Adi¨®s a la expansi¨®n
Sabemos, al menos desde Ram¨®n de Campoamor, que en este mundo traidor nada es verdad ni mentira y todo es seg¨²n el color del cristal con qu¨¦ se mira. Pero si hab¨ªa dudas sobre hacia d¨®nde camina la coyuntura econ¨®mica valenciana, y espa?ola, las han despejado los recientes datos de desempleo con esa contribuci¨®n del 17% a su aumento durante el ¨²ltimo a?o por parte de la Comunidad Valenciana. Nos adentramos, pues, en una fase de enfriamiento ante la ralentizaci¨®n de la construcci¨®n (y la crisis financiera) tras una etapa de expansi¨®n espectacular impulsada por esa actividad. Las vicisitudes que tendr¨¢ esta fase del ciclo nada propensa a que los gobernantes se hagan responsables de lo que sucede en ella, no son abordables todav¨ªa. Sin embargo, a¨²n en estos tiempos de subasta electoral, puede tener inter¨¦s no perder de vista algunas constataciones si el af¨¢n es no empecinarse en lo que, parafraseando a Ansel Adams, se podr¨ªa expresar como que no hay nada m¨¢s in¨²til que tener una imagen n¨ªtida de un diagn¨®stico borroso.
Defender el empleo fomentando la vivienda protegida es, en el mejor de los casos, un error
La primera es la imposibilidad de mantener el nivel de actividad o el peso alcanzado por la construcci¨®n en el PIB y, mal que pese, en el empleo promocionando VPO, el alquiler o a trav¨¦s de un Pacto por la Vivienda (versi¨®n Comunidad Valenciana) como UGT se ha apresurado a exigir. La construcci¨®n representa en ella el 11,3% del PIB (2006), ha aumentado (a precios corrientes) su peso en m¨¢s de un 70% desde 2000 y su proporci¨®n en el empleo supera el 14%. Ello, como sucede con Espa?a en su conjunto, es una excepci¨®n dentro de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea dado que en ning¨²n otro alcanza esa descomunal importancia. De hecho, entre 2000 y 2005 el aumento del empleo en esta actividad en Espa?a casi roza el 75% de todo el creado por el sector en la Europa avanzada (UE 15), en la cual su peso en el PIB es inferior a la mitad. Lo mismo se concluye comparando con Estados Unidos: durante la reciente expansi¨®n de su sector de la construcci¨®n, en ning¨²n momento entre 2000 y 2006, ¨¦ste ha superado el 5% del PIB, con un aumento entre ambos a?os del 10%.
Ante esta estructura de la econom¨ªa valenciana, defender que la desaceleraci¨®n va a ser una mera an¨¦cdota o que sus efectos sobre el empleo pueden ser superados fomentando la vivienda protegida (o la obra p¨²blica) es, en el mejor de los casos, un error. Es m¨¢s, no es seguro que la mejor medida contra el desempleo que pueda producirse sea intentar mantener el excepcional peso alcanzado por el sector. Lo ocurrido con la construcci¨®n durante los ¨²ltimos a?os no tendr¨¢ f¨¢cil repetici¨®n -al menos en d¨¦cadas- y cuanto antes se acepte, m¨¢s pronto se podr¨¢n dise?ar medidas eficaces para paliar estos efectos negativos de la desaceleraci¨®n. Entre ellas no debiera volverse a olvidar el papel de la formaci¨®n (profesional, continua y sobre todo ocupacional) como pol¨ªtica de empleo. La necesidad de mejorar la empleabilidad de la poblaci¨®n activa recobra la importancia capital que nunca se le ha concedido entre nosotros. Quiz¨¢ ser¨ªa hora de que administraci¨®n, empresarios y sindicatos le den en la pr¨¢ctica la trascendencia que proclaman de palabra. Por no hablar de las universidades p¨²blicas distra¨ªdas en esta ocasi¨®n por la en¨¦sima reforma de sus planes de estudio.
Una segunda propuesta podr¨ªa ser evitar la insistencia m¨¢s que tozuda en una vuelta al pasado en busca de un esplendoroso futuro industrial. Por m¨¢s que haya que criticar la nula atenci¨®n del Consell a la industria en los ¨²ltimos diez a?os, hoy carece de sentido sustituir el agrarismo de finales del XIX por un industrialismo ingenuo. La globalizaci¨®n est¨¢ modificando de manera permanente la econom¨ªa mundial, tambi¨¦n por tanto la valenciana, y no es principalmente en la manufactura en donde cabe buscar el futuro de la competitividad y el empleo. El m¨¢s de un mill¨®n de puestos de trabajo industriales perdidos en la Uni¨®n Europea avanzada desde 2000, o los m¨¢s de tres en EEUU, con cifras de empleo en los m¨ªnimos de m¨¢s de medio siglo en ambas econom¨ªas, debiera servir de ant¨ªdoto. Claro que ser¨¢ dif¨ªcil convencer a quienes parecen al¨¦rgicos a comprobar estad¨ªsticas o estudiar los informes de los expertos. En ¨¦stos tambi¨¦n se constata que en contra de lo que se repite aqu¨ª, los efectos inducidos del sector manufacturero no son los determinantes de la expansi¨®n del de los servicios a las empresas. El informe de la Comisi¨®n Europea Business-related services: a key driver of European competitiveness, ya mostr¨® que es entre ellos mismos c¨®mo se generan la mayor parte de sus ventas (un 46% frente al 29% de la manufactura). Lo cual subraya de nuevo que es en los servicios y no fuera de ellos d¨®nde cabe buscar soluciones en los pr¨®ximos meses. Sin partir de esta obviedad ser¨¢ m¨¢s que dif¨ªcil diagnosticar correctamente otros aspectos fundamentales o insistir en que no todos los servicios son iguales, ni para la tasa de crecimiento de la econom¨ªa ni para la retribuci¨®n salarial. Pero empe?arse en defender los mismos t¨®picos que en los ¨²ltimos a?os har¨ªa imposible combatir con eficacia los problemas que puedan plantearse.
Jordi Palafox es catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas. Universitat de Val¨¦ncia.
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