"Un 'cola-cao', mi amor"
Cruz Roja lleva su "caf¨¦ solidario" a prostitutas y a gente sin techo en Castell¨®n
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"?Mi amor, mi amor!". La llegada de la furgoneta de la Cruz Roja a la zona de mayor concentraci¨®n de prostitutas en Castell¨®n causa signos de alegr¨ªa en la mayor¨ªa de ellas. El ruido de la carrera de sus tacones sobre el asfalto, acompa?ado por el movimiento de sus brazos, es, por s¨ª sola, una muestra de su gratitud. "Un cola-cao, mi amor, por favor". Como cada noche, un equipo de voluntarios de Cruz Roja acude a ofrecerles bebida caliente, galletas, agua, algunos productos de higiene personal o calcetines. "Gracias, gracias, muchas gracias", repiten las chicas de forma incesante. Pese a que han subido las temperaturas, el fr¨ªo y, sobre todo, la humedad hacen que la noche no se pueda calificar de "agradable". Mucho menos si el atuendo se limita a un m¨¢s que breve pantaloncillo y una camiseta. En cuanto abandonan la minihoguera que les resguarda, echan a temblar. Y el caf¨¦ y las buenas palabras de los voluntarios son, probablemente, la mayor muestra de afecto que reciben en toda la noche. Ya los conocen. Hoy, los voluntarios son Antonio, Jos¨¦, Adriana y Jos¨¦ Luis, un equipo que conoce, por el nombre de pila, a muchos de los "usuarios" de este servicio. "Algunas me llaman papito", cuenta Jos¨¦ Luis. "Y a m¨ª, mamita", a?ade Adriana.
"Si un d¨ªa te echan de casa mis cartones son para ti", le dijo Manolo
Hace ya tres a?os que la Cruz Roja de Castell¨®n puso en marcha el proyecto, llamado "caf¨¦ solidario". La idea naci¨® en una cena de Navidad en la que alguien comenz¨® a preguntar qu¨¦ planes hab¨ªa para aquella noche. Y el plan fue buscar a los sin techo de Castell¨®n y visitar a las prostitutas para ofrecerles una bebida caliente. El n¨²mero de indigentes que habitualmente pernocta en la calle ha disminuido desde que comenz¨® el servicio. "Se han ido colocando en casas abandonadas", asegura Adriana, quien recuerda a Roberto, Manolo o Antonio "el de Murcia", que dorm¨ªa en la estaci¨®n. "Si un d¨ªa te echan de casa", le dijo, "mis cartones ser¨¢n para ti".
Tambi¨¦n se acuerda del anciano que dorm¨ªa en un fotomat¨®n o de Julio, que siempre elige la puerta de la misma tienda. Las oficinas bancarias con cajeros autom¨¢ticos son los puntos en los que se fijan todas las miradas en el habitual recorrido. Sin embargo, los alrededores del albergue municipal son lugares en los que siempre hay alguien. "Ah¨ª hay una persona", indica Antonio al enfilar el veh¨ªculo hacia un portal. "Buenas noches caballero", le saludan. El hombre, de algo m¨¢s de 30 a?os, est¨¢ demasiado ebrio como para responder. ?se debe ser el motivo por el que se ha quedado fuera del albergue. Le sirven una sopa y le ofrecen calcetines y ropa interior.
Pese a que los cajeros est¨¢n hoy bastante "abandonados", los voluntarios atienden a una media de 20 personas al d¨ªa. La zona donde seguro que encuentran a usuarios es la de las prostitutas. Todas piden agua. Pero no es para beber. "Aqu¨ª no tienen ni un grifo en el que poder lavarse", explica Jos¨¦ Luis. Jos¨¦ es chileno y no es el ¨²nico inmigrante que colabora con el "caf¨¦ solidario". Se dirige a las nigerianas en ingl¨¦s y ¨¦stas les responden con continuos "ok". Se quejan de que no hay trabajo, "y eso que no hay f¨²tbol", a esos hombres vestidos de rojo que s¨®lo les preguntan si est¨¢n bien, que no les censuran. "Si ten¨¦is alg¨²n problema, si quer¨¦is algo, acudid a Cruz Roja", dice Jos¨¦ Luis en todos los idiomas. "El a?o pasado conseguimos que dos vinieran a trabajar como limpiacristales", a?ade.
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