Amores torturados
Procusto era el sobrenombre de un bandido que operaba cerca de Atenas. Sol¨ªa acoger con buenos modos a los viajeros y los invitaba a dormir en uno de sus dos lechos; en el largo hac¨ªa dormir a los m¨¢s cortos de estatura, estir¨¢ndolos con mucho dolor; en el corto, por el contrario, acostaba a los m¨¢s altos y les cortaba los pies para ajustarlos al lecho. Teseo le dio muerte tortur¨¢ndolo del mismo modo. La historia que esta novela nos cuenta es la de dos amores imposibles que son dos torturas: el de un poeta de talento, pobre e insobornable, por una mujer vulgar, y el de un hombre rico y exitoso por una mujer burguesa y discreta. Ambos se conocen el d¨ªa en que el hombre rico, Fred, ebrio y rodeado de amigos en juerga en el hotel Popovici, provoca a la se?ora Manescu, una bella mujer a la que desea, en cuya defensa sale un joven fogoso e indignado, el poeta Ladima. La escena acaba en duelo y del duelo surge una relaci¨®n de aprecio entre los dos hombres.
El lecho de Procusto
Camil Petrescu
Traducci¨®n de Joaqu¨ªn Garrig¨®s
Gadir. Madrid, 2007
400 p¨¢ginas. 22 euros
Esta novela de Camil Petrescu (18941957), tenido por un renovador de la narrativa rumana del siglo XX, no oculta su deuda con la novela centroeuropea y con las manifestaciones art¨ªsticas de las vanguardias de los a?os veinte de su siglo. En su forma y construcci¨®n lo evidencia: un relato cuyos cuatro protagonistas hacen valer su punto de vista; dos de ellos, la se?ora Manescu y Fred, relatando de viva voz; los otros dos, Ladima y Emilia -la mujer vulgar-, viniendo al relato de la mano del narrador que, a su vez, se constituye en quinta voz. El centro de la novela lo constituye el encuentro en el dormitorio de Emilia de ¨¦sta con Fred; ahora son amantes y Fred descubre que Emilia se halla en posesi¨®n de las numerosas cartas que el poeta, apasionadamente enamorado de ella, le dirigi¨®. Ladima se ha suicidado apenas dos meses antes y el descubrimiento de que am¨® a Emilia anonada a Fred, que desea saber m¨¢s, tanto de Ladima como de la relaci¨®n con ella. Durante toda esta largu¨ªsima escena -interrumpida de tanto en tanto por otras en flash-back-, ella est¨¢ desnuda y el autor no deja de describirnos esa desnudez.
?C¨®mo pudo un hombre tan sensible y espiritual como Ladima enamorarse de una mujer "falta de todo misterio interior"? ?Cu¨¢l es el misterio de la relaci¨®n Fred-se?ora Manescu, a la que ¨¦l abandona en pleno ardor caus¨¢ndole un gran destrozo personal? Ambas relaciones acuden ahora al momento en que Fred yace con Emilia, m¨¢s ocupado en saber que en hacer el amor. El recuerdo de los dos torturados amores, como los dos lechos de Procusto, cae sobre el presente y ah¨ª, en ese espacio temporal, es donde la novela establece su sugerente territorio. El relato, que se inicia con la voz de la se?ora Manescu, se cierra con dos ep¨ªlogos que contienen una sorprendente doble conclusi¨®n, una de las cuales, la que revela el destino de la ¨²ltima carta de Ladima escrita en el momento de morir, est¨¢ tra¨ªda por los pelos y disuena.
El libro contiene una descripci¨®n de la sociedad rumana de entreguerras que es quiz¨¢ lo m¨¢s interesante, pues el asunto amoroso -muy bien planteado a lo largo de toda la narraci¨®n- acaba en una notable confusi¨®n que parece escapar al dominio del autor justo en el tramo final. El autor, transformado en narrador, interviene adem¨¢s de vez en cuando agregando notas explicativas. Junto a descripciones admirables de un modo de vida de la ¨¦poca nos encontramos con largas parrafadas de consideraciones sociales y morales, algunas tan graciosas como una disertaci¨®n sobre el sentido de la moda y de la elegancia masculina, y otras sobre el matrimonio y el amor, o sobre pol¨ªtica o el esp¨ªritu rumano, de indudable fuerza. La novela es arriesgada, busca nuevos caminos, en la fecha en que se escribe es sin duda un acicate para la narrativa rumana, pero no deja de tener un ¨²ltimo sabor a literatura provinciana. Con todo, la penetraci¨®n psicol¨®gica de Petrescu es notable aunque no alcance la de un Stefan Zweig en La piedad peligrosa, por citar a un contempor¨¢neo suyo, vecino h¨²ngaro. El estilo es abarrocado, meticuloso, recargado y siempre elegante; describe con morosidad y, como sus personajes -excepto Emilia- son conflictivos, la prosa se halla en un frecuente estado de an¨¢lisis de situaciones y sentimientos que suele resolver con buen sentido e inter¨¦s, salvo en los momentos en que la reconcentraci¨®n obsesiva de los personajes pesa y se repite. En realidad, el provincianismo se manifiesta sobre todo en la falta de esa temperatura dram¨¢tica que poseen las grandes novelas de la ¨¦poca. Por lo dem¨¢s, El lecho de Procusto es no s¨®lo una muy interesante novela sino tambi¨¦n un encuentro con la modernidad de una literatura pr¨¢cticamente desconocida en nuestro pa¨ªs. -
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