Una nueva oportunidad para la paz
La aprobaci¨®n de la Ley del Instituto Catal¨¢n Internacional por la Paz (ICIP) a finales del a?o pasado en el Parlament es, sin ninguna duda, una magn¨ªfica noticia para todas las personas y entidades sensibilizadas por la paz.
En primer lugar, supone un reconocimiento al importante patrimonio de iniciativas ciudadanas por la paz. Algunas de estas iniciativas est¨¢n bien presentes en nuestra memoria: las movilizaciones contra la OTAN y la pol¨ªtica de bloques a principios de la d¨¦cada de 1980, los elevados niveles de objeci¨®n de conciencia e insumisi¨®n que se alcanzaron a principios de la de 1990, el rechazo al desfile militar en 2000 y las impresionantes movilizaciones contra la guerra de Irak en 2003. Cabr¨ªa a?adir, sin embargo, que donde se nota esa especial sensibilidad es en cuestiones menos evidentes, por ejemplo el conflicto de Chechenia: se han hecho pocos actos p¨²blicos en nuestro pa¨ªs respecto a este conflicto en los ¨²ltimos a?os. En muchos otros pa¨ªses europeos, ninguno.
Los conflictos piden intervenciones m¨¢s elaboradas que las simplistas y arcaicas respuestas militares
Todo ello ha sido posible gracias al trabajo de las ONG por la paz, de los ¨¢mbitos de docencia e investigaci¨®n, y del mundo educativo (formal y no formal), que en conjunto han generado muchos espacios de sensibilidad y complicidad a favor de la paz.
Claro est¨¢: empezaba a ser absurdo que a este potencial ciudadano no le correspondiera una actuaci¨®n gubernamental acorde. Porque, en general, cuando se trata de impulsar cambios significativos en valores y pol¨ªticas, los poderes p¨²blicos suelen esconder su falta de acci¨®n con la consideraci¨®n de que la sociedad no est¨¢ madura, de que no permite ir m¨¢s deprisa. En el caso de la paz, la situaci¨®n ha sido exactamente la contraria: la sociedad ha ido muy por delante de la pol¨ªtica oficial. A¨²n m¨¢s a favor, por lo tanto, de que desde los organismos p¨²blicos se realizara una labor en favor de la paz.
En algunos casos, se ha hecho (y se hace) mal: promoviendo industrias con finalidades militares o permitiendo espect¨¢culos de apolog¨ªa militarista en espacios l¨²dicos e infantiles. Pero hay un aspecto fundamental en el que se ha avanzado mucho y es justo reconocerlo: crear una incipiente pol¨ªtica p¨²blica de paz. Con la Ley de Fomento de la Paz, la creaci¨®n del Consejo Catal¨¢n de Fomento de la Paz, el apoyo de la Agencia Catalana de Cooperaci¨®n al Desarrollo y el nacimiento de la Oficina de Fomento de la Paz y los Derechos Humanos, se han abierto posibilidades impensables hace 10 a?os.
Y en este contexto, la creaci¨®n del ICIP supone el paso m¨¢s significativo y relevante, constituyendo el mejor icono de todo este proceso. El ICIP puede fortalecer y sustanciar los principios gen¨¦ricos de paz y di¨¢logo subyacentes en la sociedad catalana, y realizar una peque?a pero necesaria aportaci¨®n en el escenario mundial. El ICIP, un organismo con financiaci¨®n p¨²blica pero sin dependencias gubernamentales en sus ¨®rganos de direcci¨®n, es una aportaci¨®n novedosa en el sur de Europa, aunque con interesantes ejemplos en otras latitudes, como el SIPRI, sueco, o el PRIO, noruego.
Hay quien considera que esta especial sensibilidad de Catalu?a a favor de la paz, reforzada con la creaci¨®n del ICIP, es un signo de incapacidad o flojera. Pero es m¨¢s bien motivo de orgullo que un pa¨ªs destaque por ser din¨¢mico en iniciativas de paz. Y no porque quede bien, sino porque es necesario. Parece claro que la inestabilidad, las crisis y los conflictos que caracterizan nuestras crecientemente complejas sociedades nos piden intervenciones un tanto m¨¢s elaboradas y atrevidas que las simplistas, arcaicas y contraproducentes respuestas militares reactivas. Afrontar con garant¨ªas de futuro todos estos retos pasa no por perfeccionar los sistemas armament¨ªsticos, sino por ser capaces de generar nuevas condiciones de seguridad, basadas en la profundizaci¨®n democr¨¢tica, la justicia y el desarrollo, la solidaridad y la inclusi¨®n, los derechos humanos y el desarme. El ICIP, con modestia y humildad, pero tambi¨¦n con decisi¨®n y ambici¨®n, podr¨ªa y deber¨ªa ser un instrumento m¨¢s para fortalecer las posibilidades de la paz en un mundo demasiado lastrado por la violencia.
Jordi Armadans es polit¨®logo y director de la Fundaci¨®n por la Paz.
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