Despu¨¦s de Bhutto
Javid Mughal viaj¨® a Pakist¨¢n s¨®lo para festejar la fiesta del cordero con su familia, y nunca imagin¨® que durante su estancia iba a presenciar como su pa¨ªs se desmorona.
Estaba con sus hijos en un parque de atracciones en la ciudad de Lahore, en Pakist¨¢n, y comenz¨® a notar algo extra?o. Hab¨ªa mucho movimiento de polic¨ªas, los comercios empezaron a cerrar uno tras otro, en las calles la gente lloraba y de pronto se desat¨® la violencia. Su tel¨¦fono son¨®: "Javid, han asesinado a Benazir Bhutto".
Colg¨® el tel¨¦fono, orden¨® a sus hijos que subieran al auto y pidi¨® al ch¨®fer que regresaran a casa. Aunque se encontraba a varios kil¨®metros de Rawalpindi, donde mataron a la ex primera ministra, en el trayecto hubo varios retenes que paraban el tr¨¢fico y le asaltaban los rostros de la gente que lloraba a su l¨ªder. Finalmente, lleg¨® a su casa donde su mujer permanec¨ªa frente al televisor recibiendo la noticia que convulsion¨® a Pakist¨¢n. Tom¨® nuevamente el tel¨¦fono y llam¨® a su amigo Nadeem Kaira para preguntar por el estado de su hermano Toqeer Kaira, miembro de la seguridad privada de Bhutto, y le confirm¨® que tambi¨¦n hab¨ªa muerto.
"Est¨¢bamos muy tristes porque los Kaira son buenos amigos de nuestra familia, Toqeer era un chico joven y valiente porque sabiendo que ella estaba en la mira de los asesinos, ¨¦l siempre dijo que la iba a proteger y muri¨® a su lado. Trat¨¦ de ir al entierro, pero el pa¨ªs estaba paralizado. Benazir apreciaba mucho a los dos hermanos porque en la regi¨®n del Gujarat hay mucha represalia contra los simpatizantes de Bhutto y ellos se atrev¨ªan a llevan la bandera del PPP".
D¨ªas despu¨¦s, el 10 de enero, otro atentado suicida causaba 22 muertos y 60 heridos en la sede del Tribunal Supremo en Lahore, frente al colegio del hijo de Javid. Al enterarse por la televisi¨®n, llam¨® desesperado a su esposa: "?Tienes al ni?o?", pregunt¨®, pero su esposa dijo que no estaba con ¨¦l. Le dobl¨® la angustia y al poco tiempo su hijo lleg¨® a salvo contando que "s¨®lo se hab¨ªan roto los cristales del colegio".
La inestabilidad pol¨ªtica y los atentados suicidas le devolvieron el miedo que no sent¨ªa desde hace 15 a?os, cuando huy¨® de Pakist¨¢n; entonces hab¨ªa recibido varias amenazas de muerte por parte de los grupos militares que sistem¨¢ticamente amedrentaban a los periodistas. Antes de su exilio, trabaj¨® como periodista en el diario Mussawat, propiedad de la familia Bhutto, y por algunos a?os fue la sombra de Benazir en todos sus actos p¨²blicos como corresponsal asignado a su agenda pol¨ªtica.
El ¨²ltimo contacto que tuvo con Benazir fue durante las elecciones de 1990, cuando subi¨® al poder Nawar Sharif, quien ahora compite en la pr¨®xima contienda electoral. "Hubo mucho fraude y yo escrib¨ª en urdu en la portada: Jhurloo. Benazir me pregunt¨® qu¨¦ significaba, porque en ese entonces ella no hablaba urdu y le contest¨¦: Un fraude grande. 'Est¨¢ bien', me dijo".
Mughal recuerda a Benazir con esa voz potente parecida a la de su padre dirigi¨¦ndose a su pueblo en un urdu rudimentario que confund¨ªa el masculino y el femenino, pero que siempre lograba dominar. "Esta vez los simpatizantes de Bhutto ten¨ªan una esperanza de cambiar el rumbo del pa¨ªs, porque saben que con el Gobierno de Musharaf ha habido m¨¢s atentados suicidas que antes y la pobreza ha crecido. En Pakist¨¢n, si sales a la calle no sabes si podr¨¢s volver a casa".
Con esa incertidumbre, Mughal regres¨® hace unos d¨ªas a Barcelona, donde reside desde principios de los noventa, y se topa sorprendido con las noticias de las detenciones de supuestos terroristas paquistan¨ªes. Intenta regresar a su rutina laboral en una copister¨ªa en la calle de Arc del Teatre. Abre su ordenador y ah¨ª est¨¢n las fotos de sus hijos Hena, Noman y la peque?a F¨¢tima, de un a?o de edad, que viven con su madre en Lahore.
Su reloj le marca las 10.00, hora de Espa?a. Su pulso le indica otra: la hora de Pakist¨¢n.
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