El div¨¢n de Freud
La casa-museo de Londres, en donde pas¨® sus ¨²ltimos meses de exilio y de vida, muestra su estudio-biblioteca, su pasi¨®n por el mundo cl¨¢sico y el retrato que le pint¨® Dal¨ª
El div¨¢n m¨¢s famoso de la historia, revestido con los colores de una alfombra persa, sobresale en una estancia saturada de recuerdos, antig¨¹edades y libros que forran las paredes de punta a punta. Sobre el escritorio, las gafas de lunas redondas inseparables de la figura de Sigmund Freud atestiguan que ¨¦ste fue su peque?o universo, el estudio-biblioteca donde trabajaba y recib¨ªa a sus pacientes. No estamos en la Viena efervescente de principios del siglo XX, fascinada y a la vez escandalizada por las teor¨ªas del padre del psicoan¨¢lisis, sino en una deliciosa casa de ladrillo rojo que, con su cuidado jard¨ªn frontal, encarna la quintaesencia de lo ingl¨¦s. El n¨²mero 20 de Maresfield Gardens fue el ¨²ltimo domicilio de Freud, hoy convertido en casa-museo y una de esas perlas que escapan de la postal m¨¢s tur¨ªstica de Londres.
El lugar no conoce los tumultos, tan s¨®lo la visita de discretos grupos cuando abre sus puertas cada semana, desde el mi¨¦rcoles hasta el domingo
Aqu¨ª vivi¨® los doce meses anteriores a su muerte (23 de septiembre de 1939), rodeado de los mismos muebles y objetos que hab¨ªa dejado atr¨¢s en su huida de la barbarie nazi y que su hijo, el arquitecto Ernst Freud, logr¨® recuperar. Con la ayuda del ama de llaves Paula Fichtl, reprodujo pieza por pieza el estudio y biblioteca de la calle Bregasse, recreando el ambiente de trabajo que hab¨ªa acompa?ado a su padre durante 47 a?os. Freud se hab¨ªa resistido a abandonar su piso vien¨¦s cuando sus libros fueron quemados p¨²blicamente por los nazis, en 1933, a seguir al grueso de psicoanalistas de Alemania y Austria, predominantemente jud¨ªos como ¨¦l, que emigraron en los a?os sucesivos. S¨®lo cedi¨® tras la anexi¨®n de Austria. "A los 81 a?os, dejo mi casa de Viena como resultado de la invasi¨®n alemana y espero acabar en Inglaterra mis d¨ªas en libertad", declaraba a la BBC al inicio de su exilio, el 6 de junio de 1938. Pas¨® tres meses en una vivienda de alquiler y finalmente compr¨® su propia casa en Hampstead, un barrio tranquilo y acomodado del norte de la ciudad, conocido hoy por las inquietudes culturales de su nutrida comunidad jud¨ªa.
La casa-museo resulta accesible (con sendas estaciones de metro a escasos minutos a pie), pero su localizaci¨®n no se antoja tan sencilla en un paisaje de calles arboladas y casi id¨¦nticas. Una placa redonda de color azul -como las miles que el Patrimonio ingl¨¦s ha diseminado por las fachadas de toda la ciudad en honor de personajes ilustres- recuerda que "Sigmund Freud vivi¨® aqu¨ª entre 1938 y 1939". A su lado, una segunda inscripci¨®n alude a Anna Freud, la menor de sus seis hijos y fiel colaboradora, que se instal¨® con ¨¦l en Londres, junto a su madre, Martha, su t¨ªa Minna Bernays y el ama de llaves.
El lugar no conoce los tumultos, tan s¨®lo la visita de discretos grupos cuando abre sus puertas cada semana, desde el mi¨¦rcoles hasta el domingo. La pieza estelar es, por supuesto, el estudio-biblioteca, conservado en la planta baja tal cual lo dej¨® a su muerte. A pesar de su avanzada edad y de estar aquejado de un c¨¢ncer de paladar, Freud nunca dej¨® de fumar ni de recibir pacientes en su consultorio. Les invitaba a recostarse sobre el c¨¦lebre div¨¢n y a relatar todo aquello que sal¨ªa de su mente, sin filtrar la informaci¨®n ni discriminar aquello que les pareciera inadecuado. ?l atend¨ªa esas sesiones de "asociaci¨®n libre" desde su silla verde de respaldo c¨®ncavo, frente al escritorio donde sol¨ªa alinear alguna de sus antig¨¹edades m¨¢s preciadas. Las piezas egipcias, romanas, griegas y orientales permanecen all¨ª como reflejo de su pasi¨®n por el mundo cl¨¢sico y, sobre todo, la arqueolog¨ªa, que convert¨ªa en met¨¢fora del psicoan¨¢lisis: el material consciente se erosiona, pero lo inconsciente se salva de ese desgaste. "Ilustraba mis comentarios", escribi¨®, "se?alando los objetos antiguos que me rodeaban. Fueron hallados en una tumba y, con su entierro, hab¨ªan logrado conservarse".
A lo largo de su vida visit¨® varias excavaciones, aunque adquiri¨® el grueso de su colecci¨®n en anticuarios de Viena. Su presencia tonificaba a este arque¨®logo de la mente durante las largas sesiones de trabajo que le permitieron concluir y publicar en Londres la compilaci¨®n de ensayos Mois¨¦s y la religi¨®n monote¨ªsta, una obra que aborda la cuesti¨®n del antisemitismo y que le hab¨ªa obsesionado en la ¨²ltima d¨¦cada. Los libros le arroparon siempre, como ilustra el despliegue de gustos literarios que pudo traerse de Viena a la biblioteca de Mansfield Gardens: tomos de psicolog¨ªa y medicina, pero tambi¨¦n de arte, literatura, arqueolog¨ªa, filosof¨ªa e historia. En la estanter¨ªa colocada detr¨¢s de su escritorio destaca una selecci¨®n de t¨ªtulos de sus autores favoritos, Goethe, Shakespeare, Flaubert, Heine o Anatole France. En escritores, poetas y fil¨®sofos reconoci¨® un material, los deseos del inconsciente, que el psicoan¨¢lisis intenta desentra?ar.
El resto de la planta baja pertenece a los dominios de su vida familiar, hoy ocupados por una tienda de recuerdos para el turista. Una de las piezas m¨¢s interesantes de la casa est¨¢ en el descansillo del primer piso, el retrato que Salvador Dal¨ª realiz¨® del gran inspirador del movimiento surrealista. El genio ampurdan¨¦s deseaba visitar a Freud desde sus tiempos en Viena, pero el encuentro no se produjo hasta el 19 de julio de 1938, en las primeras semanas de destierro londinense. El escritor Stefan Zweig los present¨® y el artista pudo ejecutar varios bocetos (publicados en su autobiograf¨ªa La vida secreta de Salvador Dal¨ª, 1948) que luego plasm¨® en un dibujo a pluma. Zweig nunca quiso mostr¨¢rselo a Freud, porque en ¨¦l se vislumbraba su inminente muerte.
Completan el recorrido en el piso las estancias de Anna, pionera en el campo de la psicolog¨ªa infantil, y en las que destaca el telar que entreten¨ªa sus manos mientras analizaba a sus pacientes, reclinados tambi¨¦n en un div¨¢n. Cuatro a?os despu¨¦s de su muerte (1982), la casa se transformaba en museo para preservar, en palabras de su padre, "mi ¨²ltima direcci¨®n en este planeta". El intento de concederle la ciudadan¨ªa brit¨¢nica en sus ¨²ltimos d¨ªas fracas¨®, y Sigmund Freud muri¨® como extranjero en su tierra de acogida.
Museo Freud de Londres: www.freud.org.uk/
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