'Admimados' o la cultura del cari?o
Para Sami Na?r
No creo estar extrapolando (y, por tanto, generalizando de manera abusiva) una experiencia de car¨¢cter meramente personal al decir que en los ¨²ltimos tiempos parece haberse extendido de manera notable el uso, en situaciones y contextos distintos a los habituales hasta ahora, de t¨¦rminos con connotaciones sentimentales (cuando no afectivas). ?Qui¨¦n no ha recibido una respuesta del tipo "atenderemos su propuesta de publicaci¨®n con cari?o", o escuchado un comentario de parecido tenor en alguna ocasi¨®n ("nuestra editorial tiene la pol¨ªtica de mimar a sus autores", por poner otro tipo de ejemplo, que recuperaremos al final)? El asunto podr¨ªa no dar mucho de s¨ª (y quedarse en uno de esos episodios pintorescos que, de cuando en cuando, se producen inopinadamente en cualquier lengua, como esa man¨ªa, que parece haberse consolidado por completo entre nosotros, de llamar tema a cualquier cosa de la que se hable), si no fuera porque tiene todo el aspecto de resultar sintom¨¢tico o indicativo de una transformaci¨®n en el imaginario colectivo de nuestras sociedades.
La l¨®gica del consumo explica la actual volatilidad de las relaciones de pareja
La misma sed de amor y celebridad une al escritor y al que va a un 'reality'
Y es que no deja de ser curiosa esa aparente inversi¨®n de papeles, seg¨²n la cual una esfera p¨²blica, como es la del trabajo, parece haberse contaminado de un lenguaje y unas categor¨ªas inicialmente destinadas al ¨¢mbito de lo privado, en tanto que este ¨²ltimo parece regirse cada vez m¨¢s por l¨®gicas importadas del mundo de la empresa. A esto ¨²ltimo ya se hab¨ªa referido, entre otros, Robert Nozick en 1974 al escribir en su ya cl¨¢sico Anarqu¨ªa, Estado y Utop¨ªa "toda persona es una empresa en miniatura", pero tal vez no hab¨ªa tenido todav¨ªa la oportunidad de comprobar los devastadores efectos que sobre los individuos desarrolla semejante transformaci¨®n. Cosa que s¨ª ya han podido comprobar autores tan diferentes como el franc¨¦s Alain Ehrenberg (en su libro La fatigue d?¨ºtre soi. D¨¦pression et soci¨¦t¨¦, 1998) o, m¨¢s recientemente, la soci¨®loga eslovena Renata Salecl (en su obra On Anxiety) y la marroqu¨ª Eva Illouz (en las conferencias Adorno de 2004, publicadas en castellano con el t¨ªtulo de Intimidades congeladas. Las emociones en el capitalismo).
Todos ellos han observado, desde sus particulares perspectivas, c¨®mo ese modelo de vida, cada vez m¨¢s difundido en nuestros d¨ªas, seg¨²n el cual uno debe gestionar la propia existencia con los mismos criterios con los que gestionar¨ªa su empresa (si la tuviera) acaba siendo fuente inexorable de ansiedad y frustraci¨®n. M¨¢xime teniendo en cuenta que semejante ideal de constituirnos en due?os de nuestra propia empresa vital triunfa en un mundo como el que vivimos, en el que los individuos disponen de escas¨ªsimas posibilidades de incidir realmente en el desarrollo social y pol¨ªtico de su entorno.
Tal vez una de las pruebas m¨¢s claras de dicha contaminaci¨®n economicista de la esfera privada la podamos encontrar en la creciente fragilidad de los v¨ªnculos interpersonales -incluyendo en este cap¨ªtulo incluso los m¨¢s ¨ªntimos-. Como ha se?alado el prol¨ªfico (y omnilicuador, dicho sea de paso) Zygmunt Bauman, la penetraci¨®n de la l¨®gica del consumo tambi¨¦n en este ¨¢mbito explica en gran medida la volatilidad de tantas relaciones de pareja, que pasan a ser consideradas por los miembros de la misma como un objeto de consumo vital m¨¢s y, en cuanto tal, se abandonan en el momento en el que dejan de proporcionar la satisfacci¨®n para la que fueron adquiridas, sin que existan, en una sociedad de consumidores que deval¨²a la durabilidad, la permanencia, y en la que lo viejo es asimilado a inservible, argumentos para perseverancia alguna.
De ser cierto lo anterior, cobrar¨ªa sentido la hip¨®tesis de que los individuos, desenga?ados de poder encontrar aquello que anhelaban donde siempre hab¨ªa estado, se han lanzado a buscarlo a campo abierto, esto es, en las diferentes regiones que configuran el territorio de lo p¨²blico. No habr¨ªa que descartar que un fen¨®meno tan popularizado (y democratizado) en el mundo de hoy como la aspiraci¨®n a la fama deba ser interpretado bajo esa clave, la de obtener el nivel b¨¢sico, elemental, de existencia que los dem¨¢s debieran proporcionarnos a trav¨¦s del mecanismo del reconocimiento, esto es, de unas relaciones intersubjetivas m¨ªnimamente satisfactorias, sustituy¨¦ndolo por el mecanismo de la mera visibilidad que proporcionan los medios de comunicaci¨®n de masas. Y lo que vale para la fama probablemente valga para esa otra variante levemente desplazada de lo mismo que es la celebridad.
De lo que resultar¨ªa entonces que entre la voluntad de ser famosos de los de abajo y las ansias de pasar a la posteridad de los de arriba la diferencia ser¨ªa tan s¨®lo de grado, pero que, en el fondo, ambos andar¨ªan persiguiendo -con desigual consciencia- lo mismo. En ¨²ltimo t¨¦rmino, nada significativo separa, por poner dos ejemplos s¨®lo en apariencia bien distintos, el anhelo de mucha gente corriente de participar en un reality show televisivo del empe?o de tantos autores en verse comentados en el suplemento literario de alg¨²n diario nacional de gran tirada.
Habr¨ªa que se?alar si acaso, por lo que respecta al segundo grupo, que dispon¨ªamos de pistas suficientes para habernos dado cuenta antes de la naturaleza profunda de sus aspiraciones. Lo hab¨ªa declarado Federico Garc¨ªa Lorca: "Escribo para que me quieran", aunque, a?os despu¨¦s, Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez contribuy¨® enormemente a difundir la frase, introduciendo una modulaci¨®n sin duda interesante: "Escribo para que me quieran m¨¢s mis amigos". Pero se conoce que tales pistas no fueron adecuadamente valoradas, tal vez porque se las consider¨® como meras boutades brillantes, o como simples ejercicios autoir¨®nicos por parte de escritores de sobrada notoriedad.
Todo lo cual nos devuelve de alguna manera al principio, a aquel ejemplo de los mimos que entonces se puso entre par¨¦ntesis y que ahora resultar¨¢ de utilidad colocar en primer plano. En pocas palabras, lo que para muchos parece estar en juego, en el fondo, no es tanto ser admirados, como, si se me permite el neologismo, ser admimados, esto es, recibir el m¨ªnimo de calor y afecto que todo ser humano necesita. Que necesita como el aire que respira, o, tal vez mejor, como el aire que permite volar a la paloma kantiana. Venga, un abrazo.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona y director de la revista Barcelona Metr¨®polis.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.