Capitalismo de cruzada
El s¨¢bado pasado se?al¨¦ la aparici¨®n en Europa -sobre todo Espa?a, Francia, Italia- de comportamientos propios de lo que ha comenzado a llamarse ya fundamentalismo capitalista, directamente importado de EE UU y de sus neocons, del que parece muy pr¨®ximo el presidente Sarkozy. Resultado de la fusi¨®n del integrismo religioso, que caracteriza hoy la doctrina y las practicas de la mayor¨ªa de las iglesias, en particular y por lo que nos concierne de la cat¨®lica, con las formulaciones m¨¢s elaboradas de la ideolog¨ªa de la empresa y de su funci¨®n en el mundo.
Ian Davis, gur¨² del management empresarial, apoy¨¢ndose en el concepto de Responsabilidad Social Corporativa (CSR, en ingl¨¦s) base de la nueva filosof¨ªa de los negocios, afirma que el cometido de las grandes empresas, de modo especial las multinacionales, no puede limitarse a producir beneficios y a enriquecer a sus accionistas, sino que tienen que asumir las consecuencias de su compromiso b¨¢sico con la sociedad. Compromiso derivado de su condici¨®n de beneficiarios principales de la comunidad en la que intervienen, lo que nos obliga a completar el paradigma weberiano de la relaci¨®n entre religi¨®n y econom¨ªa, seg¨²n el cual el ¨¦xito econ¨®mico es consecuencia a la par que prueba de la predilecci¨®n divina, para agregarle una voluntad pol¨ªtica, un racionalismo mercantil y una fe en la creaci¨®n de riqueza que son los que aseguran la obtenci¨®n de beneficios y su capitalizaci¨®n.
Los l¨ªderes pol¨ªticos acceden sin m¨¦ritos a las posiciones cimeras del protagonismo econ¨®mico
Raz¨®n por la cual hay que situarlos en el centro de esta nueva formaci¨®n social, que es quiz¨¢ la ultima versi¨®n de la religi¨®n civil americana que nos present¨® en los a?o 70 Robert Belloch ( Beyond Belief. Essays on Religion in a Post-Traditional Society, Harper & Row), en la que funcionan como desencadenantes y argamasa de una fusi¨®n entre pol¨ªtica, religi¨®n y negocio.
Dicha fusi¨®n los hace pronto indistinguibles en su funcionamiento conjunto y se traduce en la plena intercambiabilidad de las posiciones y funciones de sus actores mayores. De aqu¨ª que sea no solo legitimo sino inevitable que los grandes empresarios sean tambi¨¦n los grandes protagonistas de la pol¨ªtica, de igual manera que los l¨ªderes pol¨ªticos acceden sin otras pruebas ni m¨¦ritos a las posiciones cimeras del principal protagonismo econ¨®mico. Y as¨ª hoy Schr?der decide en el gigante ruso de la energ¨ªa Gazprom; Aznar es consejero privilegiado con mando en plaza en el imperio Murdoch; Blair, que se ha revelado de una insaciable capacidad en el acaparamiento de posiciones de poder, es enviado especial para el Oriente Pr¨®ximo de las cuatro grandes potencias mundiales, a la par que desempe?a funciones dominantes, con honorarios millonarios, en el grupo bancario J. P. Morgan; Rato, que ha dejado el FMI para especializarse tal vez por determinaciones familiares en c¨²spides bancarias, se ha incorporado ya a las del Santander y Grupo Lazard; y, finalmente, en itinerario inverso, Manuel Pizarro, despu¨¦s de su impresionante y vertiginoso autoenriquecimiento en la empresa privada, se ha incorporado al PP y milita como gran adelantado en la falange de cruzados del capital que forman todos ellos.
Frente al frenes¨ª del siempre m¨¢s y a la voracidad de dinero y poder que les devora y que Sarkozy representa de forma m¨¢xima, la Pol¨ªtica de Civilizaci¨®n de Edgar Morin, que el presidente franc¨¦s invoca con obsceno cinismo, es su ant¨®nimo paradigm¨¢tico. Sus principios y propuestas han sido objeto de una larga elaboraci¨®n que se formula por primera vez en su Introducci¨®n a una pol¨ªtica del Hombre (Seuil 1965), se desarrolla en Tierra-Patria (Seuil, 1993) y toma forma definitiva en el libro que le lleva por titulo (Arlea, 1997) y del que acaba de reeditarse, en una publicaci¨®n separada, el primer cap¨ªtulo (Arlea, 2008).
Donde los cruzados y Sarkozy dicen m¨¢s y m¨¢s, Morin retrueca menos y mejor; frente a la cantidad de los primeros, Morin reclama calidad; en lugar de pedir m¨¢s bien-estar, que con frecuencia acaba en mal-estar, Morin contrapropone bien -vivir como el m¨¢s seguro compa?ero de la felicidad. El pensador de la complejidad nos recuerda que en la realidad contempor¨¢nea los componentes del bien y del mal se interpenetran y forman una trama interrelacionada en bucle, en la que cada uno de ellos es causa y efecto, productor y producto y en el que la fuerza revolucionaria est¨¢ ya en la potencia autotransformadora de las sociedades que quer¨ªamos cambiar, en forma de contracorrientes y contratendencias.
Opuesto a la hipertecnificaci¨®n que descalifica a la mayor¨ªa y que nos atomiza y separa a todos, propone la creaci¨®n de nuevos ecoempleos y de trabajos solidarios, de pr¨¢cticas conviviales que se opongan a la exclusi¨®n y a la soledad. La Pol¨ªtica de Civilizaci¨®n es una convocatoria general a la resistencia. Desde la alimentaci¨®n industrializada y la hipermedicalizaci¨®n hasta la destrucci¨®n del medio natural, la degradaci¨®n de ciudades y barrios, y la cretinizaci¨®n medi¨¢tica. Frente al inventario de gadgets para dopar el crecimiento que Attali acaba de proponerle a Sarkozy, nuestro pensador convoca a la restauraci¨®n ¨¦tica de la esperanza.
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