El principio de esperanza
Sosten¨ªa Wittgenstein que el sujeto era un l¨ªmite del mundo, y la ¨¦tica no formaba parte del mundo, sino que, por el contrario, era una condici¨®n del mundo. Ocurre algo parejo con la esperanza. La esperanza no forma parte del mundo, pero s¨ª resulta una condici¨®n del mismo, de modo que, si pudi¨¦semos poseer una visi¨®n total del mundo, ser¨ªa, junto con el mundo mismo, la esperanza.
Si todo en el mundo fuese claro y manifiesto, ninguna esperanza podr¨ªa ser posible. Ahora bien, es imposible un mundo dado y manifiesto que fuese algo distinto que su nombre "mundo", que es la ¨²nica totalidad de la que podemos tener noticia. Siendo tambi¨¦n el concepto de mundo un l¨ªmite del mundo, es imposible estar alguna vez en presencia l¨®gica y temporal de toda la comprensi¨®n de ese concepto; a saber, la totalidad posible de los hechos que, de no mediar contradicci¨®n, podr¨ªa perfectamente resultar infinita.
Los espa?oles quieren a la Espa?a real, la unida no por la historia sino por la voluntad
En esa condici¨®n l¨®gica del mundo radica la posibilidad del concepto de esperanza. Al igual que el sentido del mundo, o de la vida, ¨¦ste no formar¨ªa parte dicente ni de aqu¨¦lla ni de ¨¦sta; pero se mostrar¨ªa silencioso y activo en su imposible totalidad manifiesta. Es por ello, por lo que la espera es posible, y la esperanza, ¨¦tica y antol¨®gicamente plausible, a¨²n siendo queda y silenciosa.
Ocurre algo as¨ª tambi¨¦n con lo pol¨ªtico y la acci¨®n pol¨ªtica democr¨¢tica. Los resultados de las elecciones sit¨²an a nuestros dos grandes partidos ante el reto que les han planteado los espa?oles. Se?ores del PP, no sigan ustedes, han dicho, hablando a gritos sobre el ser o el no ser de Espa?a; sobre su ruptura -Espa?a no se ha roto-; sobre la secesi¨®n de las partes y del todo -no hay tal-. Dejen ustedes de bramar sobre la negociaci¨®n del Gobierno leg¨ªtimo de Espa?a con ETA; no la hay, ni la va a haber la pr¨®xima legislatura (es un fehaciente compromiso del presidente del Gobierno). Dejen ustedes de marear con el cisco de la familia, la educaci¨®n para la ciudadan¨ªa, etc¨¦tera.
Se?ores del PP, pierdan toda esperanza: ha ganado Zapatero. Y ha ganado bien medido, con sentido del voto, con amplia mayor¨ªa, s¨ª, pero no absoluta; con limpieza y sin insultar. ?se ha sido el veredicto del pueblo espa?ol en las urnas; menos "fin del mundo" y m¨¢s esperanza para todos. Y lo primero, la econom¨ªa. Resolver los problemas cotidianos de los precios, los salarios y el ir llegando sin llegar de todos los meses y de casi todos los espa?oles. ?stos quieren afecto y cercan¨ªa, y el presidente del Gobierno debe ser afectuoso y cercano con los espa?oles que le han votado y con aquellos que, leg¨ªtimamente, han depositado su esperanza posible, y a¨²n la imposible, en el PP o en cualquier otra fuerza democr¨¢tica. Y despu¨¦s, la pol¨ªtica.
De todos es conocida la afirmaci¨®n de que lo mejor en pol¨ªtica no siempre coincide con lo bueno, y adem¨¢s ¨¦sta, la pol¨ªtica, no es sino el arte de hacer posible lo necesario. A ello debe atender el buen gusto y el sentido del Estado, tanto del Gobierno como de la oposici¨®n mayoritaria. El PP tiene que dar a los espa?oles el tono que se le exige y el que merecen sus votantes, pero tambi¨¦n sus oponentes: las razones de la leal oposici¨®n. Hay un problema: Rajoy no es Cameron. Es cierto, y lo peor es que tampoco es Merkel y, mucho menos, Sarcozy. Es Rajoy y de ¨¦l sabemos con certeza lo que ha hecho con su grupo parlamentario y su partido en la pasada legislatura.
Es verdad que los nombres de Sa¨¦nz de Santamar¨ªa y Alonso animan a la esperanza parlamentaria. Los espa?oles quieren a Espa?a, s¨ª, pero a la real, la unida, mucho m¨¢s que por v¨ªnculos hist¨®ricos, por renovada voluntad y esperanza de seguir juntos bajo los principios democr¨¢ticos que nos vinculan.
Esto es lo que no ha entendido el partido de Rajoy en la octava legislatura de la democracia. Y a veces, tambi¨¦n el partido del Gobierno ha perdido ese sentido paccionado y utilitario de entender la convivencia democr¨¢tica. Ser¨ªa bueno, y una esperanza de futuro para la convivencia entre los espa?oles, que la nueva legislatura comenzase, junto con los nombres citados, con mensajes centrados. Unidad de todos los dem¨®cratas contra el terrorismo y en torno al Gobierno leg¨ªtimo de Espa?a, el que han querido los espa?oles, desde el primer d¨ªa, sin fisuras, sin una palabra de m¨¢s, sin un gesto de menos y con gallard¨ªa, sentido del Estado y finura democr¨¢tica.
Tras ello, desterrar lo que Aza?a denominaba el "ruralismo selv¨¢tico" en nuestra vida civil y parlamentaria. No debe haber m¨¢s lugar para los aprendices de "jabal¨ªes" parlamentarios en los esca?os de nuestras instituciones representativas. Nos jugamos la esperanza democr¨¢tica del pueblo espa?ol... y el futuro.
Joaqu¨ªn Calomarde, ex diputado al Congreso, es catedr¨¢tico y escritor.
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