?Qu¨¦ bollo es ser progre!
Qu¨¦ decepci¨®n, virgen santa. Sobre todo despu¨¦s de los aldabonazos de Hamelin y Marat-Sade. Claro que all¨ª, detr¨¢s, estaban Weiss y Mayorga. Y tras Argelino, servidor de dos amos est¨¢ Goldoni, pero como si no. Otra vez la funesta man¨ªa de coger un cl¨¢sico y hacerlo pedazos para "acercarlo a la actualidad". Como si en el original no estuviera ya la lucha de clases, y la amargura, y el hambre. Pero tambi¨¦n, amigos, la estructura, y la construcci¨®n de los personajes, y una mirada sabia, equitativa. Y la alegr¨ªa, y la ligereza. Todo eso parecen hab¨¦rselo prohibido esta vez los de Animalario. Se han puesto crispados, solemnes, sermoneantes. Alberto San Juan, que firma la versi¨®n, es un actor de narices pero un dramaturgo un tanto confuso: no se puede tener todo. Uno desear¨ªa que hubiera dejado en paz a Goldoni para ponerse a escribir una obra nueva, propia, porque el texto presentado en La Abad¨ªa est¨¢ con el culo entre dos sillas. No puede o no sabe prescindir del ca?amazo original, y se dir¨ªa que le importa un pito, a juzgar por c¨®mo redibuja a los personajes y sirve las escenas capitales de la trama. A Pantal¨®n (plan¨ªsimo Alberto Jim¨¦nez) s¨®lo le falta una chistera y un habano para completar el brochazo de aquellos ricos mal¨ªsimos que escup¨ªa Chumy. Elisabet Gelabert (Clarisa, la hija) lleva una narizota roja de payasa. No es una m¨¢scara sino un signo, que dir¨ªa un semi¨®logo. El signo dice: "Atenci¨®n, no me pueden tomar en serio porque soy una maldita burguesa, un ser rid¨ªculo". Beatriz/Federico (Rosa Manteiga) y Florindo (Nerea Moreno) tienen marcada una sola l¨ªnea de interpretaci¨®n: imposible escapar del carril de marimachos gritones y canallas. Silvio (Daniel Moreno), el pretendiente de Clarisa, est¨¢ igualmente condenado a ser un tontolaba al que no han rebautizado Borja Mari de puro milagro. No hay la menor chispa, la menor gracia. ?Por qu¨¦ tendr¨ªa que haberla? Esa gente encarna, por si no hab¨ªa quedado claro, "el sistema". Que tama?a colecci¨®n de monstruos de cart¨®n piedra puedan provocar una instant¨¢nea indiferencia no parece haber sido contemplado por San Juan y Andr¨¦s Lima, responsable de la direcci¨®n. Que la cl¨¢sica pantomima de Arlequ¨ªn haciendo malabarismos para servir dos comidas a un tiempo se reduzca a cuatro tropezones, con dos putas canturreando al fondo para hacer bulto, y acabe con un bombardeo de platos de papel sobre el p¨²blico parece igualmente significativo. Porque nosotros, el p¨²blico, tambi¨¦n somos "sistema". Tambi¨¦n somos malos. Y culpables, como nos dice el Cardenal Animalario en sus reiteradas homil¨ªas. Culpables, por lo visto, de tener un pisito y llegar mal que bien a fin de mes y de ir al teatro a verles mientras en casa una criada suramericana nos plancha las camisas y los emigrantes mueren en pateras. En una de esas jeremiadas que env¨ªan la trama a hacer pu?etas, aparece Esmeraldina (Pepa Zaragoza), la criada de Pantal¨®n, para contarnos, mientras sus compa?eros de reparto la hinchan a tortas, que est¨¢ muy mal pegar a las mujeres y que, frase estupefl¨¢utica, "ser mujer deber¨ªa ser un privilegio". Curiosamente, la vindicativa Esmeraldina acaba convertida, v¨ªa marital, en la puta de Pantal¨®n para conseguir el permiso de residencia: no s¨¦ c¨®mo debo entender ese mensaje. Esmeraldina es Pepa Zaragoza, que hace de chacha ecuatoriana como Javier Guti¨¦rrez hace de emigrante magreb¨ª, cosa que tiene un enojoso punto minstrel. Digo yo que por Madrid y alrededores debe de haber un pu?ado de actores emigrantes sirviendo nuestras mesas y planchando nuestras camisas, y buena ocasi¨®n ser¨ªa de predicar con el ejemplo y liberarles (un poco) de las garras del sistema, pero tampoco nos pongamos igualmente cardenalicios ni pretendamos quitarles el pan a Guti¨¦rrez y Zaragoza, que est¨¢n estupendos: los mejores, de largo, del elenco. Es otra molestia que Argelino/Guti¨¦rrez, por razones que se me escapan, desaparezca de escena durante un buen trecho: se le echa de menos. Yo creo que le acomete una gran duda existencial: ?soy Arlequ¨ªn, soy Woyzeck? No entiende nada de lo que le pasa, pero su confusi¨®n tambi¨¦n es la m¨ªa. Llega en una patera, le roba el trabajo a una negra (o subsahariana), recibe unas palizas salvajes, se pierde en una archit¨®pica jarana rumana y pasa un hambre descomunal, muy superior a la de su modelo. Hasta los antih¨¦roes de la picaresca, y mira que viv¨ªan en una ¨¦poca chunga, com¨ªan m¨¢s que el pobre Argelino. La suya es un hambruna hiperb¨®lica y, si me lo permiten, conceptual. "Si empieza a zampar", dicen los malos, "acabar¨¢ por devorarnos".
No voy al teatro para que me abronquen o me editorialicen. No necesito que me digan lo que he de pensar ni lo que he de sentir: me basta con que me lo muestren
De alg¨²n modo hay que prescindir de la verosimilitud para que, al final, intente comerse a s¨ª mismo empezando por el codo. A todo esto han pasado dos horas y pico. Es mucho, tanto como magro es el balance: tambi¨¦n los cr¨ªticos pasamos hambre. Aliviaron mi gazuza dram¨¢tica el fantasma del compa?ero acribillado en la patera (un aplauso para Nerea Moreno) que se le aparece para que duerma, con ¨¦l, bajo las aguas: una notable idea po¨¦tica. Y el formidable conato de seducci¨®n entre Argelino y Esmeraldina en la g¨®ndola, una escena rebosante de verdad humana, gran talento actoral, emoci¨®n. Cuando Javier Guti¨¦rrez, portentoso de ritmo y de tono, se zampa las migas de pan con las que ha de pegar un sobre abierto est¨¢ a un paso de Peliche, el gran Jos¨¦ Luis Ozores. Y Pepa Zaragoza recuerda a la mejor Josele Rom¨¢n. Por esos derroteros ir¨ªa la obra que a m¨ª me hubiera gustado ver. Es mi problema, desde luego. Yo tengo el vicio burgu¨¦s de ir al teatro para sentir emociones y ensanchar mi mundo. No voy para que me abronquen o me editorialicen. No necesito que me digan lo que he de pensar ni lo que he de sentir: me basta con que me lo muestren. Goldoni lo hac¨ªa, y muy bien. Y Pl¨¢cido, de Azcona y Berlanga, lo mejor que se ha cocinado en este pa¨ªs sobre la lucha de clases, la eterna humillaci¨®n de los despose¨ªdos. Con drama y trama. Y humor, feroz, sin sermones de cura progre. Eso no quita para que cada noche la parroquia de La Abad¨ªa, flor y nata del primer mundo, aplauda y vitoree puesta en pie.
Argelino servidor de dos amos. Animalario. Hasta el 20 de enero. Teatro de La Abad¨ªa de Madrid.
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