Cosa de dos Semana Santa
Hay terrores at¨¢vicos y monstruos de infancia que no los cura el tiempo ni la racionalidad. Sent¨ªa pavor cuando era ni?o (tambi¨¦n ahora) ante las procesiones, la descripci¨®n minuciosa del sadismo, tortura y crucifixi¨®n que se hab¨ªan cebado con el Salvador de los hombres, el rostro doliente y lloroso de su madre, la iconograf¨ªa de temibles seres encapuchados en medio de tambores y trompetas. Aseguraban mis progenitores que los enmascarados eran buenos y que no me iban a hacer da?o, pero imagino que mi miedo era comparable al de los negros del Misisip¨ª cuando en medio de la noche ve¨ªan una cruz ardiendo y dragones con capirote dispuestos a castrarles. No s¨¦ c¨®mo montar¨¢n sus fiestas las zumbadas huestes de Satan¨¢s, pero es dif¨ªcil que alcancen una atm¨®sfera y una escenificaci¨®n tan siniestra como la de los viacrucis y las procesiones de los hijos de la Santa Madre Iglesia.
Huyendo de la l¨²gubre visi¨®n de los nazarenos, las calles cortadas, el ¨¦xtasis del gent¨ªo, el viejo y sombr¨ªo ritual de la glorificaci¨®n del dolor, me refugio en el hotel y pongo la tele. Concretamente La 2, la que se dirige a las inmensas minor¨ªas, la televisi¨®n p¨²blica de un pa¨ªs aconfesional. Y descubro que le impregna id¨¦ntico, sufriente y conmovedor catolicismo que el que muestra la calle en d¨ªas tan piadosos. Un silabeo inconfundiblemente curil anuncia la presencia en el Coliseo romano de un individuo de apariencia inquietante y llamado Benedicto que har¨¢ un emotivo recuerdo de las infinitas persecuciones que ha sufrido la Iglesia desde su gloriosa fundaci¨®n. Ni una palabra sobre las que ha perpetuado ella sobre todo tipo de infieles. La sangre derramada en nombre de su Dios dar¨ªa para llenar varios oc¨¦anos.
En el informativo de TVE-1 siguen apareciendo costaleros descalzos, picaos que se flagelan, penitentes que acuden vestidos con su propia mortaja. Qu¨¦ bendici¨®n lo de tener fe. Qu¨¦ desamparo el del agn¨®stico, qu¨¦ angustia la del ateo.
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