L¨¢grima
La imagen m¨¢s intensa fue el friso de G¨¦nova: Rajoy y se?ora, Acebes, Pizarro, Escudero, S¨¢enz de Santamar¨ªa. Una dif¨ªcil, pero digna, escenificaci¨®n de la derrota. Quiz¨¢, con el tiempo, el Partido Popular agradezca a Elvira Rodr¨ªguez, la esposa de Rajoy, su l¨¢grima, sincera y realista.
Fue encomiable el entusiasmo abajo, en la calle. E irreprochable el mensaje de P¨ªo Garc¨ªa-Escudero, jefe de campa?a: "Principios y valores", dijo. Acebes insisti¨® ayer: "Principios y valores".
Cuidado con eso. El entusiasmo y los principios no ganan necesariamente elecciones. Se ha visto ya en otros sitios.En Gran Breta?a, por ejemplo, tras la victoria conservadora de Margaret Thatcher. La Dama de Hierro, pese a la imagen triunfal que de ella preserva la historia, nunca fue, salvo durante la guerra de las Malvinas, muy popular. A la mayor¨ªa de los brit¨¢nicos les pesaba en el est¨®mago la huelga de los mineros, los despidos, las privatizaciones salvajes, la soberbia de una mujer que no escuchaba a nadie. Frente a Thatcher, los laboristas apostaron por los principios y los valores. En algunas elecciones, como las de 1987 y 1992, obtuvieron grandes resultados. Casi acariciaron la victoria frente a la odiosa Thatcher. El partido mantuvo los principios y los militantes mantuvieron el entusiasmo, derrota a derrota. Los brit¨¢nicos se empecinaban en equivocarse.
Los laboristas s¨®lo ganaron cuando, tras la dimisi¨®n de un l¨ªder (Kinnock) y la muerte por infarto del siguiente (Smith), cundi¨® el des¨¢nimo. El nuevo candidato, Tony Blair, se carg¨® los principios (Estado fuerte, sindicatos, pacifismo) y la vieja militancia entusiasta, y se dedic¨® a copiar a Thatcher. As¨ª comenz¨® la d¨¦cada laborista.
La pol¨ªtica, por desgracia, no es bonita vista de cerca. La humanidad y la sinceridad s¨ª lo son.
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