Fuera de lugar
Me ocurre siempre durante los per¨ªodos de campa?a electoral. Me acuerdo de los algonquinos, los ind¨ªgenas que ocupaban parte del territorio que actualmente est¨¢ entre el norte del estado de Nueva York y el sur de Canad¨¢. En el c¨®digo de ¨¦tica y democracia algonquina s¨®lo pod¨ªa ser jefe de tribu el que sinceramente no lo deseaba. En la democracia occidental actual es todo lo contrario: los que se presentan a jefes y a todo tipo de cargos pol¨ªticos tienen que demostrar que tienen un enorme deseo de serlo, tanto, que a casi todos les vale culaquier argumento para alcanzar su objetivo. La sinceridad requerida afecta s¨®lo al deseo de candidatarse para la ostentaci¨®n del poder, aunque lo que tenemos que descodificar los electores realmente es la sinceridad de sus propuestas. Este enrevesamiento de la sinceridad algo o mucho tiene que ver con el desprestigio de los pol¨ªticos profesionales y quiz¨¢s tambi¨¦n en ello intervenga el propio hecho del profesionalismo, habitual entre nosotros, que viene anexo normalmente a la condici¨®n de pol¨ªtico. Es parad¨®jico que algo que deber¨ªa tener rasgos casi ¨¦picos, autoproponerse para trabajar al servicio de los dem¨¢s durante cuatro a?os, haya devenido en una actividad desprestigiada y sospechosa. No s¨¦ si este pensamiento de base etnogr¨¢fica o el hecho de que las campa?as representan algo as¨ª como el levantamiento de la veda del disparate es lo que realmente reafirma mi desconfianza y mi sensaci¨®n de estar fuera de lugar en todas las v¨ªsperas electorales.
Las campa?as electorales representan algo as¨ª como el levantamiento de la veda del disparate
Cuando uno es algonquino o gallego simplemente la distancia geogr¨¢fica determina este extra?amiento. Me resulta absurdo que quieran motivar mi voto con referencias a que los graneros electorales del bipartidismo est¨¢n en Catalu?a, Andaluc¨ªa o Valencia. Es una falta de respeto al nativo gallego y a los votantes de esos lugares. Ellos s¨®lo son granero, pero nosotros, ni eso. Y es que me resulta fuera de lugar que la presidencia del Gobierno de Espa?a, que todos aseguran que poco o mucho determina la vida social e individual en Galicia, dependa del descontento de unos catalanes por las aver¨ªas del AVE, el mismo AVE que nunca llega a Galicia, o con un esca?o arriba o abajo en la provincia de C¨®rdoba. Tanto es as¨ª que en Galicia, el PP protest¨® porque en un debate en TVG la moderadora lanz¨® como primera pregunta la de "?Qu¨¦ se xoga Galicia en estas elecci¨®ns?", y es que la cosa no mejora cuando limitamos el c¨ªrculo a los esca?os que se votan en Galicia.
Una vez m¨¢s, y sin que los dos grandes partidos hayan tenido ninguna iniciativa para cambiar la situaci¨®n, los manejos del voto emigrante vuelven a ser argumento de campa?a, pero la normalizaci¨®n e higiene de ese voto quedar¨¢ nuevamente aparcada hasta la pr¨®xima confrontaci¨®n electoral. Otro ejemplo bien notable es el hecho del esc¨¢ndalo con el que se ha tratado en los medios pol¨ªticos gallegos el viaje de una delegaci¨®n cultural gallega a la Feria del Libro de la Habana. No hace tanto, en el mes de diciembre, una delegaci¨®n posiblemente mayor, con una programaci¨®n de actos m¨¢s sofisticada,se dio cita en La Habana para celebrar el centenario del himno gallego y todo result¨® (y asi fue percibido) un brillante acto institucional que nadie ensombreci¨® confront¨¢ndolo con la situaci¨®n pol¨ªtica de Cuba (la misma de dos meses despu¨¦s), ni exigiendo la justificaci¨®n del gasto de la delegaci¨®n gallega y de su agenda de actos. La gran diferencia es que en diciembre la campa?a electoral a¨²n se ve¨ªa lejos. Si a ello le sumamos la insolidaridad e irracionalidad con que se miden los gastos en cultura, el sectarismo de confundir a una sociedad con el r¨¦gimen que padece y al apasionamiento casi tot¨¦mico que suscitan las opiniones sobre Cuba en todo tipo de personas, el veneno estaba servido.
Me parece casi normal que asistamos con el morbo de jugadores de la bonoloto al resultado de la lucha entre Obama y Clinton, la distancia y el exotismo lo dereterminan (aunque no podamos o queramos percibir que ah¨ª se juega parte del futuro de todos), pero no es de recibo que en las elecciones de aqu¨ª, cuanto m¨¢s se esfuerzan los candidatos en insistir que hablan de los problemas reales de la gente, pues "la "gente¡¤ es m¨¢s desconfiada.
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