Re: el libro de Petete de la era digital
Los ocho mandamientos esenciales para emplear adecuadamente el correo electr¨®nico
"Era el correo electr¨®nico m¨¢s importante del a?o. Deb¨ªa mand¨¢rselo a mi jefe. Y voy y se lo mando plagado de errores ortogr¨¢ficos y gramaticales". Will Schwalbe necesitaba un manual de instrucciones para escribir e-mails. Un dec¨¢logo con pautas, trucos y normas de comportamiento. Y no era el ¨²nico. Su amigo David Shipley, de 44 a?os, tambi¨¦n lo necesitaba.
Despu¨¦s de devorar una raci¨®n de ostras en Central Station de Nueva York y atragantarse con los sinsabores laborales de la ma?ana, estos dos sheriffs del lenguaje -Schwalbe es vicepresidente y editor jefe de Hyperion Books, y Shipley, editor de The New York Times- decidieron redactar la Biblia de la comunicaci¨®n electr¨®nica. "Dedicamos toda la comida a quejarnos de los correos que hab¨ªamos recibido o enviado", recuerda Schwalbe, de 45 a?os. Que si qu¨¦ burrada he mandado a la secretaria, que si qu¨¦ impertinencia me ha soltado el de marketing. En 10 meses escribieron Enviar. Manual de estilo de correo electr¨®nico. "Lo redactamos codo con codo, sin correos. Es imposible cocinar un libro por correo", dice Schwalbe desde Nueva York. Alberto G¨®mez Font, Coordinador General de la Fundaci¨®n Espa?ol Urgente, prologa la versi¨®n espa?ola, editada por Taurus.
La truculenta traves¨ªa de los e-mails les inspir¨® los ocho mandamientos digitales: no ser¨¢s vago ("Recuerda hacer lo que comentamos"); no ser¨¢s ofensivo ("Pero, ?c¨®mo se te ocurre!"); no escribir¨¢s una palabra que pueda meterte en la c¨¢rcel ("Diles que te orden¨¦ que vendieras las acciones cuando su valor alcanzase cien euros"); no actuar¨¢s como un cobarde ("Quedas despedido"); no reenviar¨¢s por reenviar (Re: Re: tal cosa); no pecar¨¢s de ir¨®nico ("Estuviste de lo m¨¢s suelto en la reuni¨®n"); jam¨¢s caer¨¢s en lo informal ("?T¨ªo!, ?sabes algo de mi contrato?") y no mandar¨¢s propuestas inadecuadas ("?Lo discutimos en mi hotel?").
"La idea inicial era crear un manual de estilo. Sin embargo, pronto nos dimos cuenta de que deb¨ªamos redactar un protocolo de comportamiento. La regla es no escribir el e-mail que no querr¨ªas recibir, sortear los peligros de la escritura electr¨®nica y evitar cat¨¢strofes innecesarias. El correo puede ser un aliado o tu peor enemigo", se?ala Schwalbe. As¨ª ocurri¨® en 1992 en la agencia William Morris de Los ?ngeles. La empresa despidi¨® a seis empleados que hab¨ªan reenviado por error mensajes en los que se burlaban de sus jefes.
La historia de esta herramienta dise?ada en los sesenta con fines militares por el Pent¨¢gono es un c¨²mulo de desaciertos. En el primer mensaje, de 1969, se pod¨ªa leer LO. Aunque, de no haberse colapsado el ordenador, su contenido hubiese sido LOGIN (conectar). "El tel¨¦fono mat¨® a la carta, y el e-mail a la llamada in¨²til", opina Schwalbe. Pero todav¨ªa hay espacio para el tel¨¦fono. Un cap¨ªtulo del manual lleva el nombre de El mensaje emocional. La ira, el sarcasmo y las dobles lecturas son los cuatro pecados capitales. "Si percibes mala leche en un correo de tu novio, lo mejor es descolgar el tel¨¦fono y preguntar qu¨¦ pasa". "Piensa antes de darle a enviar. Parece f¨¢cil, ?verdad? Pero a veces estamos tan ocupados que se nos olvida. Cuando se pulsa la tecla, sale el mensaje y, con ¨¦l, los cabreos, ambiciones y cotilleos". La prueba del algod¨®n consiste en enviarse el correo a uno mismo. Un gesto que permite corregir erratas y hasta cambiar la perspectiva o el tono.
Y sobre todo, recuerde: para no sentirse como en el salvaje Oeste, es necesario aceptar algunas reglas: "Todo lo que se env¨ªa es susceptible de ser reenviado".
'Ciberprotocolo'
- Piense antes de pulsar la tecla enviar. Puede terminar en la c¨¢rcel por un correo comprometedor.
- Todo correo electr¨®nico es susceptible de ser reenviado. No reenv¨ªe nada sin pedir permiso al autor.
- Si el tono del mensaje es ofensivo, descuelgue el tel¨¦fono, no se enzarce.
- Env¨ªese a s¨ª mismo los e-mails importantes. Encontrar¨¢ errores y podr¨¢ cambiar el tono.
- No utilice el t¨¦rmino urgente en el asunto. Es el cuento de Pedro y el lobo. Ya se sabe, con tanto alarmismo pierde el efecto.
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