El paleto inolvidable
Ahora, en la otra ciudad en la que no estoy y a la que todos los d¨ªas quiero irme un poco, hace mucho fr¨ªo. Si hoy, domingo, hubiera amanecido all¨ª es posible que me hubiera enfundado el odioso plum¨ªfero y hubi¨¦ramos bajado hasta el Soho a echar la ma?ana. No para ver galer¨ªas de arte, porque en el Soho ya s¨®lo exhiben Chanel y Prada, lo cual tampoco me parece un mal giro, sino para comer en un peque?o restaurante, el Savoy, en donde sirven buen vino (no falta tempranillo), ponen porciones peque?as que no te hacen detestar la comida y tienen un plato exquisito que les recomiendo vivamente, la hamburguesa, una especie de filete ruso a la brasa con cebolla caramelizada por encima y queso fundido. Los europeos, pobres ignorantes, lo parten con cuchillo y tenedor, lo cual es como partir un huevo frito como si fuera un filete; pero los americanos perdonan esas maneras extravagantes como s¨ªntoma de una cultura en decadencia. La forma correcta de comerse esa exquisitez, la hamburguesa, es tomarla entre las manos y pegarle un bocado, cuanto m¨¢s grande mejor; por supuesto, no se deben poner nunca las dos mu?ecas sobre la mesa. Esa postura del pajarito es decimon¨®nica. H¨¢ganme caso, para disfrutar de ese bocado de ternera picada que ya tenemos en la boca, lo suyo es que dejemos la mano izquierda colgando y masticar a dos carrillos (?nunca a uno solo, por Dios!) para as¨ª quedarte embobado viendo a la especie humana pasar ante los cristales del Savoy, que est¨¢ en la esquina entre Crosby y Spring, por si quieren tomar nota de este cl¨¢sico que nunca falla. Por all¨ª pasar¨ªa, en los que han sido sus ¨²ltimos d¨ªas, el joven Heath Ledger, y digo el joven porque cuando una persona muere con 28 a?os el primer adjetivo que nos salta a la vista es el de la vida robada. Ledger viv¨ªa muy cerca, en la calle Broome, y cuando vi en televisi¨®n las im¨¢genes de la camilla sacando al actor ya muerto me dio una nostalgia doble: la de las calles tan paseadas y la del actor, tan querido. Deb¨ªa vivir all¨ª hac¨ªa poco tiempo, porque una de las historietas comunes de alg¨²n conocido de Brooklyn era contar que hab¨ªan visto a Ledger tomar el metro con su ni?a en brazos o con la bici. De Ledger est¨¢bamos enamorados todos y todas. No es correcci¨®n pol¨ªtica, es la pura verdad: su vaquero inspirado en el personaje de la cuentista Annie Proulx despertaba deseo en mujeres y en gays; esa rudeza de paleto tierno, que no s¨®lo recordaba a los vaqueros de Wyoming, sino a los de los viejos westerns, le hizo irresistible. Ledger dio a su personaje profundidad sentimental, un don que tienen algunos actores. No s¨¦ si es algo para lo que hace falta estudiar. No es que quiera quitarle a ese oficio importancia intelectual, pero tengo para m¨ª que los virtuosos nacen ya tocados por la gracia. Es algo tan injusto como el o¨ªdo musical, la vis c¨®mica, la belleza f¨ªsica o la poes¨ªa. Hay que nacer.
El joven Heath Ledger dio a su personaje profundidad sentimental, un don que tienen algunos actores
La forma correcta de comer una hamburguesa es tomarla entre las manos y pegarle un buen bocado
Voy all¨¢ con una afirmaci¨®n rara: en los ¨²ltimos tiempos se hacen demasiadas entrevistas a los actores. Y ocurre que su trabajo es tan atractivo que, la mayor¨ªa de las veces, las palabras est¨¢n de m¨¢s. Cuando se les pregunta por el personaje, se dispersan hablando de "mi personaje, mi personaje"; cuando se les pregunta por el director repiten maravillas, pero qu¨¦ van a hacer: ?ustedes saldr¨ªan en la tele hablando mal de su jefe? Para colmo, ahora se considera obligado en cada entrevista a?adir dos o tres preguntas sobre las elecciones, el calentamiento global, Hillary-Obama, Bush, el aborto y la ilegalizaci¨®n de ANV. Por supuesto que tienen su derecho como ciudadanos a dar su opini¨®n, pero confieso que no es lo que m¨¢s me interesa de ellos. En los ¨²ltimos tiempos he tenido la oportunidad de ver varias actuaciones conmovedoras, de esas que te hacen colocar a esos int¨¦rpretes entre el grupo de individuos que han sacudido tu estado emocional: Charlize Theron y Tommy Lee Jones, en El valle de Elah, y James McAvoy, en Expiaci¨®n. No me cabe la menor duda de que hay que ser sensible y perspicaz en la observaci¨®n del comportamiento humano para expresar todo lo que ellos consiguen con esos papeles. No s¨¦ c¨®mo son, no padezco de mitoman¨ªa, y para m¨ª no significa gran cosa conocer sus opiniones pol¨ªticas. S¨®lo cuando tienen mucha carrera a sus espaldas me siento atra¨ªda por escuchar o leer su cat¨¢logo de recuerdos, como aquel chejoviano Marcello Mastroiani, que hac¨ªa un balance tan vital y conmovedor de todo aquello que le hab¨ªa dado su profesi¨®n de actor: mujeres hermosas, viajes, buenos restaurantes y amigos memorables a los que esperaba encontrar en un probable para¨ªso de c¨®micos a la italiana. Se habla estos d¨ªas de los triunfos americanos de Bardem como si de alguna manera compensaran los ataques que recibi¨® en estos ¨²ltimos a?os por parte de la derecha espa?ola. Bardem est¨¢ por encima hasta del propio Bardem. Incluso, cuando le o¨ª decir que dud¨® en hacer Antes que anochezca por una cuesti¨®n ideol¨®gica, la emoci¨®n que me produjo su interpretaci¨®n de Reynaldo Arenas no se vio mermada. Por muy serios que se pongan o nos pongamos, su oficio es jugar. Y a m¨ª con los buenos actores me pasa como con los ni?os graciosos, que me gustan hasta cuando no los aguanto.
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