Contra la tristeza del trabajo
Estresados, ansiosos, agotados, deprimidos, hartos. Un inmenso porcentaje de la poblaci¨®n suma al esfuerzo de su obligaci¨®n laboral la tarea de soportar un grave malestar cr¨®nico que les acompa?a d¨ªa tras d¨ªa. ?Puede esperarse que la producci¨®n, la productividad, la creatividad, la ¨¦tica, la civilizaci¨®n, la satisfacci¨®n se logre a partir de esta inicua plataforma? M¨¢s bien los productos que procedan de esta averiada matriz situacional no habr¨¢n de presentar m¨¢s que defectos y contribuir¨¢n a empeorar m¨¢s que a mejorar el periodo siguiente.
Semana tras semana, a?o tras a?o, la vida actual del trabajador medio resiste una secuencia de decepciones y desalientos que pronto hacen vislumbrar un futuro cargado de m¨¢s y m¨¢s pesos que cierran incluso la creencia en un porvenir mejor. Las fiestas, las Navidades, las Rebajas, el verano, parecen atenuar la situaci¨®n y mejorar provisionalmente el decorado pero, anualidad tras anualidad demuestra, tras cumplir el ciclo, que el remedio al malestar laboral no llega. Se trabaja como cumpliendo un castigo en tiempos en que nadie aceptar¨ªa merecerlo. La vieja noci¨®n del trabajo como penitencia se correspond¨ªa con la idea del mundo como valle de l¨¢grimas, pero descartada la fe en estampas de aflicci¨®n como ¨¦sta ?c¨®mo admitir que la infeliz ordenaci¨®n de la existencia laboral deba asumirse sin protesta?
"El esp¨ªritu cr¨ªtico crece hoy entre ampl¨ªsimos sectores de la poblaci¨®n"
El fracaso de las utop¨ªas sociales arruin¨® las ideolog¨ªas pol¨ªticas del siglo XX, foment¨® el escepticismo sobre los programas y desacredit¨® a los l¨ªderes pol¨ªticos. Hace ya tiempo que la esperanza en la transformaci¨®n del sistema parece enterrada, la letra de otro mundo es posible se inscribe entre el repertorio infantil y nadie, pr¨¢cticamente, se asocia para cambiar los fundamentos del sistema. En cuanto a los gobiernos y sus l¨ªderes, se hallan tan absorbidos en el arduo empe?o de mantener el poder o conquistarlo que la poblaci¨®n constituye un borroso paisaje de electores, vagas aglomeraciones humanas que votan o se encrespan tan s¨®lo por un rato. Se celebra la manifestaci¨®n, se convoca la huelga y, despu¨¦s, la protesta se engasta en el hogar, vuelven a casa los obreros y al amanecer reiteran la acci¨®n de fichar y aguantar.
Dentro de este cuadro no hay en puridad buenos y malos, s¨®lo directivos y subordinados, empresarios, asalariados, aut¨®nomos, funcionarios y funcionarias. Unos u otros cruzados por el efecto de un mismo mal que tiende a enfermarlos y, recibiendo o no la baja m¨¦dica, arrastran jornada tras jornada un dolor gris¨¢ceo que termina tarde o temprano con su carbonizaci¨®n.
Las hipotecas, las deudas, los hijos, la pareja imperfecta, el desaliento, las multas, la injusticia, la impotencia. La gran masa se halla en muy mal estado y, lo que es decisivo, ha llegado al punto en que ha dejado de estimar su tortura como un designio de Dios, una fatalidad del destino o una penitencia que cree merecer. Ni Dios, ni Destino, ni Culpa.
Instruidos, informados, consumidores experimentados, esc¨¦pticos, infieles, individualistas, cr¨ªticos, los ciudadanos van dejando de asumir que las cosas sean necesariamente as¨ª y sin remedio. Comprueban que su mal y el de los otros responden a la injusta ordenaci¨®n del mundo y, al igual que en otros tiempos en que una inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n penaba en el interior del sistema, el sistema no podr¨¢ soportar su inteligente revulsi¨®n.
No surgir¨¢ un movimiento al estilo de hace cien a?os, pero el esp¨ªritu cr¨ªtico crece hoy entre ampl¨ªsimos sectores de la poblaci¨®n y la subversi¨®n, a¨²n sin necesidad de ideolog¨ªa, ceba su poder corrosivo ante la opresi¨®n. La opresi¨®n del urbanismo y sus infartos, la opresi¨®n del presupuesto y su pavor, la opresi¨®n del hogar y sus t¨®xicos, la gran opresi¨®n del empleo y sus condiciones mezquinas, indignas, aniquiladoras de la alegr¨ªa y el placer de vivir.
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