El 'hurac¨¢n Cristina' se enfrenta a su gran reto
Argentina se moviliza por primera vez contra la pol¨ªtica econ¨®mica del kirchnerismo
Cuando en la noche del martes Cristina Fern¨¢ndez se dispon¨ªa a dirigirse a los argentinos para hablar sobre la huelga de productores agropecuarios, no imaginaba que sus palabras iban a desencadenar la mayor protesta social contra la presidencia de la Rep¨²blica desde que los Kirchner llegaran al poder en abril de 2003. En su c¨ªrculo de confianza se hab¨ªa impuesto la tesis defendida por su marido, el ex presidente, de que la huelga en realidad era un desaf¨ªo pol¨ªtico y que fiel al estilo de gobierno iniciado por N¨¦stor Kirchner lo mejor era seguir adelante y doblar la apuesta. "Teniendo todo a favor fueron hasta el borde del abismo", explicaba ayer el analista Alfredo Leuco.
La inflaci¨®n gira en torno al 25%, pero el Gobierno la sit¨²a por debajo del 9%
Fern¨¢ndez tach¨® de "extorsi¨®n" el paro y se burl¨® de los todoterrenos de los huelguistas. Minutos m¨¢s tarde la clase media ciudadana se un¨ªa en las calles a la protesta del campo. "Es una alianza hist¨®rica en este pa¨ªs", subrayaba el columnista Joaqu¨ªn Morales Sol¨¢. En los dos d¨ªas posteriores la presidenta sigui¨® con su huida hacia adelante. Grupos de piqueteros emplearon la violencia contra la protesta ante la pasividad policial y el silencio de algunos medios de comunicaci¨®n presionados. Hasta que en un gesto sin precedentes, Fern¨¢ndez pidi¨® di¨¢logo. La mandataria se considera v¨ªctima de una jugada pol¨ªtica, pero lo cierto es que las cuentas econ¨®micas no cuadran pese de la constante reivindicaci¨®n oficial de la gesti¨®n iniciada por Kirchner.
Con las l¨ªneas de cr¨¦dito internacional cerradas, una de las tasas de inversi¨®n extranjera m¨¢s bajas de Latinoam¨¦rica y falta de credibilidad ante instituciones econ¨®micas internacionales desde que por orden directa del Gobierno el organismo encargado de medir los ¨ªndices de inflaci¨®n se salta los m¨¦todos t¨¦cnicos estipulados para ello, la Administraci¨®n argentina necesita la constante inyecci¨®n de dinero en efectivo que suponen las retenciones a las exportaciones del campo, el 61% de exportaciones del pa¨ªs. Y lo necesita porque en Argentina quien controla la caja ejerce el poder.
Desde los a?os treinta el Gobierno federal reparte a discreci¨®n fondos entre las provincias. En la pr¨¢ctica, los gobernadores que no quieren verse en dificultades apoyan al presidente, sea del signo que sea. El dinero sirve adem¨¢s para realizar las obras p¨²blicas con las que el kirchnerismo muestra su lado social, para otorgar millones de d¨®lares anuales en ayudas sociales directas a las clases m¨¢s desfavorecidas (su reserva de votos), y para presentar el dato objetivo de que por primera vez en los 200 a?os de vida del pa¨ªs se van a registrar cinco a?os consecutivos con super¨¢vit fiscal.
Pero el coloso econ¨®mico tiene los pies de barro. Para poder mantener a pleno rendimiento la m¨¢quina exportadora -y por tanto recaudatoria- es necesario que la moneda nacional, el peso, tenga poco valor. Si el Gobierno argentino no interviniera constantemente comprando d¨®lares el peso se apreciar¨ªa de inmediato y se reducir¨ªan dr¨¢sticamente las exportaciones y sus ingresos. En el sistema financiero se inyectan millones de pesos a diario, pero esto dispara la inflaci¨®n, a lo que colabora el que los argentinos no ahorran en pesos, por no confiar en su moneda. La inflaci¨®n que manejan las entidades bancarias gira en torno al 25%, pero el Gobierno desde hace dos a?os niega la mayor y la sit¨²a por debajo del 9%. Esta distorsi¨®n falsea muchas otras cifras de la econom¨ªa. Y pol¨ªticamente ha separado al kirchnerismo de la clase media urbana que ve c¨®mo su poder adquisitivo se esfuma mientras desde el Gobierno se proclama que Argentina va mejor que nunca.
El sistema necesita cada vez m¨¢s dinero y a principios de mes Fern¨¢ndez decidi¨® aumentar las retenciones a los ingresos por exportaciones de grano del 35% al 44%. El campo se rebel¨® y declar¨® una huelga observada de lejos desde las ciudades. Hasta que Fern¨¢ndez habl¨® desde el atril.
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