Reventadores
Reventar un acto es una vieja costumbre. El premio Nobel Saul Bellow vivi¨® su particular mayo del 68 en la Universidad de San Francisco, cuando unos estudiantes convirtieron una conferencia suya en asamblea y acabaron grit¨¢ndole: "?Viejo de mierda, carca!". Las razones eran baratas: el escritor no se ajustaba a la ortodoxia ideol¨®gica imperante. Al d¨ªa siguiente, el reportero del San Francisco Chronicle, aparte de mostrar su ignorancia sobre el escritor present¨¢ndolo como un autor fracasado de Broadway, responsabiliz¨® del suceso al propio Bellow por su talante antip¨¢tico. El escritor, por su parte, cont¨® amargamente que, por un lado, sus colegas veteranos parec¨ªan aterrados y, por otro, los m¨¢s j¨®venes, halagadores de los estudiantes, disfrutaron con el n¨²mero. La ¨²nica consecuencia feliz de este disparate fue que el suceso se le col¨® a Bellow en uno de sus libros m¨¢s reveladores, El planeta de Mr. Sammler. El viejo Sammler, abrumado por esa realidad que no entiende, piensa que las universidades no se fundan para destruir la cultura, "para eso, concluye, es mejor fundar un partido nazi". Pasado el tiempo estas palabras se cargan solas de raz¨®n, m¨¢s a¨²n cuando las escribi¨® alguien que ya entr¨® en el para¨ªso de los inmortales, pero entiendo que el ciudadano Bellow no pensaba s¨®lo en el derecho de los literatos ilustres a hablar en los foros universitarios sino en todo aquel que, desde cualquier ¨¢mbito, fuera invitado a expresar su opini¨®n. La furia de estos d¨ªas contra tres conferenciantes deber¨ªa inducir a los campus a una reflexi¨®n. El espect¨¢culo de la violencia siempre es triste, pero dentro de la universidad, algo as¨ª como la cuna del pensamiento de un pa¨ªs, es desolador. Y, por supuesto, nunca debiera zanjarse el asunto mandando al conferenciante a casa, sin hablar, humillado. Es el triunfo de los reventadores.
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