Cautivos y desarmados ante las elecciones
Los datos de la encuesta del Gremio de Editores sobre la lectura en Espa?a son desalentadores. Como lo es el nivel del debate pol¨ªtico. Sin embargo, hay que votar el 9-M contra la alianza de los est¨²pidos y los malvados
Antes de la cacer¨ªa electoral, los cetreros de la pol¨ªtica necesitan saber d¨®nde est¨¢ la corneja, si a la diestra o a la siniestra. Por eso encargan encuestas que, una vez interpretadas o proyectadas, permiten a los partidos augurar una victoria con las mismas garant¨ªas que da el vuelo del ave. Estos d¨ªas, los editores hemos podido disponer tambi¨¦n de nuestro muestreo, el que nos facilita la Federaci¨®n de Gremios de Editores y que nos informa anualmente sobre la lectura en Espa?a, es decir, sobre la ca¨ªda a plomo de la corneja, herida de muerte. Es una encuesta tan poco fiable como las de intenci¨®n de voto, pero en un mundo de ciencia borrosa no veo por qu¨¦ no puede tener una lectura de aproximaci¨®n pol¨ªtica.
Veintitr¨¦s millones de espa?oles mayores de 10 a?os reconocen que no leen nunca
Esta vez, votemos en contra. Aunque sea para defender nuestra inteligencia insultada
Las conclusiones del informe son las de siempre: s¨®lo leen libros de modo permanente 15 millones de espa?oles, y leen m¨¢s las mujeres, los j¨®venes, los universitarios, los que tienen empleo y los que viven en ciudades de m¨¢s de un mill¨®n de habitantes. ?Qu¨¦ debe votar esta poblaci¨®n lectora? No lo sabemos, pero una parte del voto debe de ser progresista, otra conservadora y otra abstencionista. Los 23 millones que no leen (el informe cubre un universo de 38 millones de espa?oles mayores de 10 a?os) son personas por encima de los 55 a?os, amas de casa, jubilados, parados, gentes con estudios primarios y que viven en poblaciones que no sobrepasan los 10.000 habitantes. ?Qu¨¦ votan? Tampoco lo sabemos, pero estas categor¨ªas coinciden con el perfil hist¨®rico de los votantes conservadores.
El informe permite, como los sondeos pol¨ªticos, todo tipo de c¨¢balas, eso s¨ª, casi todas in¨²tiles, porque la pregunta b¨¢sica exige una respuesta un¨ªvoca. "?Le gustan a usted los libros?" es como preguntar: "?le gusta a usted pegar a su pareja?". Da mucha verg¨¹enza decir la verdad. Sin embargo es seguro que algunos maltratan y otros leen. Al parecer, unos 13 millones de personas lo hacen (leer, digo) por puro entretenimiento, mientras que un mill¨®n y medio largo lee para mejorar su nivel cultural. De los 13 millones que leen por ocio, 11,5 leen novelas y cuentos y del mill¨®n y medio que leen para mejorarse, s¨®lo ese medio lee ensayo.
Entre los 25 libros m¨¢s le¨ªdos de 2007 no hay ni una sola novela de verdadera calidad literaria. La mayor lectura se concentra en un pu?ado de t¨ªtulos, que son los m¨¢s vendidos con diferencia: La catedral del mar, Los pilares de la tierra, El C¨®digo da Vinci, La sombra del viento, ?ngeles y demonios, Harry Potter ("esa horrible porquer¨ªa", que dijo Harold Bloom) y similares (El Quijote y la Biblia aparecen en la lista como el s¨¦ptimo y el und¨¦cimo m¨¢s le¨ªdos, pero todos sabemos que se trata de un sesgo estad¨ªstico, es decir, de una mentira vergonzante. Por la misma raz¨®n, pero en sentido contrario, no aparece Mortadelo y Filem¨®n). Entre esos 25 libros no hay ning¨²n livre de savoir, es decir, de filosof¨ªa, ciencia, historia o cr¨ªtica.
Estos datos son compatibles con los que nos viene ofreciendo el Informe PISA: en matem¨¢ticas, ciencia y comprensi¨®n lectora, Espa?a ocupa el puesto 38 de 55 pa¨ªses auditados, por detr¨¢s de Polonia, Bulgaria o Grecia. Y, tras Malta y Portugal, es medalla de bronce en abandono escolar. Claro que el Informe PISA tambi¨¦n podr¨ªa estar manipulado, por lo que es recomendable desarrollar un trabajo de campo: les propongo que sigan los programas de concursos televisivos en los que se pone a prueba la formaci¨®n cultural de algunos ciudadanos. As¨®mense ustedes, por ejemplo, al concurso llamado Pasapalabra. Se trata, para ganar un dinero, de decir las palabras que corresponden a definiciones que da el conductor del programa, desde la A a la Z. Si el concursante primero no la sabe dice "Pasapalabra" y cambia el turno al segundo. Pues bien, si dejamos de lado rar¨ªsimas excepciones, el r¨¦gimen normal del concurso es as¨ª: el conductor dice, por ejemplo, "empieza por A: bebida espiritosa que se saca del vino"; respuesta: "aguardiente". Sigue el conductor pasado un turno: "empieza por B: dramaturgo espa?ol laureado con el Nobel en 1922"; respuesta: "Pasapalabra". Un turno despu¨¦s, "empieza por C: nombre de pila de la esposa de Sarkozy"; respuesta: "Carla". Un turno despu¨¦s: "empieza por D: reducci¨®n de la circulaci¨®n fiduciaria"; respuesta: "Pasapalabra". Y as¨ª hasta la Z.
La frecuentaci¨®n de las categor¨ªas vac¨ªas en el informe de los editores y la de las categor¨ªas llenas en el Informe PISA, implica pensar, un esfuerzo que, como advirti¨® Marc Bloch, repugna a la pereza espiritual de la mayor¨ªa de los hombres. Por eso, desde antiguo, una minor¨ªa avispada, consciente de la ventaja que le daba esa pereza, la condon¨® en nombre de la religi¨®n y la pol¨ªtica y dedic¨® su vida a meter en la cabeza de los dem¨¢s, muy a menudo por el eficaz procedimiento de romp¨¦rsela, que deb¨ªan abandonar la funesta man¨ªa de pensar, porque ellos ya pensaban por todos. As¨ª nacieron los pol¨ªticos y los sacerdotes, esto es, los cl¨¦rigos, que pensaron por los seglares y los profanos, esto es, los legos, que no advirtieron que la ignorancia es un mal.
Ahora los cl¨¦rigos nos convocan a las urnas para la liturgia cuatrienal, pero cautivos y desarmados intelectualmente como estamos, ?qu¨¦ podemos hacer? Creen los cl¨¦rigos que los legos somos analfabetos funcionales, y as¨ª nos tratan. Pero cl¨¦rigos analfabetos los hay a docenas en los Parlamentos y en los S¨ªnodos, en las Academias y en las Universidades. Tambi¨¦n nos suelen tomar por tontos, pero como establece la Segunda Ley Fundamental de la Estupidez, de Cipolla, "la probabilidad de que una persona sea est¨²pida es independiente de cualquier otra caracter¨ªstica suya"; es decir, que la estupidez est¨¢ uniformemente distribuida seg¨²n una proporci¨®n constante. Por eso se aplica por igual a los cl¨¦rigos. Entre los ministros, diputados, jueces y prelados se encuentra el m¨¢s exquisito porcentaje de individuos est¨²pidos cuya capacidad de hacer da?o al pr¨®jimo es infinitamente mayor que la de los est¨²pidos legos.
Votemos lo que votemos, las elecciones generales del 9 de marzo alumbrar¨¢n una proporci¨®n constante de est¨²pidos entre los pol¨ªticos de uno y otro signo. Eso no tiene remedio. Como no lo tiene su indigencia intelectual, que despliegan en declaraciones, debates y entrevistas. Cuando Zapatero o Rajoy son entrevistados, parecen malos estudiantes que acaban de memorizar los temas para capear el examen. Van a pi?¨®n fijo, sin salirse del gui¨®n para no desnortarse. No son capaces, al hilo de las preguntas, de hacer un quiebro al amparo de una cita literaria, una referencia cient¨ªfica, un dato econ¨®mico ajeno a los que les han hecho memorizar. Como todos vimos en el primero de los debates, su discurso adopta las cuatro formas que, seg¨²n Ferrater Mora, reviste la tonter¨ªa: "la flagrante contradicci¨®n, la odiosa ret¨®rica, la terca incomprensi¨®n y la omnipresente trivialidad". Carentes de recursos, no cabe en ellos la facecia ingeniosa o el retru¨¦cano chocante. ?Les han o¨ªdo alguna vez citar a un cl¨¢sico con solvencia? Quiz¨¢ lo hagan en reuniones internacionales al desplegar su fabulosa capacidad para las lenguas y las culturas extranjeras.
As¨ª est¨¢n las cosas. Prendidas con los alfileres de nuestra venerable indigencia y de su fatal simpleza. Es comprensible que estemos tentados de pedir el finiquito. Pero nos equivocar¨ªamos. Porque el 9 de marzo s¨ª hay algo que podemos hacer los legos y que tiene todo el sentido: impedir que a los est¨²pidos se asocien los malvados, aquellos que, con enga?os y zalemas, buscan un beneficio para s¨ª a costa del perjuicio de muchos otros. Como Aznar, que nos llev¨® a la guerra sin nosotros quererlo; como Acebes, que no nos supo proteger del terrorismo isl¨¢mico y quiso enga?arnos endos¨¢ndoselo a ETA; como Ca?ete, que culpa a los inmigrantes del colapso de la sanidad p¨²blica; como Rouco, que clama contra el matrimonio civil de los homosexuales pero calla ante sus sicarios ped¨®filos; como Rajoy, que se presenta sin verg¨¹enza como el defensor de los "currantes"...
Esta vez, votemos contra. Aunque s¨®lo sea por defender nuestra inteligencia insultada, para que no tengamos que decirnos nunca, como los labriegos de mi segunda patria, "Mexan enriba de n¨®s e hai que dicir que chove" [Nos mean encima y hay que decir que llueve].
Gonzalo Pont¨®n es editor.
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