La peque?a historia de la muerte de un perro
Que un perro muera de hambre y de sed es posible, no lo dudo. Que muera porque est¨¢ atado, sin agua y sin comida, tiene un responsable. Y si muere porque est¨¢ atado, sin agua ni comida, en una galer¨ªa de arte, y esa peque?a muerte, p¨²blica y anunciada, se considera arte, entonces que me paren el mundo, que me bajo. El mundo del arte, digo, y el otro tambi¨¦n.
Por supuesto, ya he firmado la carta pidiendo el boicot a este personaje cruel y pat¨¦tico invitado por lo peorcito a no s¨¦ qu¨¦ bienal, tras una carta que recorre la red, y que me ha llegado de parte de varias galeristas serias, de las de ARCO y de las de fuera de ARCO. Pero no he podido pedir el boicot de su galer¨ªa, porque es un dato que no figura en ning¨²n sitio, y desde luego no est¨¢ previsto en el mensaje oficial. Pero que, una vez averiguado -la Galer¨ªa C¨®dice, de Managua: el servicio de documentaci¨®n de EL PA?S- me apresuro a a?adir a mi repulsa. Porque el/la galerista es tan responsable como el supuesto Guillermo Habacuc Vargas. O m¨¢s, porque su marco, el de su galer¨ªa, es el que disfraza de arte lo que es s¨®lo un terrible acto de crueldad. Snuff puro.
El trato a los animales es una piedra de toque de la sensibilidad de una sociedad
En las sociedades m¨¢s atrasadas -incluyendo hasta hace muy poco la nuestra: recuerden los galgos colgados, publicados todav¨ªa en el a?o 2000- dar muerte a un animal dom¨¦stico es un acto impune, venido del sentimiento medieval del derecho del hombre a matar, que tan bien estudia Fossier. Pero cuando las sociedades avanzan un poco, la cosa se repele y se legisla: aqu¨ª, gracias a la reforma del c¨®digo penal de octubre de 2004, a "artista" y "galerista" les hubieran ca¨ªdo de tres meses a un a?o de c¨¢rcel por maltrato y por espect¨¢culo del maltrato.
Los animales son una piedra de toque de la sensibilidad, y yo creo que por eso son noticia tan pocas veces. Porque da como miedo asomarse a esa sima pr¨®xima y desconocida del dolor animal, ese dolor m¨¢s intransferible y solo que ninguno. Es que la naturaleza no es ninguna clase de moral, ni de solidaridad, ni de buenos sentimientos. Todo eso es cosa de la cultura, que ha ido ampliando las limitaciones al da?o, empezando por los semejantes, y ensanchando el ¨¢mbito de la semejanza a los menos parecidos. Yo no soy vegetariana, pero a?oro ese futuro que auguraba el padre de Borges cuando le dec¨ªa: mira bien los desfiles militares y las carnicer¨ªas, porque cuando seas mayor ya no habr¨¢.
Pero los animales son tambi¨¦n los emisarios. Chivos o perros, desde el ritual p¨²blico o desde el acto individual, el animal castigado est¨¢ siempre en lugar de. S¨ª, en lugar de otro hombre. O de otra mujer, o de otro ni?o. Desde el principio: cuando el ¨¢ngel detiene el brazo de Abraham, en lugar de a Isaac, sacrificar¨¢ un cordero. Artemisa dejar¨¢ una cierva en la pira sacrificial donde comienza a arder Ifigenia (ya saben, la promesa de Agamen¨®n, su padre, pensando en su perro...), y as¨ª. La leyenda ¨¢rabe aconseja al marido que estrangule un gato en la noche de bodas, para que su novia sepa a qu¨¦ atenerse... En Espa?a no es raro que los maltratadores de animales denunciados, lo sean tambi¨¦n de su mujer y de sus hijos. Vean las sentencias. Y que, muchas veces, maten al perro, o al gato, como ejemplo. Como aviso.
Es que tratamos de salir de una cultura del maltrato, de ese atavismo medieval que siente como normal la potestad de matar, el dejar bien claro que se puede matar y que se mata. Aunque no se mate. Sobre todo cuando s¨ª se mata. ?Y hablo de un animal, me dir¨¢n mis amigas feministas, cuando en una sola jornada negra han ca¨ªdo cuatro mujeres a manos de sus maridos o exmaridos? ?Cu¨¢ndo llevamos m¨¢s de veinte en lo que va de a?o? Pues s¨ª. ?Es que no os dais cuenta de que son dos caras del mismo mal?
Salir de la prepotente cultura del maltrato nos va a exigir f¨®rmulas muy imaginativas, porque la existencia y la dotaci¨®n de la ley -que es indispensable- no parece suficiente. Tenemos que hacer algo con las conciencias, en la educaci¨®n y tambi¨¦n m¨¢s all¨¢ de la educaci¨®n, porque es urgente y los ni?os se toman su tiempo para crecer. Aunque la educaci¨®n para la ciudadan¨ªa, tan absolutamente indispensable como la ley, tuviera efectos adultos al cien por cien, cinco a?os son m¨¢s de quinientas mujeres muertas, diez a?os son muchas m¨¢s de mil. A m¨ª me importan esas vidas, sin hablar de los calvarios que est¨¢n sufriendo desde ya.
Yo era de las que cre¨ªan que el arte, y en general las manifestaciones de la creatividad y la sabidur¨ªa humanas, ten¨ªan un papel, todo lo oblicuo y lo ambiguo que ustedes quieran, pero un papel, en estas cosas. En la humanizaci¨®n de la gente. En su escape de lo natural, de la naturaleza horrible. Y ah¨ª es donde la peque?a historia de la muerte de un perro se convierte en verdaderamente insoportable. Porque, si eso es arte, lo dicho. Que me paren el mundo, que me bajo.
Rosa Pereda es escritora y periodista.
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