"Todo nuestro sufrimiento es para el placer del hombre"
Khady Koita ten¨ªa siete a?os cuando su familia decidi¨® que hab¨ªa llegado el momento. Se acercaron a ella y se lo comunicaron. "Hoy, ni?a, vamos a purificarte, para que puedas acceder a la oraci¨®n", dijeron. La ni?a no entendi¨® enseguida el significado de la frase, que podr¨ªa haberse pronunciado as¨ª: "Hoy, ni?a, vamos a mutilarte, vamos a extirparte el cl¨ªtoris con una cuchilla". Eso por lo menos es lo que hicieron, a Khady y otras ni?as de su entorno, ese d¨ªa, en Senegal. Era 1967, y nadie lo impidi¨®.
Esta mujer simboliza la lucha contra la ablaci¨®n. Su cuarta hija no est¨¢ mutilada
Dos d¨¦cadas despu¨¦s, la escena se repiti¨®, una vez m¨¢s, en el coraz¨®n de la moderna y civilizada Europa. En Par¨ªs, tres ni?as sufren el ritual de purificaci¨®n. Son las tres primeras hijas de Khady. "No supe evitarlo y es el m¨¢s grande remordimiento de mi vida", dice Khady en el madrile?o Caf¨¦ Gij¨®n.
La historia que as¨ª empieza, la vida de Khady Koita, es un camino que da v¨¦rtigo a cada esquina. Por el dolor y la violencia, desde luego. Pero m¨¢s a¨²n por la tremenda fuerza y capacidad de superaci¨®n de su protagonista. El tono del relato de Khady es firme y sereno. Quiz¨¢ porque ha logrado que esos dramas no fueran s¨®lo el fin de algo, sino tambi¨¦n el comienzo de algo. Hoy, esta mujer de 47 a?os es presidenta de la Red Europea de Lucha contra la mutilaci¨®n genital femenina.
"Yo ten¨ªa 13 a?os cuando me casaron con un hombre que apenas conoc¨ªa. ?ste me llev¨® a Par¨ªs. Tuve mi primer hijo con 17". Siguieron otros cuatro, pr¨¢cticamente uno al a?o, entre vejaciones, palizas, humillaciones. "Mutilaron a mis hijas sin que yo lo supiera. Pero da igual: imaginaba que pasar¨ªa antes o despu¨¦s, y no supe evitarlo", dice Khady, que demuestra menos a?os de los que tiene, y mucha elegancia. El tipo de elegancia que no tiene nada a que ver con la indumentaria.
Todav¨ªa era muy joven, pero no tardar¨ªa mucho en reunir la fuerza necesaria para rebelarse a su marido, y a la oscura tradici¨®n que golpea a millones de mujeres africanas. Algo inimaginable en su entorno.
"Empec¨¦ a frecuentar un c¨ªrculo de mujeres africanas en Par¨ªs. Ellas fueron las primeras en hacerme entender que yo era un ser inteligente. Que pod¨ªa ayudar a otras mujeres. Intent¨¦ cultivarme, salir del agujero, pese a las trabas de mi marido. Encontr¨¦ un trabajo. Poco a poco empec¨¦ a entender que esa tradici¨®n no es otra cosa que una inaceptable violencia hacia las mujeres. Que la religi¨®n no exige ninguna mutilaci¨®n. Que es s¨®lo una manera que los hombres tienen de controlar la sexualidad de las mujeres, de mantenerlas humilladas y bajo su control. Aunque mis hijas hubiesen ya sufrido eso, hab¨ªa muchas en mi entorno y en todo el mundo por las que todav¨ªa era posible hacer algo", explica. As¨ª empieza una militancia por la que, entre otros, el Consejo General de la Abogac¨ªa Espa?ola le ha entregado un galard¨®n como defensora de los derechos humanos.
"Todo nuestro sufrimiento es a causa del hombre, para el placer del hombre. Yo no he sido creada as¨ª. Insisto, no es la religi¨®n la que exige que se nos haga esto. La mutilaci¨®n no est¨¢ en los textos sacros. La ignorancia hace que muchos lo consideren un ritual sacro. Pero ni es un ritual, ni es sacro...", argumenta Khady, que intenta informar, a trav¨¦s de conferencias, cursos, asociaciones y hasta yendo puerta a puerta.
Su cuarta hija es una joven mujer con cl¨ªtoris. Esta vez, Khady lo consigui¨®.
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