El maltratado cerebro del soldado
No pocas pel¨ªculas norteamericanas han tratado y siguen tratando el caso de j¨®venes soldados que, al regresar a sus hogares, guardan en su interior no s¨®lo los horrores de la guerra sino una marca personal funesta que les aboca al crimen o la destrucci¨®n. Los argumentos de estos filmes se parecen mucho entre s¨ª y muestran los desarrollos de un mal que se contrajo en el infierno fatal de la contienda y que comporta, despu¨¦s, una maldici¨®n sin cura.
Los padres no reconocen al hijo que se alist¨®, pero tampoco la novia, los vecinos o los amigos. Y si no regresa solo sino junto a otros compa?eros del barrio su memoria colectivamente infectada los conduce, como en El valle de Elah, a transgredir y acercarse a la llana crueldad de las bestias. Esto, sin contar con que la adquirida drogadicci¨®n les invalide para restablecer su trabajo o atender a cualquier convivencia.
Se fueron como muchachos animosos y confiados para arribar convertidos en seres orientados a la autodestrucci¨®n, cuando no al odio indiscriminado e incluso a su propia patria, lo que constituye, en Estados Unidos, el pecado supremo, por antonomasia.
?Qu¨¦ no habr¨¢n experimentado estos chicos en el frente extranjero para registrar una metamorfosis de tal calado? Una metamorfosis monstruosa patente tanto en sus ideas como en su acci¨®n, en sus sue?os trufados de pesadillas como en la impotencia para hallar sentido en la vida que les aguardaba en su localidad original. ?Volver a empezar? No habr¨¢ vuelta atr¨¢s puesto que la tragedia tapona cualquier recuperaci¨®n posible. Las taras de la guerra coinciden con un deterioro moral cuyo destino m¨¢s cercano se reparte entre el crimen, el suicidio, la locura o la marginaci¨®n.
Pero ?todo ello es efecto de la guerra? ?De la guerra en sentido amplio y general? No exactamente. Lo significativo y com¨²n de estas historias radica en dos puntos particularmente norteamericanos: uno se refiere a que el terrible episodio tuvo lugar en la indeterminaci¨®n del Tercer Mundo y con armas y estratagemas cuerpo a cuerpo de gran ferocidad. Una ferocidad casi animal cercada por escenarios inhabitables sea por su cruda naturaleza o por su precariedad. Escenarios fantasmas ante enemigos fantasmas en una contienda sin capacidad de interpretaci¨®n.
En cuanto al segundo punto, es importante ponderar que se trata de enfrentamientos en los que Estados Unidos pierde. Las tropas a las que pertenece este soldado no se coronan con la gloria sino que, por el contrario, sus compa?¨ªas son diezmadas, humilladas o se hallan estabuladas en una sangr¨ªa regular, interminable, sin horizonte. La victoria conlleva siempre un aura salv¨ªfica que, gracias al sahumerio del honor, aten¨²a las crueldades vividas. La derrota, por el contrario, acent¨²a hasta la angustia el horror sufrido, un dolor que se revela al final vano, in¨²til, absurdo, sin sentido. Sin los clarines de la victoria nacional no hay muerte que puedan soportar los o¨ªdos y sin la p¨²rpura de un deber cumplido no hay culpa que pueda soportarse.
De la guerra en los vagos ¨¢mbitos del mundo subdesarrollado s¨®lo cabe deducir, en suma, delirio y degradaci¨®n. Ni siquiera los enemigos, de acuerdo a la ideolog¨ªa imperialista del invasor, se estiman como seres humanos completos y su d¨¦ficit humano despide un pavoroso odio hacia lo norteamericano. El joven soldado estadounidense vuelve traspasado por la guerra pero tambi¨¦n por el especial car¨¢cter de esas batallas remotas y vac¨ªas.
Las figuras de estos combatientes en lugares ilocalizables en el mapa de las high school, en campos tan oscuros como los malos sue?os y v¨ªctimas de heridas tan incurables como el miedo, van formando, desde Vietnam, una subpoblaci¨®n de lisiados mentales y f¨ªsicos, caracteres tr¨¢gicos que apenas necesitan elaboraci¨®n para incorporarse a los guiones. No es la guerra en s¨ª que los configura como seres tr¨¢gicos, destinados a la aniquilaci¨®n, sino, ante todo, esta clase de guerra imperialista injusta, anacr¨®nica y absurda que, a la fuerza, produce una surtida patolog¨ªa extraorbital en el maltratado cerebro de sus reclutas.
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