Viaje al imperio de los susurros
Un millar de delatores y v¨ªctimas del estalinismo reconstruyen su terror en un libro
Antonina Golovina naci¨® en 1923 con el estigma de ser la hija de un kulak, otrora propietario de las tierras que cultivaba y, como tal, etiquetado de "enemigo del pueblo" en la era estalinista. Vivi¨® su infancia en el exilio de Siberia, sufri¨® el acoso de condisc¨ªpulos y maestros (una profesora lleg¨® a decirle que merec¨ªa ser exterminada) y volc¨® su juventud en forjarse una nueva identidad, que enterraba para siempre sus or¨ªgenes.
"Muchos aprendieron a colaborar para sobrevivir", explica Orlando Figes
La vida de las ni?as Angelina y Nelly estuvo marcada por la discriminaci¨®n
Aprendi¨® a no hablar con nadie de su pasado, ni tan siquiera con sus dos sucesivos maridos. S¨®lo a?os m¨¢s tarde descubri¨® que ambos hab¨ªan sido tambi¨¦n v¨ªctimas de la represi¨®n. Negarse a s¨ª misma esa confianza era un imperativo del r¨¦gimen al que tem¨ªa, que gobernaba su existencia y la de millones de sovi¨¦ticos.
El historiador brit¨¢nico Orlando Figes (Londres, 1959) ha recogido ¨¦sta y otras historias privadas de la dictadura de Stalin. Historias de s¨²bditos forzados a desconfiar de todo y de todos bajo un r¨¦gimen de vigilancia y control ideol¨®gico que sobrecogen en la lectura del libro The Whisperers, que Edhasa publicar¨¢ en Espa?a el pr¨®ximo a?o. Su t¨ªtulo alude a "los que susurran", aquellos que reprim¨ªan sus instintos naturales en un mundo en el que las paredes o¨ªan, pero tambi¨¦n a la legi¨®n de informadores en f¨¢bricas, escuelas, lugares p¨²blicos y apartamentos comunales donde viv¨ªan los trabajadores urbanos. Nadie estaba a salvo de los susurros de la delaci¨®n.
"Durante muchos a?os, las memorias de los intelectuales disidentes fueron consideradas la voz de los silenciados. Este libro quiere reflejar tambi¨¦n el mundo interior de millones de personas que no eran opositores -aunque muchos fueron v¨ªctimas del gulag-, que aprendieron a aceptar o a colaborar con el r¨¦gimen como forma de supervivencia. ?C¨®mo viv¨ªan? ?Qu¨¦ pensaba realmente esa poblaci¨®n sometida?", se pregunta Figes. Desde luego, no es ning¨²n advenedizo que se arrima al ascua de la ¨²ltima fiebre editorial por el estalinismo. El brit¨¢nico es una autoridad en la historia de Rusia como autor, entre otros, de La revoluci¨®n rusa 1891-1924: la tragedia de un pueblo y El baile de Natacha: una historia cultural rusa.
Con el apoyo de la Sociedad para la Memoria -instituci¨®n liberal nacida durante la perestroika- Figes dirigi¨® a tres equipos de investigadores en San Petersburgo, Mosc¨² y Perm para recuperar centenares de archivos (cartas, diarios personales, fotograf¨ªas...) preservados por los supervivientes en rincones secretos. Ellos mismos aportaron sus testimonios, recogidos en un millar de entrevistas realizadas entre 2003 y 2006 (y que pueden consultarse en la web www.orlandofiges.com). "En los noventa" -explica el autor-, "la gente no estaba preparada para abrirse, ni siquiera hab¨ªan hablado de aquello con sus hijos y nietos". Una d¨¦cada despu¨¦s acced¨ªan a relatar esta historia oral cuando todav¨ªa no era demasiado tarde: miembros de una generaci¨®n nacida entre 1917 y 1925, una cuarta parte ya hab¨ªa muerto cuando sali¨® el libro.
El resultado supone un relato de la destrucci¨®n de los lazos y lealtades que un¨ªan a familias y comunidades, del lastre moral para aquellos abocados a traicionar a colegas, amigos y allegados. Se esperaba que una esposa se divorciara del marido arrestado, o que los hijos delataran a sus progenitores porque "un familiar de sangre puede ser tambi¨¦n un enemigo del esp¨ªritu". Zinaida Bushueva fue recluida a un campo de trabajo para "esposas de traidores", en 1938, por negarse a renegar de su marido, detenido meses antes. Sus hijas, Angelina y Nelly (v¨¦ase fotograf¨ªa), de dos y cuatro a?os, fueron enviadas a un orfanato, del que acab¨® rescat¨¢ndolas su abuela, pero su vida siempre estuvo marcada por la discriminaci¨®n. Por eso, muchos padres conminaban a sus propios hijos a delatarles para garantizar su protecci¨®n.
En septiembre de 1932, Pavlik Morozov, de 15 a?os, apareci¨® muerto en un bosque siberiano. La versi¨®n oficial estableci¨® que su propia familia lo hab¨ªa asesinado porque denunci¨® al padre. ?ste fue enviado a un campo de trabajo y luego ejecutado. La prensa sovi¨¦tica decret¨® el culto a la figura de Pavel, cuya historia pas¨® a ser de lectura obligatoria en las escuelas: el Estado, y no la familia, defin¨ªa a las "personas sovi¨¦ticas".
El relato de los descendientes de aquellas v¨ªctimas, y de quienes colaboraron en la represi¨®n, revela una relaci¨®n familiar llena de silencios -sus mayores no hablaban del pasado- que todos acabaron interiorizando. El legado del estalinismo y esa "memoria del terror", subraya Figes, "siguen incidiendo hoy en la sociedad rusa" y tienen su plasmaci¨®n en el conformismo pol¨ªtico que, a su entender, encarna el autoritario Vlad¨ªmir Putin. Confrontando esa "amnesia moral", salen ahora a la luz los testimonios de quienes vivieron. Y sufrieron en tiempos de susurros.
Miedo, traici¨®n, verg¨¹enza
- La delaci¨®n. "No soy ni un b¨¢rbaro ni un animal. Os pido fortaleza, que se¨¢is pacientes y trabaj¨¦is. La liquidaci¨®n de los kulak como clase no significa la liquidaci¨®n de las personas", escrib¨ªa el poeta y editor Alexandr Tvardovsky a su padre y hermanos, arrestados en 1931. Su misiva les conminaba a que no comunicaran con ¨¦l. Ante todo, quer¨ªa preservar su carrera literaria. Dos meses m¨¢s tarde, su padre huy¨® y su hijo lo denunci¨® a la polic¨ªa. "Estoy segura de que no ten¨ªa elecci¨®n", defendi¨® su madre.
- El arrepentido. El periodista, poeta y novelista Konstantin Simonov termin¨® por aprobar la detenci¨®n de las t¨ªas que lo criaron y la persecuci¨®n de colegas y amigos. Particip¨® en las campa?as antisemitas de Stalin y fue fiel al dictador incluso tras su muerte, en 1953. El arrepentimiento lleg¨® a?os m¨¢s tarde, con unas memorias llenas de remordimiento por su falta de coraje moral. Su historia, para Figues, resume "el compromiso de un ser humano con el mal".
- La ¨²nica evasi¨®n. Yevgeniia (Zhenia) Yevangulova empez¨® a escribir un diario en 1937, cuando sus padres fueron arrestados. Ten¨ªa 19 a?os y sus compa?eros de estudios no dejaron de acosarla por esa "verg¨¹enza". Zhenia llen¨® su diario con sus emociones y mantuvo as¨ª lo que llamaba "una conversaci¨®n interior" con sus padres, que desaparecieron en el gulag.
- La palabra recuperada. Zinaida, la madre de Larisa Levita, regres¨® a Leningrado en 1956 despu¨¦s de un largo exilio. Era el a?o en que Nikita Jruschov dio a conocer un informe cr¨ªtico sobre la era estalinista. "Al principio mi madre no dec¨ªa una palabra sobre su vida en los campos de trabajo, pero despu¨¦s empez¨® a hablar. Y cuanto m¨¢s hablaba, nos volv¨ªamos m¨¢s esc¨¦pticos. Nos convertimos en una verdadera familia".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.