El activismo ciudadano reta a los sindicatos
Los boicoteos a empresas cambian las reglas de la protesta laboral - Son vistosos pero ineficaces
Los boicoteos lanzados por los consumidores se han instalado como forma de protesta y desaf¨ªan las tradicionales acciones de los sindicatos. No suelen tener ¨¦xito, pero su impacto en la opini¨®n p¨²blica y la r¨¢pida propagaci¨®n que adquieren gracias a Internet los han situado en el mapa. Y los sindicatos empiezan a contar con ello. La movilizaci¨®n contra Nokia en Alemania, incluidos gobernantes, ha dado al fen¨®meno una nueva escala.
Acto I. Nokia, el mayor fabricante de m¨®viles del mundo, anuncia el cierre de su planta en Bochum, Alemania. Dejar¨¢ sin empleo a 2.300 personas. En Ruman¨ªa, argumenta, le saldr¨¢ 10 veces m¨¢s barata la producci¨®n.
Acto II. Socialdem¨®cratas y democristianos alemanes devuelven sus terminales Nokia. Su gesto pol¨ªtico abre la veda al boicoteo contra los productos del grupo, con la "comprensi¨®n" de la canciller Angela Merkel.
El primer gran boicoteo en Espa?a se proclam¨® cuando cerr¨® Gillette
Estudios en EE UU dicen que la ca¨ªda de ventas es ef¨ªmera y escasa
Un secretario de Estado dio la espalda a IBM por vender su planta en Valencia
El Gobierno catal¨¢n alert¨® a Phillips de que podr¨ªa dejar de comprarle bombillas
Leguina pide que se impida a la empresa que se va a especular con el suelo
Los ayuntamientos de Francia se plantaron por seis cierres de Danone
Acto III. Nokia anuncia que su beneficio global se dispara un 67%, hasta los 7.205 millones. Su presidente, Olli-Pekka Kallasvuo, pide perd¨®n por Bochum.
El Acto Final est¨¢ por escribir. La empresa sigue hoy muda sobre los efectos del boicoteo en Alemania, su quinto mercado.
"Nunca he visto funcionar una protesta como ¨¦sta. Me gustar¨ªa vivir en un mundo de ciudadanos socialmente responsables. Pero vivo entre consumidores compulsivos. El arma del consumidor debe tenerse en cuenta, pero no es el arma. Es como convocar una huelga y que s¨®lo la siga un 15% de la plantilla", afirma Ricardo Garc¨ªa Zald¨ªvar, presidente del movimiento antiglobalizaci¨®n Attac en Espa?a.
En Alemania, Attac se ha sumado al llamamiento para que el consumidor no compre nokias. "Esto no es Alemania. En Espa?a no hay gran tradici¨®n en caso de deslocalizaciones", a?ade Garc¨ªa Zald¨ªvar al comentar la pieza que Nokia exhibe sobre el escenario de una Europa asustada, desconcertada, en la globalizaci¨®n.
Pero llamamientos en Espa?a, los ha habido. Los m¨¢s recientes, a ra¨ªz de los cierres de Braun y de la antigua Miniwatt, que han destruido en total 1.300 empleos en el ¨¢rea de Barcelona. Los representantes de los trabajadores han reclamado la solidaridad de los consumidores en sus octavillas de protesta. Es en la c¨²pula de los sindicatos donde se pide prudencia. "Es comprensible que los protagonistas del cierre, los afectados, planteen boicoteos ante el desasosiego y la impotencia que sienten. Pero llamar a no consumir no forma parte de nuestro bagaje", subraya Fernando Lezcano, secretario de Comunicaci¨®n de CC OO, convencido de que "la apariencia de beligerancia no se corresponde con la eficacia".
Por no hablar de efectos negativos. "?Qu¨¦ ocurrir¨¢ con las otras f¨¢bricas cuando una empresa cierra una planta pero mantiene abiertas otras en el mismo pa¨ªs?", se interroga en la misma l¨ªnea Toni Ferrer, secretario de Acci¨®n Sindical de UGT. Ante el poder de las multinacionales, "puede contemplarse un boicoteo con car¨¢cter disuasorio, pero puede darle argumentos extra a la empresa para que se marche. Es un arma a emplear con responsabilidad", a?ade Ferrer.
A¨²n as¨ª, los sindicatos son conscientes de que uno de sus retos es trabajar de forma m¨¢s estrecha con las organizaciones de consumidores. UGT apunta, por ejemplo, hacia ¨¢mbitos como la responsabilidad social de las empresas. "La colaboraci¨®n entre el movimiento de consumidores y el sindical es incipiente en Espa?a, pero hay un largo camino por recorrer juntos", reflexiona Rub¨¦n S¨¢nchez, portavoz de Facua, organizaci¨®n de consumidores que eval¨²a "caso por caso si es razonable apoyar la solidaridad que pide un sindicato".
"La tendencia es a no trabajar en red con los sindicatos, pero la cosa est¨¢ comenzando a cambiar", corrobora Josep Miquel Sanz, secretario general de la Uni¨®n de Consumidores de Catalu?a (UCC). Hace cuatro a?os, esta organizaci¨®n, junto a la OCU de Catalu?a (OCUC), lanz¨® un manifiesto in¨¦dito en Espa?a en el que se invitaba a no comprar productos de empresas que echaran el cierre sin haber entrado en p¨¦rdidas o que se trasladaran a otros pa¨ªses en busca de salarios m¨¢s bajos. Ocurri¨® en Catalu?a porque su tupido tejido industrial tuvo un arranque de siglo XXI lleno de mazazos: cerraron Lear, Philips, Levis, Valeo, Panasonic, Fisipe, Samsung... "Empresas como Samsung -que dej¨® sin empleo a 450 personas en Palau-Solit¨¤ i Plegamans (Barcelona) en 2004- nos pidieron que no sigui¨¦ramos adelante con el boicoteo si hab¨ªa acuerdo social, y lo hubo", recuerda Sanz.
En la pr¨¢ctica, la mayor¨ªa de las veces, los boicoteos s¨®lo han servido como elemento de presi¨®n para arrancar indemnizaciones elevadas. "Y sobre todo sirven para otra cosa", subraya Jaume Ribera, experto en deslocalizaciones y Profesor de Operaciones de IESE y de la escuela CEIBS de Shanghai: "Es efectivo para que la empresa no abra ninguna otra planta en el pa¨ªs y para que otras empresas tampoco vengan. El mensaje que se lanza es muy negativo. Y el objetivo de cerrar la planta no se consigue".
En EE UU, el pa¨ªs que lo estudia todo, circulan informes sobre sus limitados efectos. "Estad¨ªsticamente, s¨®lo responde a estas protestas entre un 15% y un 20% de la poblaci¨®n. Y, a los tres meses, el porcentaje cae a un 2%", explica Gerardo Costa, profesor de mercadotecnia de Esade.
Ha habido algunos casos, sin embargo, sorprendentes. Al mes siguiente de que Renault anunciara el cierre de una planta en la localidad belga de Vilvoorde, en 1997, las ventas de este fabricante en B¨¦lgica cayeron un 29%. Otro caso sonado fue el de Danone cuando, en 2001, anunci¨® que desmantelar¨ªa seis centros de su divisi¨®n de galletas. Decenas de ayuntamientos de Francia y un centenar de diputados se adhirieron al boicoteo, que un 44% de los franceses dijo estar dispuesto a secundar. Danone sostuvo que las ventas no se resintieron.
En Espa?a, el episodio m¨¢s emblem¨¢tico -adem¨¢s de pionero- de boicoteo por cierre industrial se produjo en Andaluc¨ªa, cuando hace 14 a?os Gillette trunc¨® la vida de su planta de Alcal¨¢ de Guadaira. El Pleno de la Diputaci¨®n de Sevilla aprob¨® una moci¨®n contra el cierre y pidi¨® que se dejaran de consumir productos de esta empresa. Desde Izquierda Unida (IU), Felipe Alcaraz se apunt¨® a la protesta. El ex presidente de la Comunidad de Madrid Joaqu¨ªn Leguina defendi¨® que se le diera la espalda al afeitado con cuchilla. El mundo empresarial se le ech¨® encima.
"Yo creo que, como acto de voluntad, un llamamiento al boicoteo se puede tolerar", se reafirma hoy Leguina, quien, sin embargo, propone una v¨ªa que "tal vez logre menos propaganda que el boicoteo, pero es m¨¢s efectiva: frenar que las empresas que deslocalicen hagan negocio especulando con el suelo. Plusval¨ªas, cero".
Gillette, que de todos modos cerr¨®, no ha sido el ¨²nico caso en el que los poderes p¨²blicos han arropado en Espa?a un llamamiento a no consumir por motivos similares. En 1995, IBM, entonces americana, anunciar¨ªa que se iba a desprender de su ¨²nica planta industrial en Espa?a, ubicada en La Pobla de Vallbona (Valencia). El entonces secretario de Estado de Industria, Juan Ignacio Molt¨®, la arm¨® al escribir una carta a los organismos p¨²blicos en la que les aconsejaba una represalia: sustituir los equipos de IBM por los de otras marcas.
"A¨²n hoy arrastramos la cultura de los a?os ochenta, que consist¨ªa en extender la alfombra roja a cualquiera que viniera a instalarse aqu¨ª. Tuvimos que aprender sobre la marcha sobre c¨®mo construir una pol¨ªtica al respecto", se?ala el ex consejero de Industria catal¨¢n, Josep Maria Ra?¨¦, convertido en boicot¨®logo desde que, a los pocos d¨ªas de acceder al cargo, se top¨® con el cierre de la f¨¢brica de Philips en La Garriga (Barcelona). Ra?¨¦ se descolg¨® con esta advertencia: la multinacional era un "gran proveedor de las administraciones p¨²blicas", un cliente tan importante como la Generalitat se sent¨ªa "muy molesto" y "no iba a ponerle f¨¢cil a Philips un adi¨®s a la brava". Sugiri¨® que no se iban a comprar m¨¢s bombillas a Philips. La cosa se qued¨® en sugerencia.
La nueva pol¨ªtica armada por el Gobierno catal¨¢n s¨ª se sustent¨® sobre otros dos pilares. Primero, que si una empresa tiene beneficios y s¨®lo se va para poder ganar m¨¢s en otra parte, habr¨¢ que exigirle un plan social en paralelo. Y segundo, la compa?¨ªa deber¨ªa asumir compromisos de mantener el empleo cinco a?os en caso de haber recibido ayudas, si no quer¨ªa tener que devolverlas.
Desde Esade, el profesor Costa sugiere que "los gobiernos no pueden instigar los boicoteos, pero s¨ª dan se?ales que desv¨ªan la atenci¨®n sobre lo que importa: tapar lo que no se ha hecho". Los expertos inciden en la necesidad de formar a los trabajadores para que sean empleables. El Ministerio de Industria no se ha pronunciado sobre los boicoteos, pese a ser requerido por este diario.
Organizaciones de consumidores, sindicatos y expertos coinciden en que los boicoteos que han conseguido sensibilizar m¨¢s al p¨²blico no han tenido su origen en desmantelamiento de f¨¢bricas, sino que han estado relacionados con el respeto a los derechos de los trabajadores -los salarios de hasta 2 d¨®lares al d¨ªa en Indonesia y Vietnam se rebotaron contra las ventas de Nike en pa¨ªses como EE UU-, el respeto a c¨®digos internacionales -trajo cola la venta de leche en polvo para beb¨¦s de Nestl¨¦, frente a la leche materna-, trasfondos pol¨ªticos y territoriales -las ventas de cava catal¨¢n se resintieron un 6% en 2005 cuando sectores radicales de la derecha animaron a no consumirlo, y la patronal francesa se quej¨® de los perjuicios del choque entre Washington y Par¨ªs sobre Irak para los quesos y vinos galos en EE UU-.
Y es que el patriotismo suele asomar en caso de boicoteo. La actriz Emma Thomson se sum¨® a las protestas por el cierre de la planta en Gales de un s¨ªmbolo nacional como Burberry, que empezar¨ªa a producir en China. "Cuando compro la ropa, siempre miro d¨®nde est¨¢ confeccionada", proclam¨® Thompson. Y hasta el mism¨ªsimo James Bond fue apelado a no conducir en BMW cuando la empresa anunci¨® que se vend¨ªa Rover. Los sindicatos llamaron a boicotear a los alemanes. El entonces ministro de Industria y Comercio, el laborista Stephen Byers, opin¨®: "Que cada individuo decida qu¨¦ es lo mejor".
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