La catarsis de nunca acabar
Los fantasmas del pasado a¨²n marcan a los serbios y dan alas a los 'ultras'
S¨®lo los serbios saben sentir el inat, un despecho irracional que les empuja a tomar las decisiones que m¨¢s les perjudican. Su historia es una sucesi¨®n de inats, de caprichos y errores que han ido hundiendo el pa¨ªs en un fango de humillaciones reales e imaginarias que en cada elecci¨®n se transforman en miles de nuevos votos para el Partido Radical, una formaci¨®n antieuropea cuyo l¨ªder, Vojislav Seselj, est¨¢ procesado en La Haya por cr¨ªmenes de guerra. Es dif¨ªcil explicar por qu¨¦ un partido antidemocr¨¢tico y fascistoide es capaz de reunir el 30% de electorado.
Muchos en Serbia culpan a la UE, el nuevo mito para escapar a la propia responsabilidad. Enumeran errores, como la absurda restricci¨®n de los visados, pero casi nadie habla de lo esencial, de que ocho a?os despu¨¦s de la ca¨ªda de Slobodan Milosevic el virus de la Gran Serbia sigue vivo, de que el 5 de octubre de 2000 no hubo revuelta popular, ni derribo del dictador; fue s¨®lo un golpe palaciego en el que el r¨¦gimen pact¨® la entrega del l¨ªder a cambio de mantener sus privilegios.
En Serbia no ha existido un proceso de desmilosevizaci¨®n similar al que se llev¨® a cabo en Alemania tras la II Guerra Mundial. La muerte del aut¨®crata ha impedido visualizar la responsabilidad de sus gobiernos.
"La Uni¨®n Europea carece de una estrategia para Serbia. S¨®lo la tiene para Kosovo. Y EE UU ni siquiera la tiene para alguno de los dos", asegura el periodista Dejan Anastasevic. "Los cambios de direcci¨®n de Bruselas, que pas¨® de exigir la entrega de Ratko Mladic a ofrecer un acuerdo de asociaci¨®n, han desconcertado a los dem¨®cratas y reforzado a los antieuropeos, que dicen: 'Si nos mantenemos firmes, acabar¨¢n cediendo", afirma una fuente europea.
"No hemos tenido una transici¨®n. La que comenz¨® con el primer ministro Zoran Djindjic qued¨® interrumpida con su asesinato. Para que haya una catarsis son necesarios pol¨ªticos que digan a los ciudadanos que hemos perdido las guerras y cometido cr¨ªmenes. Entonces comenzar¨¢ el duelo. A¨²n estamos lejos de ese momento. La gente de Prokupje que particip¨® en la guerra de Kosovo est¨¢ m¨¢s preocupada en cobrar las dietas prometidas que en resolver el dilema de la culpabilidad", asegura el etn¨®logo Ivan Colovic.
La autopista que comienza en Subotica acaba abruptamente en Pozega, al sur. Parece un s¨ªmbolo de esta Serbia varada en medio de ning¨²n sitio, entre el Este y el Oeste. No son los ingenieros los que dudan si continuar hacia Montenegro, Kosovo o Macedonia, sino los pol¨ªticos, siempre dispuestos a convertir cualquier decisi¨®n en un tr¨¢gico dilema nacional con ra¨ªces hist¨®ricas.
"Hemos pasado de la tradici¨®n oral donde dominan los mitos a la era audiovisual. No tuvimos como el resto de Europa siglos de Gutenberg en los que prim¨® el pensamiento cient¨ªfico y los hechos comprobados", asegura la soci¨®loga Milena Dragicevic. "No tenemos una ¨¦lite pol¨ªtica capaz de pensar en el futuro, s¨®lo piensan en su poder y en defenderlo. No existe tradici¨®n democr¨¢tica ni de b¨²squeda del consenso. En la lengua serbia la palabra compromiso tiene unas connotaciones negativas, pues quien pacta es el d¨¦bil que no merece respeto", a?ade.
El escritor Vlada Arsenijevic habla de exilios interiores como ¨²nica defensa y de una juventud que ha optado por el escapismo que ofrecen las nuevas tecnolog¨ªas en vez de asaltar y revolucionar la realidad. "Detr¨¢s de toda la agresividad de Serbia se esconde un problema de identidad; no estamos seguros de qui¨¦n somos. Es una sociedad a la defensiva, con miedo al otro, y eso beneficia a los discursos cerrados, como el radical".
A Ceda Jovanovic, l¨ªder del Partido Liberal Democr¨¢tico, el ¨²nico que mantiene que Kosovo se perdi¨® en 1999 y que defiende la ruta m¨¢s r¨¢pida hacia la UE —"para m¨ª es una oportunidad de compartir valores"—, le hace gracia la definici¨®n de Serbia como "un pa¨ªs encerrado en una habitaci¨®n cerrada en la que nadie abre las ventanas ni las puertas desde 1989". "A?adir¨ªa un detalle importante: nadie las abre porque todos est¨¢n convencidos de que el aire exterior est¨¢ envenenado".
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