Sarkozy o la copia torticera de las ideas
El presidente franc¨¦s habla de "pol¨ªtica de civilizaci¨®n", pero el concepto de unos "bienes universales" al margen del mercado, como educaci¨®n, salud y vivienda, es atacado por sus propuestas y acciones
El 31 de diciembre de 2007, en su discurso a la naci¨®n francesa, el presidente Sarkozy recurri¨® a la noci¨®n de "pol¨ªtica de civilizaci¨®n" para definir el sentido que pretende darle a su acci¨®n durante su mandato. Sus consejeros hicieron saber inmediatamente que esa idea proven¨ªa del libro que Edgar Morin y yo escribimos en 1997, y cuyo t¨ªtulo, Pol¨ªtica de civilizaci¨®n, era ya toda una declaraci¨®n de intenciones. De lo que estoy seguro es de que el presidente Sarkozy no ha tenido el tiempo de dedicarle la atenci¨®n necesaria a la primera versi¨®n del libro, que conten¨ªa, en efecto, una cr¨ªtica muy dura a la globalizaci¨®n liberal y una reflexi¨®n sobre la renovaci¨®n del v¨ªnculo social incompatible con la pol¨ªtica que su Gobierno est¨¢ llevando a cabo 10 a?os despu¨¦s. A no ser que el presidente se haya pasado, como yo desear¨ªa, al bando de los poskeynesianos de izquierda en los que se inspiraba el primer cap¨ªtulo del libro, titulado: "Por una mundializaci¨®n del bienestar social", y que escrib¨ª yo mismo.
?Es reforma civilizatoria el desmantelamiento de sectores completos del Estado social?
?Abogamos por la paz y la solidaridad cuando nos alineamos con un presidente como Bush?
Pero confieso que incluso en ese caso seguir¨ªa siendo esc¨¦ptico sobre la orientaci¨®n que le va a dar y sobre la utilizaci¨®n que va a hacer de ese concepto. Y es que, no en vano, hay un precedente: el Gobierno tambi¨¦n ha recuperado la idea de "codesarrollo", que elabor¨¦ en 1997, y la utiliza hoy por mediaci¨®n de su ministerio de Inmigraci¨®n, Identidad francesa y Codesarrollo (!), para llevar a cabo una pol¨ªtica migratoria en las ant¨ªpodas de la que yo preconizaba. Por eso, antes de firmarle a Sarkozy un cheque en blanco, parece prudente recordar algunos principios b¨¢sicos.
La cuesti¨®n de partida que presid¨ªa nuestra reflexi¨®n era: "?ad¨®nde va nuestro mundo?". Quien lea la primera versi¨®n del libro ver¨¢ que la respuesta depend¨ªa de un an¨¢lisis del sistema mundial realmente existente. Desde aquella ¨¦poca, la situaci¨®n se ha agravado considerablemente: 11 de septiembre en Estados Unidos, invasi¨®n norteamericana de Iraq, 11 de marzo en Madrid, atentados de Londres, mundializaci¨®n del terrorismo, interminable tragedia israelo-palestina... Todo eso con el trasfondo del avance de una globalizaci¨®n sin reglas en un contexto de degradaci¨®n ecol¨®gica planetaria.
Tanto en Francia como en Europa, la privatizaci¨®n de los v¨ªnculos sociales ligada a esa globalizaci¨®n ha conducido a una crisis sin precedentes de las pol¨ªticas sociales: la noci¨®n de inter¨¦s general ha sido profundamente erosionada, y los servicios p¨²blicos, desmantelados. La idea, civilizada por excelencia, de unos "bienes universales" al margen del mercado, que abarca, entre otros, campos tan sensibles como la educaci¨®n, la salud, la vivienda y la informaci¨®n libre, ha quedado deslegitimada por la imperiosa prioridad de la "mercantilizaci¨®n". Todo debe someterse a la sacrosanta ley del dinero y la competencia ciega. El Estado encarna cada vez menos la voluntad general orientada hacia la profundizaci¨®n de la solidaridad, para ser, cada vez m¨¢s, la imagen de una administraci¨®n que no cesa de lamentarse de su propia impotencia.
Si la civilizaci¨®n significa, en la m¨¢s hermosa tradici¨®n europea de las Luces, la instauraci¨®n de un mundo en el que prevalezcan la igualdad de oportunidades y la solidaridad, entonces hay que reconocer que, devorada por un capitalismo sin alma, ¨¦sta est¨¢ sufriendo una crisis profunda.
En su primera conferencia de prensa, el 8 de enero de 2008, el presidente Sarkozy la emprend¨ªa contra la deshumanizaci¨®n de las relaciones sociales, el individualismo salvaje y la p¨¦rdida de los sentimientos de solidaridad colectiva. Ten¨ªa raz¨®n. Pero, favoreciendo a ultranza, como ha hecho su Gobierno, la din¨¢mica de privatizaci¨®n del v¨ªnculo social, ?no contribuye a reforzar lo que censura? ?No llama "reforma" al desmantelamiento de sectores enteros del Estado social? El regalo fiscal otorgado al comienzo de la legislatura (alrededor de 20.000 millones de euros) a ciertas categor¨ªas entre las m¨¢s acomodadas de la poblaci¨®n, ?forma parte de la acci¨®n solidaria con los m¨¢s necesitados?
He de recordar con humildad que una pol¨ªtica de civilizaci¨®n digna de tal nombre ha de ser antes una pol¨ªtica de ciudadan¨ªa justa. E implica grandes pol¨ªticas p¨²blicas, un papel creciente del Estado como vector del bienestar colectivo, y una visi¨®n del desarrollo social y territorial basada en la redistribuci¨®n selectiva de los recursos para instaurar la igualdad de oportunidades y crear las condiciones de una verdadera identidad com¨²n. Al dar a su Gobierno una imagen de diversidad a trav¨¦s del nombramiento de varios ministros surgidos de la inmigraci¨®n (no me pronuncio aqu¨ª ni sobre sus cualidades ni sobre su representatividad), el presidente Sarkozy ha hecho avanzar considerablemente las representaciones de los franceses. Hay que reconocerle ese m¨¦rito y rendirle homenaje por ese golpe de mano simb¨®lico. Pero la realidad no acompa?a.
?Cu¨¢ndo ver¨¢ Francia verdaderas y grandes pol¨ªticas de integraci¨®n para los suburbios estigmatizados, los barrios marginados de las ciudades, las zonas urbanas abandonadas del pa¨ªs? Francia es, en ese plano, el pa¨ªs de Europa en el que la situaci¨®n es m¨¢s preocupante.
M¨¢s a¨²n: ?una pol¨ªtica de civilizaci¨®n no deber¨ªa afrontar franca y rigurosamente la cuesti¨®n del pluralismo confesional? En el discurso que el presidente Sarkozy pronunci¨® ante el Papa en Letr¨¢n, el 20 de diciembre de 2007, dio a entender que el laicismo franc¨¦s constituye actualmente un obst¨¢culo para lo que llam¨®, sin duda apresuradamente, necesidad de "trascendencia". ?sta es una senda peligrosa que podr¨ªa llevarnos, tras m¨¢s de un siglo de relaciones pac¨ªficas, a una nueva guerra entre el Estado republicano y la Iglesia.
Por supuesto, tanto el fondo religioso cristiano, que aflor¨® en el contexto de los interrogantes sobre la identidad europea, como la nueva presencia del islam por toda Europa ponen a prueba la estabilidad del modelo laico franc¨¦s. Pero ?acaso es un motivo para renunciar a ¨¦l? ?Y si, por el contrario, ese modelo fuese, m¨¢s que nunca, la mejor manera de responder a los desaf¨ªos que se plantean en nuestros d¨ªas? ?O se trata de inventar una nueva "trascendencia" por decreto? En realidad, la idea de un espacio p¨²blico laico, respetuoso con los creyentes y con los no creyentes, constituye el horizonte infranqueable de la libertad de conciencia en el Estado democr¨¢tico de derecho y est¨¢ en el coraz¨®n de una pol¨ªtica de civilizaci¨®n basada en el respeto a la diversidad y al libre apego a unos valores comunes.
En el plano internacional, resulta por el momento dif¨ªcil ver lo que significa ese acercamiento a Estados Unidos que ha impulsado Nicolas Sarkozy. Pero ?abogamos por la paz y la solidaridad cuando nos alineamos con un presidente Bush que no ha dudado en mentir, en derramar sangre, en destruir la naci¨®n iraqu¨ª atizando una guerra civil atroz y, finalmente, en alimentar la "guerra de civilizaciones" que el terrorismo integrista quiere propagar por todas partes?
Y, por otra parte, si bien es leg¨ªtimo condenar a un presidente iran¨ª peligrosamente provocativo y rechazar la carrera hacia la energ¨ªa nuclear de uso militar, ?contribuimos a favorecer la paz cuando Francia proclama, adelant¨¢ndose incluso a Washington, una "l¨®gica de guerra" frente a Ir¨¢n?
?D¨®nde est¨¢ la "pol¨ªtica de civilizaci¨®n" en esa visi¨®n conflictiva de las relaciones internacionales? Las ideas, no nos cansaremos de repetirlo, no son abstracciones: a menudo se transforman en fuerzas materiales, y por eso su utilizaci¨®n implica un elevado sentido de responsabilidad moral. La reflexi¨®n sobre la "pol¨ªtica de civilizaci¨®n" no debe ser tergiversada para justificar lo que combate.
Sami Na?r es catedr¨¢tico de Ciencias Pol¨ªticas, profesor invitado de la Universidad Carlos III. Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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