Yugoslavia para acabar
La proclamaci¨®n el pasado domingo de la independencia de Kosovo, aritm¨¦ticamente impecable porque la inmensa mayor¨ªa de su poblaci¨®n la deseaba como a un oscuro objeto, puede marcar, sin embargo, el comienzo de un largo y hasta sangriento epitafio a la muerte de la federaci¨®n yugoslava, cuya creaci¨®n en 1945 fue el primer ensayo serio de estabilizaci¨®n del mapa balc¨¢nico. Pero Yugoslavia emerg¨ªa de la destrucci¨®n del bloque comunista con el pecado original de haber sido concebida por v¨ªa antidemocr¨¢tica y, en especial, su desmantelamiento era un tributo a los vencedores de la guerra fr¨ªa; en el planeta, Estados Unidos, y en la zona, Alemania, precio que hab¨ªa de pagar la potencia derrotada, la Rusia ex sovi¨¦tica.
Kosovo es hoy 'un Ulster' en combusti¨®n nuclear para toda la zona y m¨¢s all¨¢ (o ac¨¢)
?Existe una idea con arreglo a la cual pensar de nuevo los Balcanes?; Europa no sabe, no contesta, pero poner en pr¨¢ctica, como hace, soluciones contradictorias, no parece la madre de todas las ideas.
En el ensa?amiento con la Yugoslavia de Tito se barajaron s¨®lo artefactos desintegradores y, as¨ª, para mantener las fronteras administrativas interiores de la antigua Yugoslavia, Estados Unidos y Europa, con Alemania de l¨ªder del pelot¨®n, reconocieron las independencias de Eslovenia y Croacia, pasablemente nacionales; de Macedonia, potaje inextricable con inquieta minor¨ªa albanesa; y Bosnia-Herzegovina, cuyos croatas y serbios aspiraban a anexionarse al pa¨ªs de origen, y los musulmanes, a mandar en el Estado imposible de unificar; Montenegro, finalmente, obten¨ªa la independencia en 2006.
Y as¨ª llegamos a Kosovo, donde las fronteras eran dos veces interiores; del Estado yugoslavo entre s¨ª y de una provincia de Serbia, y ya no de un Estado constituyente de la federaci¨®n. Por ello, el ¨²nico principio que explica la independencia de Pristina es la autodeterminaci¨®n nacional, muy respetable, sin duda, pero que no sirvi¨® en el caso de Bosnia. Y si las sub-sub-fronteras kosovares valen para crear futuro, tambi¨¦n deber¨ªa tenerse en cuenta alguna divisoria comarcal, que seguro que la hay, que delimite el norte de Kosovo por Mitrovica, donde se concentra la poblaci¨®n serbia, a la que jam¨¢s se reconocer¨¢ el derecho de secesi¨®n.
Antoni Rovira Virgili, de los tiempos del lerrouxismo de entreguerras, que era especialmente fuerte en la capital catalana, alertaba sobre el peligro de un Ulster barcelon¨¦s; de un enclave espa?olista en el mar del catalanismo similar al del Ulster, que desde su creaci¨®n en 1922 ha sido una isla protestante en el mar cat¨®lico de Irlanda. Y Kosovo es hoy un Ulster en combusti¨®n nuclear para toda la zona y m¨¢s all¨¢ (o ac¨¢). En los Estados ex yugoslavos se dan significativas concentraciones nacionales del vecindario, pero la partenog¨¦nesis en busca de Estado puede extenderse a Albania, hogar de la gran mayor¨ªa de los albaneses, que no permanecer¨¢ callada eternamente; Hungr¨ªa, cuyos nacionales ling¨¹¨ªsticos forman el 50% del otro Kosovo de Serbia: Voivodina; Grecia, con minor¨ªas albanesas en sus fronteras; Bulgaria, casa de turcos mal bulgarizados, y cuyo ethos se parece mucho al del grupo dominante en Macedonia; el Chipre griego, que teme el refuerzo del proto-Estado turco-chipriota; Rusia, donde un sarpullido de pueblos aspira a la mayor¨ªa de edad; y hasta Gibraltar, otro nacionalismo peninsular no estatal, puede hallar confort en la suerte kosovar. Por eso, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero repite tanto que Espa?a y Kosovo no tienen nada en com¨²n, lo que es muy cierto, pero no importa gran cosa a nacionalistas catalanes y vascos, que saben que lo que cuenta es el precedente, y no su naturaleza. A Madrid, por todo ello, no le quedaba m¨¢s remedio que negarse a reconocer al nuevo Estado, y m¨¢s a¨²n estando en capilla electoral, pero hace mucho fr¨ªo lejos de Alemania y Francia, que s¨ª van a tener embajada en Pristina.
El fracaso de Yugoslavia es el de un impulso civilizador que trat¨® de desposar dos ideas, ciudadan¨ªa pol¨ªtica y pertenencia emocional a una comunidad imaginada, como dir¨ªa Benedict Anderson. Y lo m¨¢s socorrido en estos casos es proponer una conferencia, como se hizo para la paz de San Stefano en 1878 y su rectificaci¨®n en el c¨®nclave de Berl¨ªn de ese mismo a?o; los acuerdos tras las guerras balc¨¢nicas de 1912-13; la creaci¨®n del Reino de Serbios, Eslovenos y Croatas en 1918; la de Yugoslavia en 1929, federalizada en 1945: y Dayton en los a?os noventa, tras la guerra por la Gran Serbia. Es probablemente justo que los albano-kosovares tengan hoy la independencia. Pero eso no significa que sea una gran idea.
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