t¨®picos m¨¢s manidos. A trav¨¦s de la realizaci¨®n de Brian Large hemos vuelto a ver en su retransmisi¨®n televisiva todo lo que hace de ¨¦l la representaci¨®n perfecta del m¨¢s convencional de los mundos posibles. Que, a pesar de eso, siga siendo un espect¨¢culo irresistible hay que agradec¨¦rselo a la m¨²sica.
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