La cabeza de los espa?oles
"La est¨¦tica que desborda la ¨¦tica. Un formidable sentido de la belleza. He aqu¨ª el primero de nuestros puntos d¨¦biles. Tenemos otros: somos excepcionales, inteligentes, sociables, el¨¢sticos y sensibles. Poseemos, para compensar, diversas cualidades: somos hipercr¨ªticos, caseros, propensos al acuerdo, pac¨ªficos hasta el punto de parecer in¨²tiles para la guerra, tan generosos que parecemos ingenuos. ?Entienden por qu¨¦ los italianos somos desconcertantes? Porque lo que el mundo considera nuestras virtudes son nuestras carencias, y viceversa".
La frase pertenece al libro La testa degli italiani, de Beppe Severgnini. Se trata de una obra ligera, ir¨®nica, presentada como una gu¨ªa de las complejidades italianas para lectores extranjeros, y dirigida, obviamente, al p¨²blico italiano. Severgnini, popular¨ªsimo periodista vinculado al Corriere della Sera, lleva a?os dedicando su columna 'Italians' a explorar "la cabeza de los italianos" y a intentar explicar el misterioso fen¨®meno de la italianidad. Italia es un pa¨ªs dif¨ªcilmente comprensible, sobre todo para las mentalidades germ¨¢nicas: es el caso de los propios italianos del norte, que no logran entender la sociedad en la que viven, o el de los espa?oles.
Los espa?oles somos imbatibles en materia de brutalidad verbal. No ya por los tacos, sino por la ausencia de matices
El mito de que espa?oles e italianos se parecen en algo ha provocado numerosos malentendidos. Por alguna raz¨®n, Espa?a suele ser considerada, por los de fuera e incluso por los de dentro, como una sociedad mediterr¨¢nea. Eso es evidentemente falso: lo mediterr¨¢neo es la excepci¨®n, no la regla. Tambi¨¦n somos definidos como perezosos, anarcoides y alegres, cuando en realidad somos (forzando la presunci¨®n de que las comunidades humanas comparten rasgos comunes) m¨¢s bien lo contrario: trabajadores, disciplinados y tr¨¢gicos. Nos pasa como a los turcos, que viven en una pen¨ªnsula mediterr¨¢nea y, sin embargo, conservan en el alma la melancol¨ªa de las infinitas estepas asi¨¢ticas.
Las naciones nacen como un arreglo, o por accidente. Son simples instrumentos de convivencia. Las lenguas constituyen algo m¨¢s sutil, porque las hacemos y nos hacen. Hablamos como somos y somos como hablamos. Una gira por diversos pa¨ªses extranjeros me ha permitido comprobar que los espa?oles resultamos imbatibles en materia de brutalidad verbal. No ya por los tacos, que los dem¨¢s europeos nos envidian cuando necesitan expresarse con contundencia, sino por la ausencia de matices. Lenguas tan distintas entre s¨ª como el ingl¨¦s o el italiano cuentan con una infinidad de sfumature, f¨®rmulas corteses, sobrentendidos, rodeos y atajos que aportan flexibilidad a la expresi¨®n verbal. Los espa?oles, ya antes de adoptar nuestro actual sistema de comunicaci¨®n, compuesto de monos¨ªlabos, interjecciones, bufidos y tonter¨ªas que copiamos de la tele, fuimos precursores del lenguaje binario: uno o cero, s¨ª o no, blanco o negro. La lengua castellana se basa en la rotundidad. No acepta siquiera las vocales dudosas: una e siempre es una e, cerrada, seca.
Se ha extendido bastante por Europa la idea de que los espa?oles nos hemos convertido en "alemanes del sur". Conf¨ªo en que tal expresi¨®n no se refiera a nuestro sentido del humor. Por lo dem¨¢s, el espa?ol que vuelve a su pa¨ªs tras una temporada fuera, pongamos 15 a?os, tiende igualmente a pensar algo as¨ª. Somos eficientes, serios, aplicados; gritamos cuando bebemos y, en general, tambi¨¦n cuando no bebemos; carecemos de opiniones (lo nuestro es la convicci¨®n, la seguridad, la fe), y tendemos al exceso. En materia de afici¨®n por lo grotesco desbordamos a cualquier cultura, incluida la alemana; ¨¦se no es nuestro aspecto m¨¢s elegante, pero ha generado una vibrante industria del entretenimiento que empieza a extenderse por la prensa y la pol¨ªtica: supone, despu¨¦s de todo, puestos de trabajo para gente que tendr¨ªa serias dificultades en cualquier otro ¨¢mbito. Lo grotesco satisface, por otra parte, nuestra pulsi¨®n igualitaria.
"El nuestro es un crep¨²sculo por cap¨ªtulos; festivo y fastuoso, pero crep¨²sculo. Muchos de vosotros", escribe Severgnini, dirigi¨¦ndose al imaginario lector extranjero, "os sorprend¨¦is ante esta naci¨®n c¨ªnica y cansada". Los momentos de declive tienen esa ventaja: favorecen la introspecci¨®n y la lucidez. No es el caso de Espa?a, ahora mismo.
La testa degli italiani, Beppe Severgnini. Editorial RCS. 241 p¨¢ginas.
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