P¨®lvora para todos
Ante la proximidad de las fiestas falleras, resulta conveniente recordar la diatriba que encarn¨® aquello de "queremos p¨®lvora para todos, y para los ni?os tambi¨¦n". Que las Fallas representan la mejor expresi¨®n antropol¨®gica, cultural e incluso medi¨¢tica de lo mediterr¨¢neo desde la atalaya de lo valenciano, es algo incontestable. Hasta se podr¨ªa argumentar que las Fallas y toda la actividad que se desarrolla alrededor de las mismas constituyen una industria, ora artesana ora capitalista, pero susceptible de articular el turismo tem¨¢tico con m¨¢s capacidad de ¨¦xito que cualesquiera de las operaciones tem¨¢ticas promovidas hasta la fecha.
Pero esas ra¨ªces de lo valenciano que subyacen al mundo fallero no se han sabido o querido explotar nunca con criterios de pol¨ªtica tur¨ªstica. Mientras tanto, Valencia hist¨®ricamente ha desaprovechado los r¨¦ditos que puede proporcionar el turismo. Y por el contrario participa en una carrera atribulada, al confundir la presi¨®n especulativa de la promoci¨®n inmobiliaria con el turismo, aunque la reciente vocaci¨®n tur¨ªstica local se haya revestido de macrointervenciones urban¨ªsticas de dif¨ªcil rentabilidad social.
La seguridad es uno de los principales valores apreciados por el turismo
Cabe insistir en que lo m¨¢s tur¨ªstico que tiene Valencia son las Fallas. La falta de convicci¨®n en lo tur¨ªstico se plasma, como en ning¨²n otro lugar y momento, a lo largo de esos cinco d¨ªas de concentraci¨®n de la actividad fallera, en los que esencialmente se evidencia una interferencia populista. As¨ª se explica el desorbitado "... p¨®lvora para todos..." que divorcia lo festivo de legalidad que debe anteponerse a cualquier otro precepto. Solo la providencia evit¨® el pasado a?o una masacre al detener el furg¨®n de la muerte en la calle de Azc¨¢rraga de Valencia, que se amparaba en ese mensaje. Lo cual no impidi¨® los inevitables da?os colaterales de todas las convocatorias falleras: quemaduras, amputaciones y alg¨²n que otro altercado propio de la incorrecta manipulaci¨®n de la p¨®lvora.
Constituye una malentendida conexi¨®n con la ciudadan¨ªa los desprop¨®sitos que han florecido a lo largo de los a?os, hasta arraigarse como una maleza end¨¦mica que puede acabar, cual plaga, con gran parte de las flores del jard¨ªn tur¨ªstico fallero. En ese sentido, dejando claro que las Fallas simbolizan un hecho l¨²dico y cultural portentoso, capaz de aglutinar toda la potencialidad tur¨ªstica valenciana, y el veh¨ªculo m¨¢s firme para posicionar la imagen distintiva de Valencia en el concierto tur¨ªstico internacional, tambi¨¦n debe reconocerse que lo que impide esa racional transmisi¨®n es una ambig¨¹edad que ha favorecido un clima de permisividad que al final condiciona la vertiente festera de las Fallas.
La ciudad, durante la semana fallera, ve multiplicada su poblaci¨®n, pero ello no justifica que se entierren todas las virtudes folcl¨®ricas y festivas y que se sucumba ante la impureza del gamberrismo como viene ocurriendo desde hace ya demasiados a?os, habida cuenta de la dificultad de controlar policialmente todos los frentes que se abren durante esos d¨ªas. Si se digieren las negligencias a lo largo de las Fallas, se entiende la complejidad para realizar ese salto que impulse y respalde a lo fallero para convertirse en uno de los estandartes tur¨ªsticos valencianos por antonomasia. Ese cambio necesario y deseable es incompatible con la torpeza de quienes soslayan la sensatez en la gesti¨®n de lo que es de todos. No obstante, si se debe amparar todo disparate, nada que a?adir, pues una gran mayor¨ªa se siente c¨®moda con el "... p¨®lvora para todos..."
Aun as¨ª, la casualidad y el azar no pueden decorar el escenario de promoci¨®n de una ciudad moderna y europea, donde de otro modo encajar¨ªan mucho mejor otros eventos. Durante las ¨²ltimas fiestas josefinas se constat¨®, con mayor notoriedad, el intento, tarde y mal, de poner remedio a las exhibiciones de las motocicletas tras cada masclet¨¤, espect¨¢culo reprobable por el que se ocupaba m¨¢s espacio en los informativos nacionales que por las propias Fallas; siendo esta una denuncia que se ven¨ªa formulando desde hace ya algunos a?os, con la indiferencia en sus inicios de quienes deb¨ªan haber atajado lo que constituye una simple ilegalidad y por lo tanto perseguible. De id¨¦ntico modo, reiterados esperpentos tuvieron continuidad gracias al "... p¨®lvora para todos...", lo cual concede cobijo al descontrol en la venta indiscriminada de petardos a cuantos acuden a los numerosos puntos de venta, o la falta de supervisi¨®n del material pirot¨¦cnico almacenado para despertaes y similares que se debe realizar de acuerdo con la normativa vigente. En definitiva, la ciudad queda sumida en un continuo petardear a diestro y siniestro, sin respeto ni consideraci¨®n alguna, ocasionando da?os irreparables en el mobiliario urbano que superan todo vestigio razonable, a lo que se debe adicionar la m¨¢s reciente moda de hostigar a los viandantes con petardos borrachos, con el consabido peligro que entra?a su empleo inadecuado.
Con todo, los problemas de seguridad que se registran durante las Fallas son el principal h¨¢ndicap para su aut¨¦ntica turistizaci¨®n. En ese sentido, no se puede ocultar que la ciudad queda cortada en infinidad de puntos, sin perge?arse un plan de intervenci¨®n en caso de emergencia. La ordenaci¨®n del tr¨¢fico es una competencia municipal indelegable y nadie m¨¢s debe intervenir en tal cometido, ya que la ciudad tiene que mantener efectivos los accesos de emergencia. As¨ª pues, ante un incendio, un infarto o cualquier incidente, c¨®mo atender la urgencia, si los cortes en las calles, al igual que las concentraciones que se registran durante las mascletades, nits del foc, crem¨¤, ofrena, etc¨¦tera no dejan habilitado un carril que permita la intervenci¨®n inmediata ante lo sucedido. Y esta falta de previsi¨®n se evidencia todos los a?os, pudi¨¦ndose comprobar el tiempo que precisa una ambulancia para atravesar una concentraci¨®n humana que, en ocasiones, adem¨¢s apuesta y, lamentablemente, se regocija de retener el servicio.
Debe recordarse que la seguridad sigue siendo uno de los principales valores apreciados por el turismo, sobre todo por el identificado con los mercados acreditados por un mayor nivel de gasto, y es justamente el aspecto que m¨¢s aleja a las Fallas de su capacidad de convertirse en aut¨¦ntico fen¨®meno tur¨ªstico, superando el vandalismo refugiado en la sinraz¨®n, cuyo ¨²nico amparo reside en desafortunadas soflamas como la que sintetiza el "... p¨®lvora para todos..."
Vicente M. Monfort es profesor asociado en la Universitat Jaume I.
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