El sue?o despoblado de Jos¨¦ Manuel Ballester
El artista tiene su estudio en una antigua carpinter¨ªa. Esculturas, objetos y plantas llenan todos los huecos
Jos¨¦ Manuel Ballester (Madrid, 1960) tiene el estudio en pleno barrio de la Concepci¨®n. Es una antigua carpinter¨ªa de 240 metros cuadrados que ¨¦l mismo ha restaurado con una mezcla de sabores que est¨¢n entre el viejo Madrid, la modernidad neoyorquina y la sabidur¨ªa oriental. Sobre el suelo de hormig¨®n, se apilan fotograf¨ªas de gran formato que vienen de exposiciones o que est¨¢n a punto de partir para otras. En este momento tiene cuatro en marcha. Ballester no trabaja en exclusiva con ninguna galer¨ªa. Tiene relaciones con ocho firmas (la ¨²nica espa?ola es la madrile?a Distrito 4) y ¨¦l se ocupa de las relaciones comerciales con todas ellas. Y, sobre todo, se ocupa de trabajar y buscar nuevas formas de contar. Pasa muchas horas del d¨ªa en el estudio y no duerme en ¨¦l porque cree necesario cortar, pero reconoce que podr¨ªa pasarse de horas de trabajo y hacer de ¨¦ste su ¨²nica vida.
Trabaja rodeado de todo aquello que aporta armon¨ªa a su vida. Desde su espectacular colecci¨®n de esculturas, joyas y trajes orientales y africanos hasta las numerosas plantas que ¨¦l mismo cuida y que le acompa?an en los jardines interiores y en cada hueco del estudio. Orqu¨ªdeas, kentias, violetas africanas o cicl¨¢menes crecen bajo el sonido de las m¨²sicas del mundo que Ballester hace sonar cuando no necesita demasiada concentraci¨®n.
Sus ¨²ltimas exposiciones han estado dedicadas a la China preol¨ªmpica, un pa¨ªs que le tiene fascinado y al que volver¨¢ en un par de semanas. Pero mientras tanto, est¨¢ entregado a un proyecto fascinante: despoblar de vida humana o animal algunos de los cuadros estrella del Museo del Prado: La Anunciaci¨®n, de Fra Angelico; El Jard¨ªn de las Delicias, de El Bosco, y tres de los cuatro episodios pintados por Botticelli bajo el t¨ªtulo de Nastagio degli Onesti. Son impresiones digitales sobre lienzo, del tama?o de las obras originales de las que, en versi¨®n Ballester, s¨®lo quedan los restos de la batalla o el escenario en el que todo ocurri¨®. Es, de alguna manera, una vuelta a la etapa en la que su obra estaba protagonizada por la arquitectura. ?C¨®mo se le ocurri¨®? "Una noche. Fue un sue?o en el que yo corr¨ªa por el Prado y los protagonistas hab¨ªan desaparecido de sus cuadros". Habl¨® con Miguel Zugaza, el director del museo, y tom¨® las fotograf¨ªas. En su estudio, con el ordenador, inici¨® su peculiar limpieza. Los objetos ornamentales de los personajes (cascos, fustas) sobreviven en su versi¨®n. Pero est¨¢n por los rincones o agrupados a los pies de los ¨¢rboles. "Me falta el visto bueno de Zugaza", cuenta. "Si no me lo da, no lo expongo. Vendr¨¢ al estudio un d¨ªa de estos. Ya veremos".
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