Automovilismo
Sir Edward Mosley fue un hombre infame. No por ponerle los cuernos a su primera mujer con su cu?ada y su suegra (cada familia es un mundo) ni por casarse con la segunda en la mansi¨®n berlinesa de Joseph Goebbels, con Adolf Hitler entre los invitados. Mosley, fundador de la Uni¨®n Brit¨¢nica de Fascistas, fue un hombre infame porque dedic¨® su vida a fomentar el racismo, la xenofobia y la estupidez.
Leo que uno de sus hijos, Max Mosley, antiguo militante en el partido fascista paterno y actual presidente de la Federaci¨®n Internacional de Automovilismo, celebra org¨ªas en las que se disfraza de capo de Auschwitz para que un grupo de prostitutas le azote las nalgas. Lo cont¨® el domingo un tabloide londinense, y Mosley ha interpuesto una querella. Veremos. El tabloide no se retracta, y dice tener una filmaci¨®n de cinco horas.
El asunto, en cualquier caso, ha agudizado mi fastidio por la f¨®rmula 1. Un negocio dirigido por un fascista (o ex fascista) como Mosley y por un se?or tan simp¨¢tico como Ecclestone, alguien capaz de decir que las mujeres "deber¨ªan vestir siempre de blanco, como el resto de los electrodom¨¦sticos", no es mi tipo de negocio.
Tambi¨¦n tengo crecientes dificultades con la omnipresencia publicitaria de Fernando Alonso, otro M¨ªster Simpat¨ªa. No me parece mal que gane 18 millones por temporada, al contrario: soy partidario de que todo el mundo los gane. Ni me parece mal que Alejandro Agag, ese chico tan majete que se cas¨® en El Escorial con la hija de un pol¨ªtico, se forre con las retransmisiones. Todo el mundo es honrado, hasta que el Tribunal Supremo dictamine lo contrario.
Como ferrarista, conozco el pecado original: Enzo Ferrari, el mejor mec¨¢nico de todos los tiempos, dise?¨® con un amigo catal¨¢n, Wifredo Ricart (el segundo mejor mec¨¢nico), motores para la aviaci¨®n nazi. No pasa nada. Es historia. Lo que me fatiga es el presente. No me apetece seguir dando dinero a seg¨²n qui¨¦n.
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