El terem¨ªn de Carlos Ann
Al concierto de Carlos Ann fui porque su nombre, el nombre de Carlos Ann, recuerda a Reynaldo Hahn, el m¨²sico de la belle ¨¦poque que escrib¨ªa canciones sobre los versos de Mor¨¦as, Banville y Verlaine, y triunfaba en los salones de la aristocracia parisiense y en el coraz¨®n de Marcel Proust. A?os despu¨¦s de romper con Reynaldo, una tarde de principios de oto?o, Marcel baj¨® al comedor de su hotel de Cabourg (el Balbec de la Recherche, en la costa de Normand¨ªa) y lo encontr¨® vac¨ªo. La temporada de ba?os hab¨ªa concluido y los hu¨¦spedes hab¨ªan regresado ya a Par¨ªs. S¨®lo estaban all¨ª los camareros y el pianista. "?Puede tocar algo de Reynaldo Hahn?". El pianista interpret¨® Le rossignol des lilas y Proust, aquel se?or tan elegante y chapado a la antigua, no pudo contenerse y rompi¨® a llorar. ?l era tan sentimental, y la m¨²sica de Hahn induce a la r¨¦verie melanc¨®lica y es tan evocadora y atmosf¨¦rica... Yo la escucho en la voz de la mezzo Susan Graham, al piano Roger Vignoles.
Creo que Carlos Ann, aparte del apellido, s¨®lo tiene en com¨²n con Hahn el gusto por poner m¨²sica a los versos de los poetas; ah¨ª est¨¢n el disco libro y DVD del homenaje a Leopoldo Mar¨ªa Panero, y el ¨¢lbum con los versos de Juan Gelman que grabar¨¢ este verano en M¨¦xico DF, y en ese ¨¢lbum recitar¨¢ el poeta argentino Ruise?ores de nuevo: "... Suena el viol¨ªn de Verlaine en la fiesta de la nada posible...".
Para el extra?o espect¨¢culo de cabaret bohemio que se ha representado estos d¨ªas en Almaz¨¦n, Ann reuni¨® un elenco variopinto, en el que figuraban el clown Jango Edwards y un pintor que dibujaba con rotuladores en el escenario, inspirado por las canciones de diferentes g¨¦neros que interpretaban Carlos Ann, Mariona Aup¨ª, Meri Ortega y Charlie Chicago. Ann y Aup¨ª componen Santa N, banda de marcha latinoamericana y arrabalera. Para Meri Ortega, ¨¦stos han sido los primeros conciertos de la banda punk de la que es vocalista, llamada Peinga Rayo y las Aeromozas, y Charlie Chicago toca el sintetizador y colabora con todos los proyectos de los dem¨¢s y en los discos que todos ellos est¨¢n grabando en el sello T¨ªtere Records.
Me lo pas¨¦ muy bien con la mezcla explosiva de g¨¦neros y estilos, con el fresco, divertido espect¨¢culo, hasta que Mariona Aup¨ª empez¨® a tocar el terem¨ªn, ese instrumento musical que se toca sin tocarlo y consiste en una caja de madera con una antena horizontal para controlar el volumen y otra vertical para controlar la frecuencia. Fue el primer instrumento electr¨®nico y se oye a veces en algunas pel¨ªculas para sugerir atm¨®sferas et¨¦reas, on¨ªricas o angustiosas.
En cuanto aparece en un escenario es inevitable acordarse de la vida disparatada de su creador, el ruso Le¨®n T¨¦r¨¦min (1896-1993), tal como la refleja el documental de Steven M. Martin de 1994. En v¨ªsperas de la II Guerra Mundial, el entonces inventor de un instrumento revolucionario, flamante marido de la bailarina negra Lavinia Williams e ingeniero de brillante porvenir, fue secuestrado en su apartamento de Manhattan y llevado a la URSS. All¨ª, durante los siguientes decenios invent¨® para el KGB "cosas malas": fundamentalmente aparatos para el espionaje en las embajadas occidentales.
Al cabo de 50 a?os, ya nonagenario, pudo volver a Nueva York, reencontrarse con Clara Rockmore, que en su vida anterior hab¨ªa sido su mejor alumna e int¨¦rprete virtuosa del terem¨ªn, y todav¨ªa pasear un poco de su brazo, con aire de no entender nada, entre los neones de Times Square.
Su espectro pase¨® la otra noche por el teatrillo bohemio de Almazen mientras Mariona Aup¨ª mov¨ªa diestramente las manos alrededor de la antena de su terem¨ªn. No llevaba s¨¢bana, sino una gabardina que le ven¨ªa muy grande...
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